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Reportaje:

La capital de la biomedicina

Barcelona. Siguiendo la estela de los emprendedores que hace dos siglos la convirtieron en una ciudad industrial, Barcelona inicia ahora el camino de una nueva frontera: convertirse en la California de la biomedicina en Europa. En un mundo globalizado, lo que cuenta es el conocimiento y la innovación. Por este motivo se ha lanzado a una política de fichajes para atraer a los mejores cerebros.

Milagros Pérez Oliva

Uno de los eslabones de esta historia comienza hace 10 años con una palabra difícil de recordar, el tungstato sódico, y una llamada telefónica: Joan Guinovart, catedrático de bioquímica de la Universidad de Barcelona, busca colaboración para el desarrollo clínico de una sustancia que en pruebas de laboratorio había demostrado ser un eficaz agente para tratar la diabetes por vía oral. El hallazgo apunta a una diana terapéutica, la diabetes, que cualquier farmacéutica del mundo incluiría entre sus objetivos prioritarios: afecta nada menos que a 110 millones de personas en el mundo y su incidencia es creciente conforme avanza la obesidad. Como todo investigador básico, Guinovart sabe que en esta fase aún no se pueden echar las campanas al vuelo, pero hay una patente en curso y un camino muy prometedor que recorrer. De modo que hace la llamada.

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En el hospital Clínico de Barcelona, Ramon Gomis lidera un equipo de endocrinología que publica en las revistas más prestigiosas. La llamada de Guinovart fructifica inmediatamente. Con la patente ya aprobada comienzan los primeros estudios clínicos. "Tuvimos la suerte de que una multinacional como Bayer comprara la licencia", recuerda Gomis, ahora director de investigación del hospital. En los 10 años transcurridos, diversos estudios en animales han confirmado que esta molécula reduce e incluso revierte la diabetes sin efectos tóxicos, y han abierto además una nueva e inesperada ventana, aún más prometedora: "Observamos que los ratones tratados no sólo reducían los niveles de azúcar en sangre, sino que perdían peso de forma sostenida". Si la primera diana era importante, la segunda era impresionante: nada menos que un posible tratamiento contra la obesidad, el Santo Grial de la farmacología.

BIOCAT: TREN DE LA INNOVACIÓN

Tratamientos contra la obesidad o la diabetes en fase de investigación hay muchos. El que llegue primero se convertirá en un hito por el que compiten los mejores equipos científicos del mundo. ¿Pero qué tiene de relevante la historia del tungstato a los propósitos de este reportaje? Que es un excelente ejemplo de qué se pretende exactamente con BioCat, la biorregión catalana, que se ha convertido en una de las apuestas estratégicas del Gobierno que preside Pasqual Maragall, y que, explicada en otros términos, podría parecer una entelequia puramente administrativa.

La biorregión acaba de concretarse en un organismo político y organizativo, pero la idea lleva ya tiempo gestándose. El planteamiento es el siguiente: ahora que ya no quedan casi chimeneas humeantes y las empresas del textil y el automóvil amenazan con una deslocalización difícil de parar, ¿qué camino puede seguir la conurbación metropolitana de Barcelona -y, por extensión, Cataluña- para asegurarse, en la competitiva sociedad globalizada, un lugar en el mundo? ¿Qué tiene, aparte de un paisaje urbano capaz de convertirse en un atractivo parque temático por el que pasan 3,5 millones de turistas cada año? Mirada con escrutadores ojos globalizados, el área de Barcelona tiene algo de aeronáutica, bastante química y, sobre todo, mucha y buena medicina. Conscientes de que éste es su principal activo, la eurorregión que ha lanzado Maragall con la pretensión de convertir a Cataluña en un polo de desarrollo del sur de Europa tiene su primera concreción en una plataforma especializada en biomedicina y ciencias de la vida.

La historia del tungstato define el objetivo: que distintos equipos de distintas instituciones colaboren, evitando duplicidades, para generar nuevos productos y servicios altamente competitivos, de modo que puedan atraer capital privado para que el conocimiento que se genera en el laboratorio se traduzca rápidamente en opciones terapéuticas de interés social y cree riqueza en el lugar donde se ha generado.

"Barcelona va a ser la California de Europa en biomedicina". Así se expresó el bioquímico Juan Carlos Izpisúa Belmonte a principios de marzo en la presentación del banco de células madre del Centro de Medicina Regenerativa, del que es director científico. Lo dijo con la voz queda y susurrante con que suele expresarse, pero con una determinación que no ofrecía dudas: no era una frase propagandística. Izpisúa investiga en biología del desarrollo en el Instituto Salk de La Jolla (California) y tiene entre manos varios proyectos muy prometedores sobre células madre, que va a desarrollar en una colaboración entre Barcelona y La Jolla. "Nuestro propósito es crear un espacio común de experimentación homologable internacionalmente. Y eso es posible porque Cataluña ha alcanzado un nivel de excelencia y un entorno científico que permiten una investigación de primer nivel", asegura.

El proyecto no surge de la nada. Se sustenta sobre la larga tradición innovadora de la medicina catalana, poblada de figuras ilustres como Josep Trueta, Ignacio Barraquer, Antoni Puigvert o Santiago Dexeus Font, cuyos apellidos dieron nombre a procedimientos terapéuticos y utillajes que en su momento fueron revolucionarios, y cuya actividad dejó como poso una exigente cultura científica y una estela de especialistas que situaron a los hospitales de Barcelona en la vanguardia de la medicina. Esos hospitales dieron en los años ochenta los primeros trasplantes, los primeros bebés probeta y los primeros tratamientos en muchas patologías. "Pero ahora una buena medicina ya no es suficiente", explica José Navas, director del Plan de Investigación Biomédica del Departamento de Salud y una de las figuras más activas de la biorregión. "Ahora la investigación básica y la clínica necesitan avanzar de la mano. El reto es conseguir una mayor y más rápida transferencia de la investigación básica a la aplicación clínica, y si no nos posicionamos bien en esta carrera perderemos definitivamente el tren".

TRES INSTITUTOS, TRES FICHAJES

Para no quedarse en el andén son necesarios dos requisitos: dinero y cerebros. El Gobierno catalán se ha comprometido a cumplir el objetivo de la cumbre de Lisboa de 2000, en la que la Unión Europea se propuso que la inversión pública y privada en investigación y desarrollo alcanzase el 3% del PIB en 2010. Los científicos quieren creer que la promesa se cumplirá, pero tienen el corazón encogido. Si no es así, el tren pasará de largo. Las primeras señales, sin embargo, parecen positivas: el Gobierno catalán ha comprometido para esta legislatura incrementos del 15% anual en el presupuesto de I+D, y en el año y poco que lleva gobernando ha aprobado importantes inversiones para investigación.

Pero la innovación requiere también cerebros con capacidad de liderazgo. En los últimos años, la Administración catalana ha hecho un esfuerzo para atraer a investigadores españoles y extranjeros que se encuentran en posiciones punteras.

El primero en regresar fue Miguel Beato, que dirigía el Instituto de Biología Molecular e Investigación Tumoral de la Universidad de Marburg, en Alemania. Desde 2002 dirige el Centro de Regulación Genómica, que cuenta con una plantilla de 160 personas. Beato vive en la Villa Olímpica, de modo que va caminando a trabajar, y ahora se permite fichar a primeras figuras mundiales mediante convocatorias en la revista Nature. Una de las últimas incorporaciones ha sido la de Thomas Graff, que dejará Estados Unidos para dirigir el laboratorio de biología celular. Para esta plaza, Beato ha podido elegir entre más de treinta solicitantes, la mayoría de alto nivel y extranjeros, algo impensable hace sólo unos años. Próximamente se incorporará también Luis Serrano, jefe de grupo en el European Molecular Biology Laboratory de Heidelberg, que ha rechazado, para trasladarse a Barcelona, una propuesta del Instituto Max Planck alemán. "Lo más importante de la biorregión es que nos ayudará a tener los mejores científicos, y eso creará una concentración y un entorno de creatividad que nos permitirá competir no sólo a nivel europeo, sino más allá. Esto es muy importante porque la ciencia es el sector más globalizado. Cataluña aplica una política pública muy bien pensada, y ha reunido una masa de científicos con un potencial enorme. Creo que esto va a ser ya difícil de torcer. Pero el resultado final dependerá de que la industria también apueste en serio".

Otra de las joyas de la biorregión será el ya mencionado Centro de Medicina Regenerativa, que iniciará su actividad en 2006 bajo la dirección de Juan Carlos Izpisúa, el segundo de los fichajes estrella. Izpisúa compatibilizará este cargo con el que ejerce en el Instituto Salk de California, donde ahora trabaja. Con una plantilla prevista de 70 investigadores y técnicos, el centro se ubicará en el nuevo edificio del Parque de Investigación Biomédica. Su primer fichaje ha sido la bióloga Anna Veiga, pionera de la fecundación in vitro en España. Ella hizo posible el nacimiento en el Instituto Dexeus del primer bebé probeta, Victoria Anna, que en julio pasado cumplió 20 años. "Tenemos la inmensa suerte de que la Administración ha entendido la importancia de este reto y está dispuesta a destinar recursos a ello", dice. Con este paso, Anna Veiga da un nuevo impulso a su carrera. Ella facilitará líneas celulares a los equipos de Izpisúa, y también investigará enfermedades genéticas como la fibrosis quística o la hemofilia en embriones no viables.

Aunque serán varias las líneas celulares en estudio, en el laboratorio de Izpisúa se hablará sobre todo de cardioblastos, un tipo de célula madre a partir de la cual pueden desarrollarse todos los tejidos que forman el corazón. Conocer cómo funcionan, cultivarlas en laboratorio y conseguir que se diferencien en tejido cardiaco será el núcleo de su investigación. Pero Izpisúa está también muy interesado en estudiar la capacidad que tienen algunos animales para regenerar los órganos dañados, como el ojolote mexicano, que es capaz de reconstituirlos por completo, o el pez cebra, que puede perder la quinta parte de la masa ventricular de su corazón y recuperarla en apenas un mes. "Ésta es una facultad que la humanidad perdió a lo largo de la evolución, pero conserva los genes que algún día la hicieron posible. Si pudiéramos hallar la forma de activarlos…", dice Izpisúa.

El tercero de los grandes fichajes fue anunciado por Carles Solà -consejero del Departament d'Universitats, Recerca y Societat de la Informació- en noviembre: el del investigador Manuel Perucho, director del laboratorio de genética y epigenética del cáncer del Instituto Burnham de La Jolla (California), que dirigirá un nuevo Instituto de Medicina Predictiva y Personalizada que se ubicará en un edificio anexo al hospital Can Ruti de Badalona.

EL COMPROMISO DE MASSAGUÉ

José Navas y Joan Guinovart han sido los artífices de otra colaboración que ha insuflado grandes dosis de optimismo, porque es un indicador de que la apuesta va en serio. El acuerdo se fraguó el pasado 28 de diciembre en un encuentro entre el presidente Maragall y el científico Joan Massagué, premio Príncipe de Asturias 2004, que dirige el Programa de Genética y Biología Celular del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, y cuyos notables hallazgos le han colocado entre los 50 investigadores más citados del mundo. A la entrevista asistió el consejero de Economía, un indicador claro del compromiso del Gobierno.

Massagué ha abierto una línea centrada en las metástasis, un elemento clave en la lucha contra el cáncer, ya que sólo el 10% de las personas que mueren por esta enfermedad lo hace por causa del tumor original; el resto muere porque el proceso cancerígeno se ha extendido a otros órganos. ¿Cómo se produce esa extensión? Ésta es la pregunta que Massagué pretende responder desde su eminente posición en el Memorial Sloan-Kettering, donde coordina un programa que tiene un presupuesto de 30 millones de dólares y en el que trabajan 250 científicos. Una parte de esa investigación se realizará en Barcelona, y se iniciará con una decena de científicos adscritos al Instituto de Investigación Biomédica, que dirige Guinovart. "El laboratorio de Massagué funcionará como una extensión del que tiene en Nueva York y será la base de nuestro quinto programa de investigación", explica Guinovart. El Gobierno catalán ha garantizado una inversión de 28 millones de euros en cuatro años para este instituto, ubicado en el Parque Científico de la Universidad de Barcelona, que ahora tiene abiertas 22 líneas de investigación y cuenta con 300 investigadores. Algunos de ellos proceden de prestigiosos laboratorios, como Marco Milán, María Macías o Cayetano González, que vienen del European Molecular Biology Laboratory de Heidelberg; Eduard Batlle, que ha regresado de Holanda, o Lluís Ribas, que procede del Scripps de California.

LA ONCOLOGÍA DE BASELGA

Además de exigir unas inversiones que garantizasen el entorno adecuado, Massagué hizo una propuesta que fue rápidamente aceptada: la colaboración, en el desarrollo clínico de su programa, del oncólogo Josep Baselga, actual jefe de servicio y coordinador del área de oncología de Vall d'Hebron, que regresó a Cataluña en 1996 después de haber desarrollado una intensa carrera científica precisamente en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, donde coincidió con Massagué. Dos de los investigadores formados por Massagué en Nueva York, Joaquín Arribas y Joan Seoane, trabajan ya como científicos independientes en Vall d'Hebron. La participación de Baselga garantiza además la colaboración de un gran hospital universitario, que ocupa la segunda posición de España en publicaciones científicas, y un banco de tumores con una extensa muestra de tejidos.

En los nueve años que Baselga lleva en Barcelona ha logrado colocar el laboratorio de biología molecular de Vall d'Hebron en la primera posición europea en ensayos clínicos de nuevas moléculas contra el cáncer. Su servicio de oncología, con seis laboratorios independientes adscritos, es el que más trabajos de investigación clínica publica de España. Cada año, 500 enfermos entran en estudios clínicos de nuevos tratamientos. Baselga ha introducido además la filantropía en la financiación de la investigación a través de una fundación que él ha creado, y que ha conseguido atraer importantes donaciones para infraestructuras, entre ellas las obras de un nuevo centro monográfico de cáncer de mama.

En los últimos meses, Josep Baselga ha recibido dos ofertas que han puesto a prueba la voluntad política del Gobierno catalán en relación a la apuesta biotecnológica. Primero fue el Memorial Sloan Kettering Cancer Center quien le propuso volver a Nueva York para dirigir la nueva división de desarrollo de tratamientos contra el cáncer. Al poco recibió una oferta similar de Houston. Así funciona la competencia en Norteamérica. "Yo necesito estar en un entorno científico puntero porque la vida profesional es muy corta. Si no pudiera hacer aquí lo que quiero, tendría que irme", sostiene. "Pero confío en no tener que hacerlo. Estoy convencido de que en biomedicina podemos hacer en Europa una revolución como la que ha hecho la industria aeronáutica. Tenemos unos valores culturales superiores en muchos aspectos, como una mayor capacidad de trabajar en equipo y mayor intuición para la innovación. He visto muchos signos de genialidad entre los científicos de aquí. Cataluña está muy bien posicionada, pero la apuesta debe concretarse". Las dudas de Baselga se disiparon en otra comida con Maragall en la que se acordó invertir 12 millones de euros en el área de oncología de Vall d'Hebron para aumentar el número de laboratorios y crear un centro de terapia experimental del cáncer. El 40% de esa inversión procederá de donaciones.

Baselga sabe que tiene muchas puertas abiertas en Estados Unidos. A principios de febrero recibió el encargo de copresidir en 2006 el congreso anual de la American Association for Cancer Reserch. Pero aquí encuentra ventajas que él aprecia: "Una cultura médica muy arraigada, un sistema sanitario potente y algo muy importante: Gobiernos que apuestan y no tienen miedo de gobernar. Porque, además de invertir, un Gobierno puede crear instrumentos que permitan alcanzar la excelencia, como el Programa ICREA. Gracias a este programa podemos competir por los mejores científicos", sostiene.

LOS INSTRUMENTOS

El Programa ICREA (Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados) fue creado para recuperar y atraer talentos de cualquier disciplina. La primera convocatoria se hizo en el año 2000, y desde entonces han contratado a 85 investigadores de alto nivel, la mayoría de entre 35 y 40 años, para dirigir equipos de investigación. Casi el 40% de los contratados son extranjeros, y la tercera parte de ellos trabaja en biomedicina. Ahora se está ultimando la incorporación de 25 más y está previsto convocar otro centenar de plazas en los próximos tres años. En la última convocatoria se han recibido 508 solicitudes.

En este programa, quien contrata al investigador no es el centro en el que trabajará, sino la Fundación Catalana per la Recerca, que se financia con capital público y puede hacer ofertas a la medida de cada científico. El contrato es indefinido, pero con una evaluación cada tres años. "El objetivo es lograr un aumento sostenido de la masa crítica de investigación", resume Marta Aymerich, directora del Consejo Interdepartamental de Investigación e Innovación Tecnológica (CIRIT) de la Generalitat. El hecho de que sólo se hayan producido cuatro bajas por haber recibido ofertas mejores indica el grado de satisfacción de los investigadores contratados. El impulsor de este programa, el economista Salvador Barberà, es ahora secretario de Estado de Política Científica y Tecnológica del Ministerio de Educación, y desde este nuevo puesto se proponer extender el modelo al resto de España.

Otro programa que ha dado notables frutos es el Ramón y Cajal del Ministerio de Educación y Ciencia, que ofrece contratos de cinco años a doctores para proyectos de investigación básica. Desde la primera convocatoria, en 2001, Cataluña ha logrado 524 contratos, el 23% de las plazas ofertadas en España.

LAS BASES, LOS ARTÍFICES

Si la biorregión ha tomado cuerpo ha sido por la visión y la tenacidad de unas pocas personas que han sabido vencer la inercia de los reinos de taifas para confluir en un proyecto de cooperación, o de coopetición, como se prefiere ahora. Todavía queda mucho por limar: a veces surgen conflictos de protagonismo, y los recelos entre equipos afloran donde menos se espera. Pero la inercia ya no empuja hacia la disgregación, sino hacia la confluencia, y existe la convicción de que sólo un cataclismo político o una fuerte recesión económica podrían echarlo por tierra.

Un proceso de esta naturaleza no se puede conseguir por decreto. Se ha de comenzar desde abajo y requiere su tiempo, porque se trata de recoser un mundo muy atomizado y muy poco proclive a compartir. Tres han sido los principales artífices: Màrius Rubiralta, Joan Rodés y Jordi Camí, o al revés, pues el orden de los factores no altera el producto. Desde sus respectivas responsabilidades han articulado en los últimos años sucesivos acuerdos hasta lograr que los diferentes centros, universidades e instituciones convergieran en septiembre de 2003 en una misma plataforma: la Alianza Biomédica de Barcelona, el embrión de la biorregión. La Alianza incluye el IDIBAPS, el potente centro de investigación creado en torno al hospital Clínico que dirige Joan Rodés; el Parque Científico de la Universidad de Barcelona, que dirige Rubiralta, y el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona, que lidera Jordi Camí e incluye al Instituto Municipal de Investigación Médica (IMIM). A esta alianza se han sumado recientemente la Universidad Autónoma, que incluye potentes estructuras de investigación, como el Biocampus de Bellaterra, y dos organismos transversales, el Departamento de Salud, que dirige Marina Geli y aporta los grandes hospitales de la Seguridad Social, y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyos equipos colaboran con distintas instituciones.

La estructura política está puesta. ¿Pero hay masa crítica suficiente para competir con las otras biorregiones de Europa? Màrius Rubiralta está convencido de que sí. Siendo vicerrector de la Universidad de Barcelona, estudió a fondo las estructuras de investigación que había en Europa: "Tanto Madrid como Cataluña pueden liderar una biorregión. Madrid acumula una gran cantidad de investigación básica, porque alberga a los principales centros del CSIC y el Carlos III. Barcelona tiene menos investigación básica, pero la que tiene es de muy alto nivel, y además está claramente en cabeza de la investigación clínica de España", explica.

Marta Aymerich hace recuento de las existencias en biomedicina y ciencias de la salud: 83 grupos de investigación consolidados y 43 redes temáticas de investigación. "El 30% del conjunto de la investigación biomédica de España se realiza en Cataluña", explica. "Y la productividad es alta: 0,4 artículos por investigador y año". Un estudio bibliométrico realizado por Jordi Camí, Eduard Suñén-Piñol y Raúl Méndez-Vasquez indica que entre los ocho hospitales españoles que más trabajos de investigación publican en revistas científicas internacionales, cinco son catalanes. El hospital Clínico de Barcelona es, con diferencia, el primero: entre 1994 y 2002 ha publicado 4.070 artículos, que han sido citados en otros 42.564 trabajos científicos, lo que representa una notable capacidad de impacto. El segundo y tercer hospitales son también catalanes: Vall d'Hebron y Sant Pau. Les siguen los hospitales Ramón y Cajal, La Paz y Doce de Octubre, de Madrid, y a continuación figuran otros dos centros catalanes: el de Bellvitge y el del Mar. Por universidades, la de mayor producción científica de España es también la de Barcelona, con 6.872 artículos y 66.084 citas.

"Nos dimos cuenta de que Cataluña, a pesar de que genera una gran cantidad de conocimiento, apenas logra capitalizarlo", sostiene Rubiralta. "En Europa, los centros con mayor éxito tienen ingresos muy altos por propiedad intelectual, mientras que aquí son insignificantes. Las universidades han dado un paso más en su función social, y no sólo se implican en el desarrollo económico de la región, sino que se convierten en un motor de desarrollo. Con la biorregión, eso va a ser posible".

Joan Guinovart define la actual situación de la biomedicina catalana como un jardín en primavera: "Hay muchas flores de muchos colores, y ahora florecen todas juntas. Realmente están ocurriendo cosas importantes, pero para que fructifique hay que doblar el presupuesto. Hoy la investigación puntera es muy cara. Hasta ahora hemos hecho ciencia de guerrilla: con poco dinero y mucha imaginación hemos logrado posiciones de liderazgo en algunos sectores. Pero ya no es posible hacer buena investigación sin un entorno y unos servicios de alto nivel. Los investigadores punteros necesitan servicios punteros y estructuras de gestión flexibles". El Sincroton, el gran acelerador de partículas que se va a construir en el Vallès; el supercomputador de la Universidad Politécnica, y la anilla biomédica de banda ancha son algunas de esas infraestructuras.

EL ÉXITO DEL CLÍNICO

Innovación y flexibilidad: todos coinciden en que una inteligente combinación de estos dos ingredientes es lo que ha colocado al hospital Clínico en la primera posición de la investigación biomédica de España. La creación del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) en 1993 cristalizó una reforma iniciada años atrás. "Vimos que la relación entre la investigación básica y la clínica era fundamental", explica su director general, Joan Rodés.

El nivel de excelencia alcanzado por el Clínico arranca, según Rodés, de los cambios impulsados en los años setenta. Estos cambios incluyeron medidas revolucionarias como la instauración del año sabático, que permite que cuatro médicos del centro puedan pasar un año formándose en el extranjero y cobrando del hospital, o el premio fin de residencia, por el que una treintena de médicos residentes puede quedarse un año más investigando en el hospital al acabar la especialidad. Eso le ha dado al Clínico una cantera de la que han salido más de un centenar de investigadores que han trabajado en Estados Unidos y tienen una rica red de contactos y relaciones. "La clave fue separar la carrera científica de la categoría laboral, de manera que para ocupar un cargo es preciso tener una determinada categoría y para ascender en las categorías se requieren méritos en investigación", explica Rodés. "Hemos creado un ambiente en el que hasta tomando café se habla de ciencia".

Los investigadores del Clínico aparecen con frecuencia en los diarios, pero uno de ellos, Pedro Alonso, ha logrado un hito: ver citado un trabajo suyo en la revista Science entre los 10 avances más relevantes de 2004. Alonso dirige el Centro de Salud Internacional del Clínico y el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (Mozambique), creado en 1996. Allí ha realizado, con financiación de la Fundación Bill y Melinda Gates, el ensayo clínico de una vacuna de Glaxo SmithKline contra la malaria, la enfermedad que diezma los países pobres a razón de un millón de muertos anuales. El ensayo, cuyos resultados se publicaron en The Lancet en octubre, ha sido importante, según Alonso, por dos razones: "Por primera vez se ha demostrado que es factible lograr una vacuna contra la malaria, y por primera vez se han logrado reducir a más de la mitad los episodios graves en niños menores de cuatro años y en un 77% en menores de dos".

Pedro Alonso es madrileño, y recaló en el Clínico a principios de los años noventa a través de un anuncio en EL PAÍS. Lo puso Rodés, entonces director de investigación, cuando la endogamia era aún la norma en la mayoría de universidades y hospitales. "Se presentaron 32 candidatos. Alonso me pareció el mejor". Le ubicó en un despacho de seis metros cuadrados sin ventana, lo cual era un lujo teniendo en cuenta que el de Rodés tenía apenas 12. Luego todo fue sobre ruedas. Alonso ha compartido con su mujer el proyecto de Manhiça, donde pasa la mitad del año. "Hoy es un centro homologado para satisfacer los más exigentes requisitos de cualquier investigación clínica", dice. Hace dos años, Alonso recibió una tentadora oferta para trabajar en el Centro de Control de Enfermedades Infecciosas de Atlanta como experto en malaria, pero la declinó. No ha necesitado estar en América para que el magnate de los ordenadores, Bill Gates, confiara en él.

FLOTANDO SOBRE EL MAR

El Parque Científico de la Universidad de Barcelona, que dirige Rubiralta junto a la Diagonal, fue gestado en 1997 y cristalizó operativamente en 2002. Su creación fue muy importante porque marcó el camino a seguir. Por ahora es el único centro donde conviven investigadores procedentes de instituciones públicas y de empresas privadas. A finales del año pasado se constituyó el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona, que dirige el farmacólogo Jordi Camí, el segundo gran parque científico de la ciudad, que tiene como buque insignia un edificio de 50.000 metros cuadrados en forma de enorme cascarón de barco, de atrevida arquitectura y una sensual proximidad al mar: los ocho kilómetros de playa que la ciudad ha ganado en los últimos años se encuentran a sus pies, y desde las ventanas de este nuevo santuario del saber, construido al lado mismo del hospital del Mar, se puede ver un horizonte azul salpicado de velas blancas.

El centro más veterano de este parque es el Instituto Municipal de Investigaciones Médicas, dependiente del Ayuntamiento de Barcelona. Este instituto fue creado en 1985 y es uno de los ejemplos más exitosos de cómo una buena idea es capaz de dar frutos con recursos relativamente modestos siempre que esté gestionada con una dosis equilibrada de osadía y prudencia. Ahora el IMIM tiene una plantilla de 315 personas y alberga una potente área de salud pública y ambiental, con figuras como Josep Maria Antó, que coordina desde Barcelona la red temática de salud pública del Instituto Carlos III.

El nuevo parque, vinculado a la Pompeu Fabra, alberga también algunas plataformas de liderazgo indiscutido, como el Centro Nacional de Genotipado, que dirigen Jaime Bertranpetit y Xavier Estivill por encargo de la Fundación Genoma, y el grupo de bioinformática, que lidera Roderich Guigó, que regresó de Estados Unidos.

Entre los investigadores de la Pompeu destaca Rafael Maldonado, que en noviembre pasado consiguió una inversión de más de un millón de dólares del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos para una investigación cuyo objetivo es identificar los genes que intervienen en la adicción a la nicotina. "La parte docente del parque está cubierta por el Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud, creado hace siete años con la idea clara de que para estar en los circuitos internacionales era fundamental abrazar el inglés como lengua de enseñanza, sin menoscabo del catalán y el castellano", explica Camí. "El tronco común del doctorado se imparte en inglés, lo cual ha propiciado que buena parte de sus alumnos sean extranjeros". Entre los profesores destaca Francesc Posas, quien ha recibido el Premio Eury para jóvenes investigadores europeos, dotado con un millón de euros.

LA TERCERA PATA: EMPRESAS

Para que la biorregión sea capaz de generar riqueza es indispensable el concurso de las empresas. En Cataluña se encuentra el 44% de los laboratorios farmacéuticos, el 66% de las empresas de química fina y el 60% de la producción farmacéutica de España. Los principales laboratorios españoles -Almirall, Esteve, Uriach, Ferrer Internacional y Salvat- se encuentran en Cataluña y tres de las principales multinacionales -Novartis, Bayer y Sanofi- tienen también su sede en Barcelona. Pese a ello, todos coinciden en que esta tercera pata de la biorregión todavía cojea. En realidad, está bastante atrasada. Las empresas muestran su entusiasmo por el proyecto, pero los investigadores lamentan que no sean más decididas a la hora de financiar proyectos innovadores. Jesús Acebillo, presidente ejecutivo de Novartis España, es uno de los más convencidos impulsores de la biorregión. "Si se analiza lo que ocurre en el mundo, se observa que las áreas de innovación tienden a concentrarse en el territorio. Para ello se requieren tres componentes: una concentración elevada de conocimiento tecnológico, que debe estar muy por encima de la media; mucho talento innovador, y una simbiosis entre Administración pública, centros de investigación e industria. Las tres condiciones se dan en Cataluña". Acebillo subraya que la biomedicina tiene en España un valor añadido "mucho más importante de lo que creemos": la existencia de un sistema nacional de salud integrado. Hay dos datos que Acebillo destaca especialmente: Cataluña concentra el 62% de las inversiones en I+D farmacéutico y el 65% de las exportaciones de este sector. "La apuesta es desarrollar productos que tengan repercusión terapéutica, porque si la investigación no es aplicable, eso significa que está aún muy lejos del ciudadano, y la tercera pata del triángulo, la industria, tiene entonces poco que hacer".

"En la cumbre de Lisboa, Europa se propuso reducir el diferencial científico que tiene con Estados Unidos. Y para ello se va a hacer un gran esfuerzo inversor", argumenta Acebillo. "Todos los países tendrán que aportar recursos a ese objetivo. España puede ser simplemente donadora o convertirse en receptora de esos fondos. Si tenemos centros competitivos podremos convertirnos en receptores de inversión. Ahora la investigación en el mundo se hace en red. Los equipos compiten en un contexto muy dinámico, abierto, en el que todo cambia cada día. Y nadie tiene el monopolio de nada. Las multinacionales están dispuestas a deslocalizar lo que haga falta. Dinero sobra. Hay fondos de inversión buscando proyectos interesantes que financiar. Pero hay que tener buenos proyectos", dice Acebillo. Ésa es la apuesta. "Los científicos estamos ilusionados, y estamos dispuestos a dejarnos la piel; pero los políticos han de mantener su compromiso en el futuro", dice Camí. "Y la industria y el capital privado han de arriesgar también", advierte Miguel Beato. "Sólo con dinero público no iríamos muy lejos". Para dar una idea de la dimensión de la apuesta, Beato tiene una frase implacable: "La meta está a cien pasos. Hemos dados los primero quince".

Laboratorio de Barcelona.
Laboratorio de Barcelona.TINO SORIANO

Empresas en la bioincubadora

Para que la biorregión pueda madurar debe colocar cerca de cada universidad o centro de investigación incubadoras de empresas; es decir, un espacio físico, dotado de los últimos avances tecnológicos, en el que puedan crecer empresas creadas a partir del conocimiento generado por los equipos de investigación. La bioincubadora del Parque Científico de Barcelona acoge a estas empresas durante tres años para que puedan emprender el vuelo y captar capital.

Éste es el caso de Era Plantech. Nació para desarrollar una nueva técnica obtenida por un equipo del CSIC dirigido por Dolors Ludevid que permite producir proteínas de interés farmacológico en células vegetales. En noviembre pasado emprendió el vuelo internacional con la contratación, como director ejecutivo, de François Arcand, cofundador de la empresa Medicago Inc., de Quebec, y presidente de la Society for Moleculture, una entidad que promueve el uso de las plantas como factorías de fármacos. Explica que la empresa que había creado en Quebec, Medicago Inc., tenía ya 50 empleados y había alcanzado el grado de desarrollo que quería, de modo que buscó un nuevo proyecto. "No vine a Barcelona por la ciudad, que me pareció ruidosa y muy densa, sino porque el hallazgo de Ludevid era muy prometedor", dice. Luego la ciudad le ha gustado más de lo que esperaba. "Vengo en bicicleta a trabajar. Aquí casi siempre hace sol y nunca hay nieve", algo que para un canadiense es todo un cambio.

Crystax es otra de las criaturas que crecen en la bioincubadora. Desarrolla fármacos anticancerígenos con tecnología de difracción de rayos X. Fundada por dos profesores de la Universidad Politécnica-CSIC, el cristalógrafo Miquel Coll y el químico Joan Aymamí, su cometido es crear estructuras tridimensionales en las que estudiar el comportamiento y las interacciones de una molécula en el entorno celular. Su director, Claas Junghans, explica que ahora sólo trabajan con proteínas que son una posible diana de tratamientos anticancerosos por encargo de grandes laboratorios farmacéuticos. "En el mundo sólo hay cinco empresas que ofrezcan este servicio", explica. Pero Crystax no quiere limitarse a ser un proveedor de servicios. "Aspiramos a encontrar nosotros nuevos fármacos", dice Junghans. Crystax se creó en 2002 con inversión pública, pero en mayo tuvo una inyección de capital privado de 2,1 millones de euros, la mayor parte aportados por Najeti, una sociedad francesa de capital riesgo. Ahora tiene 14 investigadores y se propone dar un gran salto con la búsqueda de nuevas moléculas. Doctorado en biología molecular y abogado de patentes, Junghans era director de una empresa biotecnológica de Berlín cuando recibió la oferta de Barcelona. "Aquí en España hay muy buenos científicos, lo que falta es financiación y buenos gestores. Lo que más me gusta de aquí es el clima profesional que hay", resume.

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