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Reportaje:

La izquierda latinoamericana, junta pero no revuelta

A pesar de que la mayoría de los Gobiernos de la región es de corte socialista, existen grandes diferencias entre los mandatarios

Jorge Marirrodriga

El pasado 1 de marzo, con las calles de Montevideo tomadas por cientos de miles de personas festejando el cambio de Gobierno, Tabaré Vázquez juraba el cargo de presidente de Uruguay. En el mapa de Latinoamérica otro país pasaba a ser gobernado por un partido de izquierdas en lo que algunos llaman el "efecto dominó" de la nueva izquierda latinoamericana, aunque otros analistas advierten de que, a pesar de llevar la misma etiqueta, existen profundas diferencias entre los mandatarios de la región. En las mismas jornadas, durante las reuniones bilaterales y actos públicos, fueron patentes las diferencias de estilo entre Vázquez, moderado y apelando a la austeridad; el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, más populista, o el venezolano Hugo Chávez, con un estilo más agresivo en su discurso.

"Los movimientos actuales responden a un descontento general", explica un experto
"Es que se llama a todo izquierda, pero cada fuerza es heterogénea", dice el profesor Bouzas
La afinidad ideológica de los Ejecutivos no garantiza el avance de los proyectos regionales

"Lo que se conoce como nueva izquierda en Latinoamérica no es el resultado de un proceso claro. Está formada en gran parte por todos aquellos que se quedaron sin cobertura tras la caída del muro de Berlín y ahora se han pasado a la socialdemocracia", opina Rodrigo Vega, del Centro Latinoamericano para las Relaciones con Europa, con sede en Santiago de Chile. La idea tradicional de izquierda en América Latina se ha terminado, según Vega, y lo que existe en la actualidad es más bien una reacción a una situación generada por la frustración ante el fracaso económico. "Los movimientos actuales responden más bien a un descontento general, a la existencia de carencias y a la inseguridad social", subraya Vega. Dicho descontento, según este analista, tiene su origen cuando, tras el fin del comunismo, Latinoamérica "sigue las recetas de Estados Unidos" con unos resultados "generalmente malos".

Los indicadores económicos avalan esta opinión sobre el desarrollo económico. Durante los años noventa, con casi todos los países de la región disfrutando de regímenes democráticos más o menos asentados, el producto interior bruto (PIB) de la región se incrementó en un 2,5% anual de media, mientras que en los setenta -en la época más dura de las dictaduras militares- lo hizo en un 5,9%. Los índices de pobreza se han disparado y casi ningún país -con la excepción de Chile- ha sido capaz de reducirlos. En Argentina se sitúan cerca del 40%, lo mismo que en Brasil y en Venezuela en el 34%. Uruguay, con la tasa más baja de la región, tiene a un 15,4% de la población bajo el umbral de pobreza. "Y es aquí donde surge la lucha contra la globalización neoliberal", explica Vega. "La apertura provoca reticencias, aunque la gente es consciente de que hay que buscar la apertura, pero el tema es cómo combinar el crecimiento con la equidad".

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Desde Argentina, Chile es puesto como ejemplo de Gobierno de izquierdas que garantiza estabilidad institucional, con lo que logra desarrollar un modelo de crecimiento sostenible que atrae a la inversión extranjera. Independientemente de su ideología, los Gobiernos chilenos no han roto con la economía de mercado -o el capitalismo-, dejado como herencia económica por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). "El presidente Lagos, que ya no es socialcristiano como sus antecesores, sino declaradamente socialista, ha confirmado este rasgo esencial de la democracia chilena. De triunfar en las próximas elecciones su ex ministra, la socialista Michelle Bachelet, continuará la obra de Lagos", destacaba en el diario La Nación el periodista y politólogo Mariano Grondona, quien contrapone la izquierda "racional", encarnada en la región por Lagos, a la izquierda "irracional", apegada a un discurso anticapitalista. Grondona no sabe dónde situar la gestión de Néstor Kirchner en Argentina.

La distancia de las izquierdas entre Chile y otros gobiernos de similar tendencia, en teoría, quedó plasmada en Montevideo el pasado 2 de marzo, apenas 24 horas después de que Tabaré Vázquez jurara como presidente de Uruguay. En un céntrico hotel de la capital se reunían el venezolano Chávez, el brasileño Lula y el argentino Kirchner. Lagos ni siquiera fue invitado a la cita. "Es que se le llama a todo izquierda, pero cada uno es una fuerza política heterogénea", indica Roberto Bouzas, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad San Andrés de Buenos Aires, para quien la izquierda en Uruguay y Brasil viene de la oposición, en Argentina forma parte del mismo partido que ya estaba en el Gobierno y en Chile responde a un movimiento de carácter militarista y nacionalista. Para Bouzas, muchas veces son otros factores los que aglutinan a los mandatarios de la región más allá de una afinidad de ideología izquierdista. "Lo que acerca a Chávez y a Kirchner es más el nacionalismo que la derecha o la izquierda".

A pesar de las diferencias -y aunque con matices en el caso venezolano-, los nuevos gobiernos de izquierda en Latinoamérica tienen una serie de denominadores comunes: la llegada al poder por la vía de las urnas (Chávez, en diciembre de 1998; Lagos, en diciembre de 1999; Lula, en octubre de 2002; Kirchner, en abril de 2003, y Vázquez, en octubre de 2004); la toma de conciencia de que la unión en la acción exterior, tanto política como económica, es más efectiva que la negociación por separado (fortalecimiento del Mercosur, alianza de Brasil y Argentina con Venezuela), y la voluntad de buscar fórmulas de financiación y desarrollo alternativas (nuevos mercados de exportación petrolífera para Venezuela o intentos de atraer la inversión china en Argentina, entre otros ejemplos).

¿En qué campo puede ser colocado Tabaré Vázquez? Por formación y trayectoria política, está más cerca de un intelectual moderado como Lagos que de un sindicalista populista -pero moderado, con gran respeto por el equilibrio en las cuentas públicas y una fluida relación con los organismos internacionales una vez llegado al poder- como Lula. Aunque la geografía manda y puede decidir las actuaciones de gobierno del nuevo mandatario uruguayo. "Tabaré no es un populista, y eso explica su moderación en su primer discurso como presidente", afirma Bouzas. "Para Uruguay es básico recomponer un tipo de Mercosur que funcione mejor de lo que funciona, pero lo decisivo será cómo funciona la relación entre Brasil y Argentina, que está oxidada". "Hay veces en que estos gobernantes tienen que emplear dos discursos", apunta Rodrigo Vega. "Por ejemplo, Lula tiene que mantener tranquilos a los mercados, pero también tiene que contentar a sus bases y Kirchner tiene un discurso parecido".

Esta política de equilibrio no le está resultando fácil a Lula. Por una parte, tiene que realizar delicadas maniobras ante las presiones ejercidas por sus bases y un sector importante de su partido -el Partido de los Trabajadores (PT)-, para que las prometidas reformas sociales avancen rápidamente. Por otra, tiene que atender a las recomendaciones marcadas por un sector más pragmático que advierte de que sin desarrollo económico -con todo lo que ello supone de inversiones extranjeras y políticas coordinadas con el FMI- no hay progreso social. De hecho, en los últimos meses han aparecido importantes tensiones en el interior del PT que, por ejemplo, el pasado febrero llevaron al partido a perder la presidencia del Parlamento, un puesto estratégico que marca la agenda política del país. Son numerosas las voces que hablan de dos partidos y dos maneras, antagónicas, de entender lo que es la nueva izquierda latinoamericana.

Otra paradoja que se está produciendo es que, aunque haya gobiernos de ideología afín, esto no garantiza que se puedan llevar a cabo con más facilidad los proyectos comunes de la región, como el Mercosur o la resolución de problemas similares como las negociaciones con los organismos financieros internacionales. "Desde Chile se mira con escepticismo el tema del Mercosur. Las disputas son grandes y las reglas del juego no son ni estables ni serias. Hay que preguntarse si existe realmente una voluntad de integración", dice el especialista chileno, para quien el liderazgo del Brasil de Lula no se puede poner en duda, "pero en Europa, Alemania puso dinero y aquí la cosa no está clara".

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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