Zapatero y Kirchner acuerdan pasar página en la crisis entre España y Argentina
El presidente promueve la "segunda oleada" de inversiones españolas en Latinoamérica
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, concretaron ayer en Buenos Aires su voluntad de abrir una nueva etapa en las relaciones hispano-argentinas que deje atrás las tensiones de los últimos años, derivadas de los problemas causados a las empresas españolas por la desdolarización. Ambos líderes anunciaron tras su entrevista la apertura de conversaciones para concretar, en pocos meses, un Plan de Asociación Estratégica como el firmado la víspera por España y Brasil.
La exigencia de Zapatero de que el comunicado conjunto mencionara las dificultades empresariales se tradujo en una mención, muy de pasada, a la "apropiada seguridad jurídica" que "contribuirá" a atraer nuevas inversiones españolas.
Por lo demás, los dos líderes dejaron clara su voluntad de abandonar la vía de enfrentamiento que el presidente argentino potenció durante su conflictiva visita a Madrid, en julio de 2003, e incluso cuando recibió a los Reyes, cinco meses más tarde, en Argentina.
Kirchner ha hecho elogios públicos del talante dialogante de Zapatero, cuya visita, la primera de un presidente español desde 1997, le facilita, por otra parte, una baza política, de fiabilidad y seriedad económica, que esgrimir frente a las críticas externas e internas.
El presidente español, por su parte, tiene gran interés en liberar el panorama de conflictos, cuando se impulsa una segunda oleada de inversiones españolas en Latinoamérica, basada esta vez en las pequeñas y medianas empresas y orientada, según dijo ayer, a una "diversificación" que diluya la fuerte concentración actual en el conflictivo sector de los servicios.
Apoyo ante el FMI
El presidente argentino se mostró ayer "muy agradecido" a Zapatero "por su comprensión y apoyo" en la resolución de la crisis, antes de defender con pasión su política, y en concreto la actual negociación para el canje de la deuda argentina con acreedores privados, desde una distancia explícita a los organismos internacionales, que, afirmó, "en esta nación causaron mucha pobreza".
El presidente del Gobierno reiteró que los problemas económicos bilaterales "se resuelven con el diálogo equitativo", garantizó a Argentina todo el apoyo de España en las relaciones con el FMI y destacó, como Kirchner, las coincidencias ideológicas y políticas, de apoyo a la democracia, a la libertad, a la justicia y la igualdad, a la Alianza de Civilizaciones y el multilateralismo, por encima de cualquier otra cosa.
La expresión de estas voluntades convergentes quedó ayer plasmada en este párrafo de lo que se publicó como Declaración de Buenos Aires: "reconocen que la relación privilegiada entre España y Argentina atraviesa por un excelente momento y que la actual intensidad del diálogo bilateral hace preciso poner al día su contenido a la luz de las nuevas circunstancias y desafíos". El comunicado recuerda que la base jurídica actual de las relaciones, el Tratado de Amistad y Cooperación de 1988, ha quedado anticuada y recoge el compromiso de abrir "consultas" para concluir "un Plan de Asociación Estratégica en los próximos meses".
Fuentes gubernamentales indican que, a fin de evitar susceptibilidades por la creciente aproximación a Brasil, la parte española se había propuesto firmar el plan en cuestión durante esta misma visita, pero no ha habido tiempo de celebrar las reuniones ministeriales preparatorias.
El calendario estival que el presidente ha elegido para esta primera gira por la América austral ha impuesto otros recortes en la manifestación pública de las voluntades convergentes. Fuentes gubernamentales confirmaron ayer que la parte argentina propuso inicialmente celebrar un gran encuentro empresarial bilateral, en el que tanto Kirchner como Zapatero hubieran intervenido con sendos discursos. Los propios argentinos retiraron posteriormente la propuesta, tras comprobar que no lograban reunir el quórum adecuado de empresarios de su país en plenas vacaciones de verano.
El presidente del Gobierno se reunió, en cambio, ayer en São Paulo, y volverá a hacerlo hoy en Buenos Aires, con representantes de los grandes intereses españoles en la región y con los consejeros comerciales de las embajadas españolas en América Latina a fin de animar y orientar su participación en la segunda oleada inversora.
"Las empresas deben apostar por el desarrollo del país con una estrategia de presencia a largo plazo", dijo el presidente, que reiteró: "El made in Spain debe ser sinónimo de calidad, pero también de compromiso con el desarrollo". Además, invitó a los inversores españoles a trabajar para que los gobiernos de sus países de acogida hagan políticas sociales y dialogantes, que son "la base de la estabilidad institucional".
El presidente Zapatero se mostró muy optimista sobre las perspectivas de incremento de la inversión española en América Latina, dada la buena situación actual de las empresas y los índices de crecimiento, del 5,5% en 2004 y del 4,5% previsto para 2005, registrados en el subcontinente. Si la primera oleada inversora española fue caricaturizada como una "reconquista", hoy, al hilo de la segunda, en Argentina se utilizan términos más cruentos para describir el fenómeno. Se habla de tsunami.
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