Una amiga de Sampedro confiesa que fue "la mano" que le ayudó a morir
La figura de Ramón Sampedro volvió ayer a atizar el debate sobre el derecho a la eutanasia tras una nueva revelación acerca de las circunstancias de su muerte, de la que mañana se cumplen siete años. Ramona Maneiro, una mujer de 44 años que mantuvo una estrecha relación con el tetrapléjico gallego en los últimos meses de su vida, confesó que fue ella quien le suministró la dosis letal de cianuro y puso en marcha la cámara de vídeo que recogió sus últimas palabras antes de morir. Maneiro estuvo en Tele 5, en El programa de Ana Rosa, para asegurar que lo hizo por amor. "Él me iba dirigiendo, fui sus manos". "Yo soy la única persona que le puse el vaso y la mala de la película, pero me da igual".
"Me dijo una cosa importante, que cuando él acabara de beber no le diera ningún beso"
"Cogí la cantidad de agua y de cianuro que él me decía, le puse la pajita donde él quería"
"Yo soy la única persona que le puso el vaso y la mala de la película, pero me da igual"
Maneiro, que llegó a ser detenida en 1998, en los días siguientes a la muerte de Sampedro, aunque finalmente no prosperaron los cargos contra ella, relató así el momento en que, con las manos protegidas por unos guantes, facilitó el veneno a su amigo: "Hice una serie de reparticiones con el cianuro, cogí el vaso con la cantidad de agua y de cianuro que él me decía, le puse la pajita donde él quería. Y me quedé allí detrás de la cámara". "Me dijo una cosa importante, que cuando él acabara de beber no le diera ningún beso", por temor a que ella probara el cianuro en sus labios.
"Me puse mala"
Sampedro quiso que la escena se grabara en vídeo para dejar constancia de que las personas que lo ayudaron se limitaron a cumplir su libre voluntad de morir y para ofrecer un alegato final a favor de la eutanasia, la misma justificación que ella aduce para contarlo ahora. Pero el cianuro no le ofreció "la muerte ideal de la que él tanto hablaba", explicó Maneiro. "Yo estaba detrás de la cámara, y hasta que me miró, hasta que nos miramos, estuve allí, relató. Maneiro no tuvo entereza para permanecer en la habitación durante la agonía y se fue al cuarto de baño: "Me puse un poco mala después. Pensaba que al cerrar los ojos se dormiría, como siempre se pensó". "No sé quién aconsejó eso a Ramón, quién tenía que venir [al piso] aquella noche". Lo cierto es que nadie llegó, que ella sepa, ni recogió las cosas que ella había dejado preparadas. A las dos de la madrugada, la mujer volvió a la casa. "Me deshice de todo porque no había venido nadie".
Maneiro no quiso tampoco dejar al tetrapléjico morir en silencio. "Le decía cosas detrás de la cámara. Los judiciales, cuando investigaron el vídeo, dijeron que escuchaban algo; yo no sé si no quisieron seguir investigando o no quisieron complicarme la vida. Yo le decía cariño y cosas así", detalló.
La mujer dijo que no hubiera hecho eso por nadie, porque no es "una samaritana ni una Teresa de Calcuta": "Por amor he hecho dos cosas en mi vida: tener a mi hijo y estar con Ramón. Él siempre estará en mi corazón".
Maneiro detalló cómo, siempre siguiendo las indicaciones de Sampedro, fabricó una pequeña balanza con dos vasos de petit suisse. En uno colocó una "aspirina aplastada" y en el otro la dosis de cianuro hasta que se equilibró la balanza.
Las revelaciones de Maneiro han vuelto a agitar el debate sobre la eutanasia, reavivado por el arrollador éxito de Mar adentro, la película Alejandro Amenábar sobre la vida del tetrapléjico. La presidenta de la Asociación Pro Derecho a Morir Dignamente (DMD) en Galicia, Carmen Vázquez, señaló que el gesto de Maneiro contribuirá a un proceso que cree irreversible: "Esto se legislará algún día. Como siempre, la sociedad va por delante de los políticos y, más pronto o más tarde, la presión conseguirá que esos políticos abandonen su cerrazón".
"Ramón lo preparó todo y repartió instrucciones entre mucha gente", corroboró un amigo del fallecido que prefiere guardar el anonimato. "Moncha cumplió su papel de la misma manera que otros cumplimos el nuestro. Ramón hizo varias llamadas antes de morir, en el piso donde estaba residiendo quedaron varios objetos que podían ofrecer pistas... Pero era mejor para todos dejarlo así. Moncha ha hecho muy bien, porque hay que seguir luchando por este derecho".
"No fue un cobarde, fue un peleón y un valiente: sabía lo que tenía el vaso, lo que había pedido y lo que le habían traído. Fue él solito", aseguró Maneiro.
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