Brisa renovada con pronóstico de turbulencias

Un funcionario de Naciones Unidas, veterano en las cumbres del clima, decía esta semana que se apreciaba en la conferencia de Buenos Aires, una brisa revitalizante después de la calma chicha de las últimas reuniones de este tipo, aunque con pronóstico de turbulencias. Sin duda la inminente entrada en vigor del Protocolo de Kioto y el empezar a pensar en el futuro, en qué hacer la próxima década y después para afrontar el problema del clima, ha animado esta reunión. No es que hayan faltado las larguísimas sesiones técnicas donde se discuten elementos esenciales de la convención y del protocolo, de sus complejos sistemas de control y sus mecanismos pero, mientras en las cumbres de los últimos años esos detalles parecían ser los protagonistas, aquí se ha vuelto a las perspectivas más amplias.

La conferencia anual del clima reúne a miles de personas (más de 6.000 en Buenos Aires). Gran parte son los delegados de los países, los que negocian y acuerdan, pero también participan centenares de observadores, miembros de organizaciones ecologistas, y organizaciones no gubernamentales en general, así como de las organizaciones de negocios, cuya presencia va en aumento en los últimos años en esta cita mundial.

Últimas horas

Las negociaciones puras y duras, siempre en busca de un acuerdo final (que ha de adoptarse por consenso) se desencadenan en las últimas horas, cuando las ojeras hacen estragos en los rostros de los principales negociadores que soportan sin dormir muchas horas, buscando frases y párrafos que se atengan a los propios intereses y que puedan ser aceptables para los demás, pero también en las caras de los observadores, sobre todo de las ONG que no quieren perderse ni un detalle, una postura, una declaración o un indicio útil para mantener su constante vigilancia y actitud de denuncia frente a los traspiés que a veces dan o tienen que dar los políticos para llegar a acuerdos.