La crisis belga no supuso un aumento del cáncer
Hace cinco años, el escándalo de las dioxinas en los pollos sumió a Bélgica en una profunda crisis que se saldó con el sacrificio de millones de animales, el cierre de las exportaciones de aves, huevos y derivados durante meses, una alarma social sin precedentes y la caída del Gobierno federal, seriamente tocado ya tras el caso del pederasta Marc Dutroux.
Se supo entonces que los pollos belgas contenían unos elevados índices de dioxina -un compuesto químico que resulta cancerígeno tras un prolongado consumo-, debido a que una empresa de reciclado de grasas y aceites había sufrido una filtración de aceite de motores. Durante meses, las familias belgas quedaron atrapadas en la psicosis colectiva por el peligro que representaba consumir ciertos productos cuyo origen no siempre es seguro. Y la psicosis aumentaba por días, cuando cada día había datos nuevos sobre la contaminación, que llegó hasta los cerdos gracias a esos piensos envenenados. En España, como en muchos otros países, se retiraron todos los productos belgas provenientes de las aves de corral.
Cinco años después, la prensa belga ha publicado un informe científico que apenas ha tenido repercusión fuera de las fronteras de este país y que, sin embargo, ha demostrado que no hubo ningún riesgo añadido para la salud en aquella famosa crisis.
El Instituto de Salud Pública de Bélgica es el autor de este estudio. Ha consistido en tomar muestras de sangre de 248 personas antes y después de la crisis, lo que le ha permitido comparar los niveles de dioxinas en un momento y otro. Además, han utilizado un nuevo método de bioanálisis de gran fiabilidad.
El resultado del análisis es que, entre 1998 y 2000, se detectó un aumento de la concentración de este tóxico de 26 picogramos por gramo de grasa en el cuerpo, lo que a ojos de la investigadora principal del instituto, Nathalie van Wouwe, "no revela diferencias significativas antes y después de la exposición, porque son valores que se sitúan en la media europea", según ha declarado al rotativo Le Soir.
Tal análisis indica, por tanto, que no hay razón para que los que consumieron pollos o productos entonces envenenados por las dioxinas desarrollen más cánceres que el resto de los europeos. La tesis confirma las afirmaciones del toxicólogo Alfred Bernard, de la Universidad Católica de Lovaina, que hace tiempo ya despreció el riesgo que había tenido para la salud esta grave crisis, pero entra en flagrante contradicción con un estudio publicado en 2001 por cuatro universidades flamencas que concluían que las tasas de dioxinas eran tan elevadas que existía el riesgo de generar 8.000 casos de cáncer entre la población belga.
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