Una exposición resume la relación creativa entre Oteiza y Sáenz de Oiza
Sus obras de Aránzazu y Alzuza centran la muestra del Colegio de Arquitectos de Cataluña
El Colegio de Arquitectos de Cataluña (COAC. Plaza Nova, 5. Barcelona) rinde homenaje a la amistad y el diálogo creativo con Oiza-Oteiza en el paisaje, una exposición que ilustra la relación personal y profesional entre el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza (Navarra, 1918-Madrid, 2000) y el escultor Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003). La muestra se centra en dos obras emblemáticas: la basílica de Aránzazu y la Casa-Museo de Oteiza en Alzuza, el primero y el último proyecto en que los dos creadores vascos colaboraron.
"Con la colaboración entre Oiza y Oteiza se recupera la cooperación entre los artistas de vanguardia que se había perdido con la Guerra Civil. Los materiales heterogéneos que se exponen quieren ofrecer una estampa de conjunto de estos momentos de colaboración más que una descripción detallada de los proyectos", explica el arquitecto y catedrático Josep Quetglas, comisario de la muestra junto a Javier González de Durana, Fernando Marzá y Guillermo Zuaznabar.
Los documentos -dibujos, planos, fotografías, pequeñas maquetas y escritos autógrafos- se articulan en dos exposiciones independientes. La primera, Entre púas. Arquitectura y estatuaria a Aranzazu (1950-57), abierta hasta el 12 de noviembre, ilustra la construcción de la basílica y la conflictiva colocación del friso con las estatuas de los apóstoles realizadas por Oteiza. "En 1953, Oteiza estaba trabajando en las estatuas para la fachada de la basílica, cuando decidió presentarse a un concurso convocado en Londres para la creación de un monumento a los prisioneros políticos desconocidos. Cuando el obispado se dio cuenta de que el lenguaje y el espíritu de los apóstoles, seres humanos sometidos al dolor físico, inspirados en Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, era demasiado transgresor y parecido al del revolucionario monumento, decidió parar las obras", cuenta Zuaznabar.
Finalmente, éstas se reanudaron en 1968 y Oteiza pudo colocar el friso con sus catorce apóstoles, no doce, como indica la tradición, sobre los cuales se eleva una inquietante figura Hijo muerto a los pies de La Piedad, que al principio debía ser una maternidad y finalmente se convirtió en un homenaje a Txabi Etxebarrieta, primer miembro de ETA muerto en un enfrentamiento con la Guardia Civil, que estaba colaborando con el artista en la redacción de un manifiesto para el renacimiento del arte vasco. "La estatua denunciará siempre al hombre espiritual que la fabricó, la cultura y los propósitos políticos del pueblo que la utilizó y el sitio geográfico en el cual se hizo", afirmaba Oteiza.
Por lo que se refiere al número de apóstoles, hay una explicación conceptual, basada en las siete provincias de Euskadi y en sus dos almas divididas, y otra más pragmática, ya que 14 estatuas eran las que encajaban perfectamente en el espacio a su disposición. Por otro lado, el conjunto de dibujos y fotografías pone de manifiesto el trabajo del arquitecto y la evolución de un proyecto, desde el primer embrión de idea al último detalle ejecutivo. "Oiza representa un modelo de arquitecto total, que va desapareciendo en un marco profesional cada vez más fragmentado y especializado. Él se ocupaba de todos los detalles constructivos, desde los materiales a los cálculos acústicos y la iluminación", apunta Marzá.
La segunda parte, Línea de defensa. Museo en la casa taller de Alzuza (1992-2002), abierta hasta el 10 de diciembre, ilustra la transformación de la casa-taller donde Oteiza vivía desde 1975 en el museo que actualmente acoge la mayoría de sus obras. Cinco décadas después de la construcción de la basílica de Aránzazu, los dos creadores, ya mayores, emprenden juntos un nuevo proyecto. Los documentos, que se exponen en orden cronológico acompañados por paneles explicativos, relatan la materialización del proyecto, desde la idea inicial hasta el resultado final, a través de múltiples modificaciones. Un proceso que en este caso fue especialmente largo, debido a las indecisiones del Gobierno de Navarra, a cuyo pueblo Oteiza donó su obra en 1992, tras el fallecimiento de su esposa. Oiza entregó el primer anteproyecto para la Fundación Oteiza ya en 1993, pero el prolongado silencio de las autoridades navarras, que no le concedieron el encargo hasta 1996, le permitió realizar un gran numero de experimentos arquitectónicos, jugando con sombras y contraluces para realzar el poder expresivo de las esculturas.
Arquitectura de defensa
"Se trata de una obra inspirada en la arquitectura tradicional vasca de defensa, en las dorretxes, casas concebidas como espacios de autoprotección en un territorio donde se considera que la presencia misma de un individuo implica la aparición de un enemigo", explica Zuaznabar. Oiza, que lo definía "un templo profano", murió en el 2000, dejando a sus hijos el cometido de ultimar el proyecto, que se entregó en 2002.
La muestra concluye con una proyección que presenta siete piezas monumentales de Oteiza, situadas en otros tantos "puntos sensibles" del paisaje, como el retrato de un gudari (guerrero vasco) en la Ciudadela de Pamplona o la estela en recuerdo de Txabi Etxebarrieta. Les acompaña una cita del propio escultor: "Es preciso llenar nuestro paisaje de estelas funerarias, señales encendidas estratégicamente en esta larga noche..., una especie de baterías espirituales...". También se exhibe la escultura Retrato de un gudari armado llamado Odiseo, la única versión realizada en el mismo tono rojizo de la casa-museo y de las tierras que la rodean.
Oiza-Oteiza en el paisaje se presentará en el Colegio de Arquitectos de San Sebastián a principio de 2005.
El escultor y Barcelona
Con motivo de la exposición, uno de sus comisarios, Josep Quetglas, arquitecto y catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Cataluña, ha dado a conocer un documento en su poder con una poesía firmada por Jorge Oteiza, titulada Oda Olímpica a Barcelona. Con esta composición poética Oteiza respondió a la invitación del entonces alcalde, Pasqual Maragall, para realizar una gran escultura que coronaría la prolongación de la avenida Diagonal hasta el mar, culminando la remodelación de la zona. En el poema, Oteiza justifica su negativa con drásticas apreciaciones sobre las intervenciones artísticas realizadas en los espacios públicos de la ciudad. "Alcalde Maragall afirma de Barcelona es que guapa, muy guapa, guapísima", escribe, aludiendo al célebre eslogan Barcelona posa't guapa. Sin embargo, la percepción del escultor resulta diametralmente opuesta: "Vuelvo de allí sucia basura basurísima, no tendréis mi escultura, no confundan entre tanta chatarra chatarrísima, no me ensucian entre tanta corrupción". Y añade: "Qué horror de mierdas esta hermosa ciudad acribillada". Oteiza no se ahorra juicios sobre las piezas de arte público incluidas en la gran reestructuración olímpica. "Calatrava, monumental homenaje a la costurera, aguja al cielo con su botón de bragueta o calzoncillo, destruye al fondo horizontal de paz un bellísimo paisaje", afirma, refiriéndose a la torre de comunicaciones de Montjuïc. La pérgola de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue en la avenida Icaria es definida "arboleda chatarra de hierro basura" y "el enorme besugo de oro, bodrio americano de intestinal chatarra ensuciando el cielo" es el pez para la explanada del Hotel Arts de Frank Gehry. La oda se concluye con una estrofa escrita en mayúsculas: "No os merecéis estos dos nombres, Gaudí, el genio que ensuciáis todos los días, y yo, que con mi amor y mi genio vine; tranquilizaos, no volveré, ya me he ido".
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