"Tenemos un duro camino para ser un país medianamente creíble"
El ministro de Asuntos Exteriores argentino, Rafael Bielsa (Rosario, 1953), ha visitado España esta semana, donde ha repasado con su homólogo, Miguel Ángel Moratinos, la relación bilateral, marcada por el conflicto entre el Estado argentino y las empresas españolas.
Pregunta. La actualidad que viven las empresas españolas en Argentina, ¿ocupó buena parte de la reunión?
Respuesta. Es injusto que la relación hispano-argentina esté básicamente coloreada por la situación de las empresas que están renegociando contratos con el Gobierno argentino. La relación es mucho más que eso. También se trató de que en el futuro las inversiones no sean exclusivamente en el sector de los servicios, sino en sectores productivos, como la minería.
P. ¿Cómo percibe la actuación de las empresas españolas después de una larga negociación y de declaraciones subidas de tono?
R. A partir de la caída de la paridad cambiaria se crearon las condiciones de un nuevo sistema macroeconómico. Siempre hay ganadores y perdedores. Esto es doblemente duro cuando las empresas venían obteniendo rendimientos muy altos. Creo que las negociaciones van razonablemente bien. Se trata de que se puedan hacer negocios atractivos y al mismo tiempo prestar un servicio acorde con la renta de la población. No es sencillo.
P. ¿Cuándo cree que pueden acabar las negociaciones?
R. Creo que un plazo razonable para tener concluidos los cuadros de tarifas, los requerimientos de calidad de servicios, etc., sería en marzo del año que viene.
P. Muchas empresas demandaron al Estado argentino.
R. En la medida en que se vayan resolviendo los problemas, prevemos que se producirá el desistimiento de las demandas.
P. Hace unos días, el Gobierno argentino presentó una nueva propuesta que incluye el pago de intereses de la deuda. ¿Cómo han tomado los países que tienen acreedores este nuevo plan?
R. Argentina tiene una deuda de credibilidad hacia el pasado. Se sobrecomprometió y no cumplió. Hubo una negociación muy dura con el FMI. Terminó razonablemente bien porque Argentina se comprometió a un ritmo de pagos que puede alcanzar, eso sí, con un enorme esfuerzo. Argentina tiene vocación de cumplir, sus números están a la vista. Y sólo puede cumplir si continúa la senda de crecimiento. Lo dice el presidente: no hay que crecer 10 puntos tres años, sino tres puntos durante diez años. Argentina tiene un camino difícil de recorrer, duro, lleno de acechanzas para ser un país medianemente confiable, medianamente creíble.
P. ¿Pero cómo reaccionaron los países que tienen acreedores?
R. Fueron reacciones esperables. Algunos tenedores de deuda se han mostrado más predispuestos, otros muy reacios. Cada cual tiene su juego. Argentina, también. Pero es importante hacer comprender que hay un enorme esfuerzo por ser serios, predecibles y por cumplir los compromisos. Para qué nos vamos a sobrecomprometer si eso va a implicar una nueva frustración. De los 12 últimos acuerdos con los organismos multilaterales de crédito en la pasada década, Argentina incumplió diez.
P. ¿Qué significa esperables?
R. Que nadie iba a hacer una fiesta. Todos expresaron, razonablemente, su disgusto.
P. ¿Cómo se ve en otras cancillerías el acercamiento del presidente Kirchner a Chávez y Castro?
R. Argentina ha comprendido que tiene mucho más que ver con lo que le es contiguo: la región. La opción estratégica es la integración regional. Esto quiere decir Mercosur, pero también un Mercosur ampliado, que incluya países andinos. En función de esa decisión estratégica se encadenaron otras: las negociaciones entre Mercosur y la UE, el envío de contingentes militares a Haití... Comprender que Argentina se parece mucho más a Brasil que a España o Francia implica una elección estratégica. Para que estas opciones rindan frutos se necesita tiempo.
P. ¿Cómo definiría a Kirchner?
R. Es muy difícil explicar Kirchner al mundo porque es muy difícil explicar el peronismo. Este presidente no se coloca en un lugar providencial. A la gente le dice la verdad, que no es lo mismo que prometerle. Es sensible a los derechos humanos, lo que hace que se le vea en Europa como un presidente progresista. Pero es calvinista en el manejo de los fondos, lo que se ve en Europa como si fuera de derechas. Ni una cosa ni la otra. Es absolutamente consciente de las posibilidades materiales de su país.
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