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Reportaje:UN PROYECTO EUROPEO

La lengua de Europa es la traducción

La ampliación de la UE de 15 a 25 países, el 1 de mayo, consagrará la hegemonía del inglés

Sandra Kalniete recobra el aliento: "Tengo problemas, porque no hablo en mi lengua materna". El martes, ante el hemiciclo de diputados europeos, la comisaria designada por Letonia había comenzado por expresarse en letón. Nada, más normal. El Parlamento europeo hace suyo el adagio de Umberto Eco -"la lengua de Europa es la traducción"- y ha previsto que se haga la interpretación-traducción de los debates en las 20 lenguas que con la adhesión de los Diez el 1 de mayo, tendrá la UE. Pero las dificultades van a ser de talla. "Trabajamos ya con 20 lenguas, y les pido a los oradores que no hablen demasiado deprisa para facilitar el trabajo de los intérpretes", advierte el presidente de la sesión, el francés Joseph Dhaul.

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Al cabo de unos minutos, la máquina se avería. Las preguntas de los eurodiputados no se traducen directamente de lengua a lengua, lo que exigiría 380 combinaciones (del finés al portugués, del italiano al checo...) sino a través de una lengua pivote, que suele ser inglés o francés. Y ocurre que con la propia traducción se va perdiendo la sustancia de un asunto tan técnico como, por ejemplo, la política agrícola.

En cualquier caso, la cosa va demasiado rápida para la señora Kalniete y hay que pedir a varios oradores que repitan lentamente su pregunta. "No estoy segura de haber comprendido plenamente la cuestión", suelta la comisaria, que acaba por darse por vencida. Después de haber pronunciado un par de palabras en francés, pasa al inglés. En el tumulto, varios eurodiputados renuncian también a hablar en su lengua, a instancias de la austriaca Hannes Swoboda, para pasarse al inglés.

La solución es relativa, como demuestra la dificultad penosa con la que se expresa la comisaria en ese esperanto empobrecido que apenas tiene relación con la lengua de Shakespeare.

Ahí está resumido el espectáculo que se avecina con el aumento de 11 a 20 lenguas. "No hay mal que por bien no venga. Así no hay quien trabaje. Hay que tener el valor de decir que sólo podemos emplear cinco o seis lenguas, que es la forma de salvar el francés, o el inglés se impondrá en todas partes", comentaba en el hemiciclo el diputado francés Alain Lamassoure. Esa posición era la que defendía, el comisario húngaro Peter Balazs. Le tocaba después de Kalniete, y tras una breve utilización de su lengua materna, usó alternativamente con la mayor brillantez las tres lenguas de trabajo de la comunidad y de todos los embajadores en Bruselas: inglés, francés y alemán.

Ese régimen trilingüe es el que prevalece en las reuniones informales de ministros europeos, aunque empieza a debilitarse. Por supuesto que las reglas se respetaron en la reunión informal de ministros europeos en Irlanda, del 6 al 8 de abril, consagrada a la comunicación en Europa y a la que algunos periodistas habían sido invitados. En la sala del Consejo, en sus cabinas, los intérpretes trabajan, pero casi nadie utiliza sus servicios; únicamente la ministra francesa Claudie Haigneré usa auriculares, mientras se suceden los oradores en inglés.

Cuando al término de la jornada, el representante de Le Monde osa hablar en su lengua materna, obliga a la mayoría a tirar de auriculares. La militancia lingüística tiene, sin embargo, sus límites, y cuando comienza el debate, todos se apresuran a recurrir al inglés. El comisario francés, Pascal Lamy, lo tiene muy claro: un grupo de escolares irlandeses ha sido invitado a escuchar los parlamentos y habla inglés.

En cuanto se abandona la sala de debates, la lengua anglosajona se impone aún con más fuerza. Es cierto que los burócratas, como muchos diplomáticos, entre los que se multiplican los matrimonios con personas de otra nacionalidad, abiertos a diferentes culturas, hay admirables políglotas. Pero con la ampliación, el inglés se convierte aún más en la lengua franca. Por ello, en la cena ofrecida por la presidencia irlandesa, los invitados franceses, británicos y alemanes de una de las mesas hablan indistintamente francés, alemán e inglés, lo que les permite expresarse en su lengua o, por cortesía, en la del interlocutor. Pero hay macedonios presentes y la conversación bascula por fuerza hacia el inglés.

En la propia Comisión la ampliación está a punto de liquidar los últimos bastiones no anglófonos. El alemán que hablan casi 100 millones de europeos, es una lengua demasiado difícil para convertirse en vehicular; el francés, que se beneficia del entorno lingüístico de Bruselas, pierde fuerza desde el ingreso de Suecia, Austria y Finlandia en 1995. Por ello, si en 1997 el 40% de los documentos se redactaba originalmente en francés, hoy, el índice ha caído a menos del 30%.

Las jóvenes generaciones de la Europa mediterránea se inclinan cada vez más por el inglés, y los funcionarios que vienen de la Europa del Este están formados mucho más en Harvard u Oxford que en la Sorbona. Y la caída definitiva está muy próxima. Los nuevos comisarios encuentran dificultades para encontrar portavoces que hablen, además de su lengua, francés e inglés, como es de rigor. El equipo de Lamy, que trabajaba en francés, se pasa ahora al inglés, ya que la comisaria a la que tiene como pupila, la polaca Danuta Hübner, no domina la lengua de Molière.

Los franceses de la Comisión tienen su parte de culpa. Una parte creía que la dominación del francés sería eterna, y se han permitido durante años hablar en las reuniones demasiado rápido y en un lenguaje familiar difícil de comprender, sin hacer el más mínimo hueco al español o al italiano. Y otros se han mimetizado con el modelo inglés, como el joven funcionario que creyó oportuno dar una conferencia de prensa en esa lengua sobre la reforma de la política agrícola común, cuando los usos y costumbres habrían pedido que lo hiciera en su lengua materna. "Los franceses se pasan de no hablar en francés, porque quieren demostrar que tienen un inglés impecable" acusa un funcionario francés.

Defender hoy el francés en la Comisión es poco elegante. Así se explica el caso del funcionario belga francófono que, ante el modelo anglosajón, quiere defender los conceptos asociados a la lengua francesa, en particular sobre el modelo social europeo, pero no quiere dar su nombre para que no se le considere uno de los ayatolás de la francofonía.

La Europa ampliada no será Babel. Ha asumido el don de las lenguas: hablar inglés.

Una vista general del Parlamento Europeo de Estrasburgo desde las cabinas de los intérpretes.
Una vista general del Parlamento Europeo de Estrasburgo desde las cabinas de los intérpretes.ASSOCIATED PRESS

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