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¿Habla usted francés? No, 'merci'

No hay ni rastro de francofonía entre los comisarios de los 10 nuevos miembros

El comisario entrante Siim Kallas, estonio, habla finés como su colega Ekki Liikanen, ex ministro de Finanzas de Helsinki, miembro desde 1999 de la Comisión Europea. Desde el 1 de mayo, con el ingreso de los 10 nuevos miembros, estarán sentados uno al lado del otro en la Comisión, pero no podrán comunicarse en finés. Una regla con 20 años de antigüedad establece que las lenguas de la Comisión son inglés, francés y alemán. Las demás se quedan en el vestuario. Una norma férrea, sin excepciones, ni siquiera a partir del 1 de mayo, cuando la UE tendrá 25 miembros, y 20 lenguas.

La única institución que no se verá afectada por el terremoto lingüístico será la propia Comisión. Desde 1984, con 18 años de anticipación sobre los restantes organismos europeos, el ejecutivo de la UE ha optado por un enfoque lingüístico eminentemente práctico: "Privilegiar la realidad" fue la actitud que se impuso. Desde hace un par de años, con matices diversos, ésa es ya también la regla para los restantes organismos de la comunidad.

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La lengua de Europa es la traducción

En la práctica, eso significa que los comisarios renunciaron al sistema en vigor, que les permitía hablar en su lengua materna y garantizaba la traducción de todo lo que se decía a sus lenguas respectivas. Desde entonces, las tres lenguas se han convertido en los pilares lingüísticos de la UE.

Hoy, la mayor parte de las reuniones se hace en inglés o francés, sin traductores. Aparte de eso, la Dirección General de Interpretación garantiza cada miércoles -día en el que se reúne el colegio de comisarios- la asistencia de traductores a las tres lenguas, pero en general los comisarios prefieren hablar directamente entre ellos en inglés o francés, con el alemán formalmente al mismo nivel, pero mucho menos utilizado; incluso la mayor parte de los documentos sólo se redacta en inglés y francés.

"Simplificar el trabajo es esencial", dicen en Bruselas. Pero, al mismo tiempo, es importante garantizar la transparencia y el acceso a los documentos de la Comisión a los ciudadanos de todos los países miembros de forma que lo que no hacen los comisarios durante sus reuniones, lo realizan los traductores que trabajan en la cancillería de la Comisión. Esta oficina es la que se ocupa de reordenar, traducir y difundir los textos emanados de las reuniones, esta vez sí, traducidos a todas las lenguas de la UE.

No es una Babel, sino un sistema organizado que privilegia a unas culturas sobre otras y cuyos efectos serán aún más notables con la ampliación. En el currículo de los 19 comisarios que se sentarán a la gran mesa de reuniones desde el 5 de mayo, fecha inaugural de la nueva Comisión de 30 miembros, no hay ni rastro de formación francófona: Jan Figel, eslovaco, está licenciado en Georgetown (EE UU), al igual que Dalia Grybauskaité, lituana. La señora Grybauskaité es economista, habla inglés, ruso y polaco. El propio Kallas que habla inglés, finés y ruso, ha decidido recientemente estudiar francés. Lo malo será que las reuniones apenas le darán la oportunidad de lucir tanto esfuerzo.

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