La agonía de la industria musical

En el mundo de la música popular, y según datos de la tan mencionada SGAE, los discos más vendidos en el año 2002 fueron, por este orden, los de David Bisbal, OT canta Disney, Álex Ubago, Manu Tenorio y Gala Eurovisión (OT), por citar tan sólo a los cinco primeros. Son intérpretes y obras previsibles que en cuatro de los cinco casos cuentan con el apoyo incondicional de una televisión estatal reconvertida en agencia de promoción musical y que, además, han alcanzado cifras de venta muy importantes pese al fraudulento ataque de la piratería, en su doble frente de los top-manta y los archivos y descargas ilegales de Internet, la auténtica bicha de una industria que nunca se distinguió por su imaginación ni solidez estructural.

Según los datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI), las ventas de discos en España en 2002 cayeron un 19% con respecto al año anterior (de 80,5 millones de unidades de fonogramas a 65,3 millones). Los cálculos de los expertos señalan que dichas cifras seguirán bajando hasta 2005.

Se puede añadir que en el mismo año el número de espectadores que asistieron a conciertos de música popular aumentó un 15% con respecto al año anterior, alcanzando un total de 25,4 millones de espectadores. Y si se desglosa por el tipo de música de los mencionados conciertos, el pop-rock convencional se lleva la palma con cerca de 10 millones de espectadores y una cuota del 37,9% del total. Significativo es también el que los conciertos y festivales de jazz superaron los 1,2 millones de espectadores, el 4,8% de las cifras totales, o que los de flamenco fueron vistos y escuchados en vivo por más de 1,7 millones de espectadores, equivalente al 7% de la tarta completa. Es decir, lo multitudinario y popular coexiste con lo exquisito y minoritario sin mayores problemas.