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Reportaje:ANTE LA XIII CUMBRE IBEROAMERICANA

América Latina se aleja de EE UU

Los presidentes de Brasil y de Argentina buscan ejercer el liderazgo regional

Los latinoamericanos están desencantados con el poderoso vecino del Norte. Por primera vez en la historia del subcontinente, gobernantes y gobernados, cada uno a su manera, cuestionan el papel de Estados Unidos en la región. El "antiimperialismo" de la izquierda radical de antaño ha dado paso a un embrionario consenso sobre la necesidad de un modelo de desarrollo más autónomo para la región. Así las cosas, la XIII Cumbre Iberoamericana, que se celebrará el 14 y el 15 de noviembre en la ciudad boliviana de Santa Cruz, adquiere un significado especial, tanto por el país anfitrión (escenario de una revuelta popular que acabó con el presidente el mes pasado) como por el número creciente de Gobiernos que intentan marcar distancias de Washington en busca de un camino propio.

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Las causas del desengaño tienen que ver con democracia, pobreza y desigualdad, tres pilares sobre los que se asienta la región. Tras décadas gobernadas por regímenes militares, América Latina logró organizarse bajo reglas políticas democráticas. Los ciudadanos recuperaron el derecho al voto, pero sus condiciones de vida se mantuvieron en la indignidad. Hay en toda la región 209 millones de personas cuyos ingresos se sitúan por debajo del umbral de la pobreza. En 1990, los latinoamericanos pobres eran 190 millones. La desnutrición infantil afecta a más del 5% de los niños en 16 países y el analfabetismo a más del 5% de la población mayor de 15 años.

Desigualdad

El promedio regional del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita no varió de manera significativa en los últimos 20 años. En 1980 era de 3.739 dólares y en 1995 apenas había aumentado a 3.952 . Según la ONU, la brecha que separa a los más ricos de los más pobres condena a las sociedades de América Latina al furgón de cola de las más desiguales del mundo.

El establecimiento de regímenes electorales democráticos en la región no ha traído como consecuencia un claro apoyo a la democracia por parte de la población. Un estudio sobre la calidad de la democracia en América Latina elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indica que para la mitad de los ciudadanos el desarrollo de sus países es una meta más importante que la democracia. Desde la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia, Brasil ha enarbolado la bandera de la soberanía regional en una pelea de gigantes con EE UU. La batalla se libra en torno al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovida por Washington para crear un mercado potencial de 800 millones de consumidores, desde Alaska a Tierra del Fuego. El Gobierno brasileño plantea que no es factible la apertura de los mercados del Sur si el vecino del Norte no hace lo propio, es decir, suaviza el proteccionismo y reduce los subsidios agrícolas. La pasada cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Cancún fue el primer escenario donde se vislumbró el calado del nuevo enfrentamiento entre Brasil y EE UU como parte del conflicto Norte-Sur.

Está en juego mucho más que una guerra comercial. Para el presidente Lula es la oportunidad de ejercer el liderazgo regional y de sentar las bases de un contrapeso a EE UU en el actual mundo unipolar. El primer paso es el comercio, y para ello Brasil ha impulsado con fuerza un nuevo bloque de países intermedios, originalmente llamado G-22. Se trata de un grupo heterogéneo de naciones en desarrollo, que abarca casi el 60% de la humanidad, como China, Indonesia, Egipto, Suráfrica, Nigeria, Argentina y México, entre otros.

Consenso de Buenos Aires

El mes pasado Lula y el presidente argentino, Néstor Kirchner, enterraron simbólicamente el Consenso de Washington, que fijó las reglas de política económica que imperaron en América Latina la última década: disciplina fiscal para contener la inflación, gasto público en educación y salud, reforma tributaria, políticas comerciales liberales, mayor apertura a la inversión extranjera, privatización de empresas públicas, desregulación. Los gobernantes de los dos socios más importantes del Mercosur firmaron el llamado Consenso de Buenos Aires, que en lo político pone el acento en la integración regional, profundización de la democracia y más participación de las sociedad civil. Lula y Kirchner se comprometieron a poner en marcha políticas públicas "que impulsen el crecimiento sostenible y una distribución equitativa de beneficios, propiciando ordenamientos tributarios y fiscales más justos". El documento firmado en Buenos Aires aboga por el fortalecimiento de un orden multilateral basado en la igualdad de los Estados y rechaza el unilateralismo.

Está por ver la solidez del eje Brasil-Argentina como contrapunto a la estrategia latinoamericana de Washington, que poco a poco va perdiendo aliados incondicionales en América del Sur. En la región andina, los errores en la política antidrogas de EE UU no son ajenos a las revueltas populares y los reveses sufridos por presidentes amigos. En Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, el más pronorteamericano de todos, huyó cuando el clamor popular en su contra era imparable; en Colombia, el referéndum sobre reforma política ha supuesto un tropiezo para el presidente Uribe, el mejor aliado de Washington en la región, y en Perú, la popularidad de Alejandro Toledo, un buen amigo de Bush educado en Estados Unidos, sigue en caída libre.

Un manifestante saltaba una barricada durante una manifestación en La Paz, el pasado 13 de octubre.
Un manifestante saltaba una barricada durante una manifestación en La Paz, el pasado 13 de octubre.REUTERS

El creciente protagonismo de los pueblos indígenas

Silenciosos durante siglos, los pueblos indígenas de América Latina empiezan a levantar la voz. El estallido social en Bolivia, que acabó con el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, recordó al mundo la existencia de un país desconocido y de unas comunidades que han sobrevivido desde la conquista.

Pero los pueblos indígenas ya se habían levantado en otros países de la región. En Ecuador tuvieron una participación decisiva en el derrocamiento del presidente Jamil Mahuad, en el año 2000. Tras las elecciones de hace un año, el presidente Lucio Gutiérrez entregó tres ministerios a miembros del partido indígena Pachacuti, entre ellos el de Asuntos Exteriores. La alianza saltó por los aires en agosto pasado, por las desavenencias entre el teniente coronel Gutiérrez y los líderes indígenas sobre política económica.

En Perú, Alejandro Toledo se convirtió en el primer presidente de origen quechua, pero su Gobierno no ha cumplido hasta ahora las expectativas de las numerosas comunidades indígenas, que ya han protagonizado sonoras protestas.

La población indígena de América Latina supone entre 40 y 50 millones de personas que hablan más de 400 idiomas. Sin embargo, la representación parlamentaria de los indígenas, salvo en Bolivia, es irrisoria. En Perú, el porcentaje es del 0,8%, (1 sobre un total de 120 parlamentarios), en Ecuador sube al 3,3% (4 sobre un total de 121) y en Bolivia llega al 26,2% (34 sobre un total de 130). En Perú los indígenas suponen el 43% de la población; en Ecuador, el 34%, y en Bolivia, el 61%. Los conflictos armados provocan grandes desplazamientos de las poblaciones indígenas tanto dentro como fuera de sus respectivos países. Es el caso de Guatemala y Perú, que hasta fecha reciente fueron escenario de una guerra larvada entre insurgentes y militares, que en muchos casos mantuvo atrapada a la población campesina indígena. En la Amazonia, la acción de multinacionales y depredadores del medio natural ha expulsado a los pobladores originales hacia las grandes aglomeraciones urbanas.

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