Declina la estrella de Fox, Uribe y Chávez por la persistencia de las desigualdades
El fracaso de los partidos tradicionales impuso el cambio en México, Colombia y Venezuela
La situación política de México se asemeja "con la de una puta que recobra la virginidad y no sabe cómo comportarse como virgen", según el escritor Carlos Fuentes. "Somos vírgenes, vírgenes democráticas". Ese país acude a la XIII Cumbre Iberoamericana con un crecimiento de apenas un punto y medio y una democracia en construcción; Venezuela lo hace con un desplome de 13, casi de guerra, y una democracia caudillista y de confrontación. El pluralismo de Colombia sobrevive a tiros y este lustro acabará con un alza económica inferior al punto de promedio.
La creación de empleo y la reducción de la pobreza, que afecta al 50% de la población de esas tres naciones, obliga a un crecimiento anual del PIB superior a los cuatro puntos. El fracaso de los partidos tradicionales, incapaces de promover prosperidad y justicia, y menos una cultura de la decencia, condujo a la investidura de tres hombres que compitieron por libre, o casi, y encontraron en el hartazgo de sus sociedades la mejor baza electoral.
El principal activo del ex teniente coronel Hugo Chávez fue su cuartelazo, en febrero de 1992, contra Acción Democracia (AD), socialdemócrata, y de COPEI, democristiano; el empresario Vicente Fox impuso candidatura, en las generales de 2000, al conservadurismo de su partido, Acción Nacional (PAN); el liberal colombiano Álvaro Uribe ganó la presidencia, en mayo del año 2002, fuera del Partido Liberal.
Pero ninguno ha podido reducir las desigualdades sociales, ni encarrilar la solución de las principales demandas de sus compatriotas, y su estrella declina. Los males e inercias negativas son antiguas, y los aciertos, escasos. En mayor o menor medida, los tres países centrifugan ajustes, programas de estabilización y griterío político. Colombia suma al cóctel su imbatible violencia, y Venezuela, el encono a puñetazos, la manipulación institucional y el hundimiento económico. La pobreza aumentó en Venezuela como consecuencia de la poca inversión, el paro y el auge de la informalidad laboral, según el Sistema Económico Latinoamericano (SELA).
El tránsito de meretriz a doncella apuntado por Carlos Fuentes lleva tiempo. No hay crecimiento porque el déficit de conciliación y sentido de Estado de los partidos latinoamericanos, y de los empresarios, viene de atrás y el desempeño de los Gobiernos en la fabricación de acuerdos es penoso o errático. Chávez cae en las encuestas y el popular Uribe perdió un referéndum y encajó su primera crisis: debió sustituir a su hombre fuerte, el ministro de Interior y Justicia, Fernando Londoño, que había amenazado a la clase política con la renuncia del presidente y nuevas elecciones si el Gobierno perdía margen de maniobra.
La confianza depositada en el asceta de la Casa de Nariño pierde vigor. "Raros han sido en Colombia los momentos en los cuales la creencia en el progreso se ha impuesto y, evidentemente, no se encuentra tampoco en el orden del día en el momento actual", dice Daniel Pécaut en su nuevo libro Violencia y política en Colombia. También el embrujo de Fox mengua: el 37% de los mexicanos, añora el régimen de siete decenios del Partido Revolucionario Institucional (PRI), según un sondeo. Y América Central, salvo el repunte de El Salvador, no levanta cabeza y depende, en buena medida, de su propia pobreza: de las remesas enviadas por los compatriotas que emigraron a EE UU huyendo de ella.
Los principales ingresos mexicanos proceden del petróleo, el turismo, las maquilas (cadenas de montaje del capital extranjero instaladas en la frontera con Estados Unidos) y de los envíos de sus emigrantes: más de 10.000 millones de dólares anuales. Cada año, según datos oficiales, escapan hacia el norte medio millón y algunos sociólogos aventuran que una de cada cuatro familias vive de las remesas. No obstante, la estabilidad de México, cuyos avances en la defensa de los derechos humanos y la transparencia son ciertos, es muy superior a la precaria convivencia de las otras dos naciones latinoamericanas a examen.
Colombia es un avispero, y Venezuela, un cuadrilátero donde se persigue la aniquilación del contrario: la oposición sueña con la expulsión de Chávez y el comandante, con la desaparición de ésta de la faz de la Tierra. México, comparativamente, es jauja. Sus pugnas políticas son, hasta cierto punto, saludables, porque durante los años de la presidencia imperial priísta, no las hubo. Pero su PIB no crece, ni crea el empleo suficiente, porque, entre otros factores, está uncido al comportamiento de la economía norteamericana.
Paralelamente, el país vive en una tensión política permanente, que impide periodos de paz fecundos, según destaca el analista José J. Castellanos. La proliferación de comicios en una nación con 31 Estados y el Distrito Federal despista. México necesita de sosiego, agrega Castellanos, para que los partidos y los funcionarios "se pongan a construir, sin tomar como punto de referencia el cálculo del efecto que decisiones de Gobierno pueden llegar a provocar en el electorado en cada momento".
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