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El Pen Club celebra la universalidad y el poder hipnótico de 'Cien años de soledad'

10 escritores, entre ellos Rushdie y Auster, en el homenaje a García Márquez en Nueva York

La primera edición de Cien años de soledad se publicó en la Editorial Suramericana, de Buenos Aires, el 5 de junio de 1967. Sus 8.000 ejemplares se agotaron en menos de un mes. Ahora, más de 22 millones circulan por el mundo en más de 30 idiomas. Treinta y seis años después de su primera publicación, 10 escritores, entre ellos Paul Auster y Salman Rushdie, rindieron tributo a su autor, Gabriel García Márquez, y a la influencia de su obra el miércoles por la noche en una ceremonia que organizó el Centro Americano del Pen Club y la editorial Alfred A. Knopf.

García Márquez no asistió al acto. Estuvo presente en las palabras de sus amigos y admiradores y mandó un texto de agradecimiento. Durante dos horas, el Town Hall, un teatro cercano a Times Square, se llenó de recuerdos y literatura. Fue un acto sencillo, sin grandes ceremonias.

El Centro Americano del PEN es una comunidad de 2.600 poetas, dramaturgos, editores, ensayistas y novelistas que defiende el acceso a la literatura, combate la censura y apoya a escritores por medio de premios literarios y publicaciones. El homenaje a García Márquez es el último en la serie Homenajes a maestros literarios, que ha reconocido a figuras como Samuel Beckett, John Steinbeck, James Baldwin, Virginia Woolf y Vladímir Nabokov.

La velada empezó con un vídeo de Bill Clinton. La repentina aparición del ex presidente estadounidense en la pantalla causó sorpresa y alguna que otra risa. Clinton habló de su primer encuentro con García Márquez en la isla de Martha's Vineyard; del impacto mundial de Cien años de soledad, y resaltó el "extraordinario compromiso" de su autor con el periodismo.

"Fue una cena memorable", contó la poeta y ensayista Rose Styron, recordando la que compartió con el escritor y el entonces presidente de EE UU. "En la sopa hablamos del embargo. A la altura del plato principal, se habían enzarzado en una discusión con Carlos Fuentes. En los postres, Gabo le pedía a Clinton que se involucrara más en el proceso de paz de Irlanda del Norte". Styron recordó la primera vez que le conoció, en 1974, cuando trabajaba para Amnistía Internacional: "Era poco después del golpe de Estado en Chile. Gabo me dijo entonces que no volvería a escribir hasta la caída de Pinochet. Por suerte, no cumplió su promesa". Styron también habló del viaje que les llevó, en compañía de Arthur Miller, hasta La Habana en el año 2000, y el discurso de cinco horas con el que Fidel Castro los recibió.

"En la primavera de 1970 yo tenía 23 años", empezó contando Paul Auster. "Había leído todo lo que pensé que debía leer, los autores más importantes. Me sentía abrumado. ¿Cómo podría compararme a uno de ellos? Leí entonces la crítica de un libro que desconocía de un joven autor. Para mí, en aquella época, comprar libros nuevos era una gran inversión. Pero lo hice. (...) Cambió mi forma de ver el mundo. Gracias, García Márquez, por darme esa experiencia", dijo Auster.

William Kennedy recordó con humor la crítica que escribió sobre Cien años de soledad hace 30 años. La editorial no había dado datos biográficos sobre el autor, entonces completamente desconocido, y sólo mencionaba una edición en español publicada en Buenos Aires, por lo que Kennedy, sin pensárselo dos veces, alabó sin reparos el libro de aquel "escritor argentino".

También estuvieron presentes el periodista John Lee Anderson, corresponsal de The New Yorker; la escritora estadounidense de origen haitiano Edwige Danticat; el autor de origen guatemalteco Francisco Goldman, y Edith Grossman y Gregory Rabassa, los dos traductores de García Márquez al inglés. Jaime Abello, director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, recordó la satisfacción del escritor por el éxito de sus talleres de periodismo.

El historiador y novelista cubano José Manuel Prieto comparó su experiencia al llegar a Siberia, donde, a pesar suyo, fue a trabajar de ingeniero, con "el descubrimiento del hielo bajo la carpa del circo en Macondo". "En mi primera noche en Novosibirsk salí a dar una vuelta y me topé con un Kremlin de hielo, con sus paredes y sus murallas de hielo, y fue cuando exclamé: '¡Es el diamante más grande del mundo! (...) No tenía a mano un ejemplar de Cien años de soledad; lo había dejado en La Habana porque no conseguía despegarme del influjo hipnótico que tenía sobre mí. No me quedó más alternativa que leerlo en ruso, viendo cómo caía la nieve por la ventana. Disminuida en la traducción la presencia fulgurante de su prosa, dejé de considerar el libro como un milagro inexplicable".

La noche terminó con el texto enviado por García Márquez. Poco antes, Salman Rushdie se había referido también al nuevo entorno internacional. "La realidad no es realista. Es algo que la literatura debería reconocer y que todos deberíamos notar. ¿Han visto lo raras que están las cosas últimamente?", subrayó Rushdie con ironía ante el deleite de la audiencia, que rompió en aplausos. "Últimamente, en la naturaleza hay muchos arbustos" (bushes en inglés).

"Cuando publiqué mi primera novela", recordó Rushdie, "la gente me dijo que tenía que leer Cien años de soledad. Y me hizo el efecto que a todos les ha hecho. Vi que lo que García Márquez contaba se parecía mucho al sureste asiático que yo conocía, un universo lleno de superstición, donde la vida de la gente está dominada por la religión. Un mundo víctima de la colonización, con una gran pobreza y muchos dictadores".

Gabriel García Márquez, en su casa de México el pasado mes de abril.
Gabriel García Márquez, en su casa de México el pasado mes de abril.INDIRA RESTREPO

Hacia un mundo de desigualdades insalvables

Gabriel García Márquez envió el siguiente texto, que fue leído en el homenaje celebrado en Nueva York:

"Gracias por acordarse de mí en estos tiempos de olvidos, y por enaltecer mi obra con un reconocimiento que me honra y me conmueve.

Por desgracia, desde que tengo memoria, el mundo no fue nunca menos propicio que hoy para celebraciones de júbilo y efemérides de gloria.

Más grave que los cataclismos y las guerras innumerables que han acosado al género humano desde siempre, es ahora la certidumbre de que los grandes poderes económicos, políticos y militares de estos malos tiempos parecen concertados para arrastrarnos, por los intereses más mezquinos y con las armas terminales, hasta un mundo de desigualdades insalvables.

Contra ellos, que son dueños de todo, no quedan más poderes que los de la razón, con las armas de la inteligencia y la palabra -que por fortuna son las nuestras- para inducirlos al último minuto de reflexión que hace falta para salvar el mundo".

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