El Protocolo de Kioto y la CEOE
"Lo que no puede continuar igual indefinidamente, no lo hace".
Esta simple sentencia se atribuye a Herbert Stein, presidente del Council of Economic Advisers en la Administración de Nixon, y pone en evidencia cómo ni siquiera los Gobiernos o los agentes sociales más poderosos pueden enrocarse en sus posiciones y negar la evidencia ante una situación. La citaba hace un par de días un columnista americano a propósito de la política de Bush en Irak, y me ha venido a la memoria al leer el artículo sobre las consecuencias del Protocolo de Kioto y la postura de la patronal CEOE.El Convenio Marco sobre Cambio Climático se firmo en 1992, y el Protocolo de Kioto, en 1997. Desde entonces, España no ha hecho sino ignorar la realidad, en vez de prepararse -como la mayoría de nuestros socios europeos- para conseguir una economía más limpia y menos voraz en recursos naturales: hoy ni siquiera tenemos, como se exigía ya en 1992, una estrategia nacional para hacer frente al problema. La CEOE en este tiempo no ha hecho sino mirar para otro lado y bloquear propuestas: se han sucedido grupos de trabajo de todo tipo convocados desde el Ministerio de Medio Ambiente, consumiendo su tiempo sin éxito alguno porque prácticamente cualquier medida era considerada como inasumible por nuestros empresarios. El rigor técnico en estos grupos quedaba demasiadas veces sustituido por la charla de café: en alguna ocasión se ha llegado a oír en alguno de esos grupos que habría que construir más carreteras para poder plantar árboles en sus márgenes y así tener una mayor capacidad de absorción de CO2.
Ahora, la CEOE hace pública su solución: que el conjunto de la sociedad pague por igual los costes derivados de la falta de sensibilidad ecológica de algunos sectores. De repente, principios casi sagrados de la economía, como la ineficiencia de una intervención pública en los mercados a través de subvenciones, o la necesidad de que los precios reflejen los costes reales para que los diferentes sectores productivos aumenten su competitividad, dejan de ser válidos... Como si eso resolviera los problemas. Kioto no es más que una etapa en el proceso. En 2005 se empezará a negociar el objetivo para 2020, y España no podrá mantener una posición muy diferente que el resto de sus socios de la UE, especialmente si éstos se están aproximando a sus objetivos de reducción. Es hora de empezar a abordar las reformas estructurales que no se quiere ni siquiera debatir desde hace seis años. De otra manera, no pondremos más que un parche provisional para ocultar el problema, la desviación con respecto al resto de Europa aumentará y las soluciones serán todavía más dolorosas. Espero que los responsables del Gobierno de mi país en algún momento se decidan a añadir a sus objetivos la convergencia medioambiental.
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