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Reportaje:

Fiebre cultural en Buenos Aires

La capital argentina afronta la crisis con una desbordada explosión de propuestas creativas

De seguir como va, la incesante producción artística de Buenos Aires pronto tendrá que fabricar público. No hay demanda que alcance para semejante oferta. A la organización intensiva de festivales, muestras y talleres de aprendizaje propuestos por el Gobierno de la ciudad se suman grupos privados y organizaciones sociales que convocan a una participación masiva. Sobre el fondo de un paisaje de pobreza económica, los ciudadanos desencantados de la política se refugian ahora en la militancia cultural.

El repaso de la actividad abruma. Cada fin de semana la cartelera teatral ofrece más de 60 obras en el circuito oficial, el off y el off-off, sin contar boliches, cafés-concierto, pequeños centros culturales, casas habilitadas como salas o reductos under que ofrecen experiencias "alternativas". Más de 100.000 personas asistieron al cuarto Festival Internacional de Artes Escénicas. El quinto festival de Tango y el Primer Campeonato Mundial de baile del tango atrajeron a casi 200.000. El próximo 28 de febrero comienza el sexto encuentro y ya hay más de 200 parejas apuntadas para el segundo Campeonato Mundial de Baile. El consagrado Festival Internacional de Cine Independiente batió este año todos sus registros de asistencia. A un dólar de coste, más de 120.000 personas agotaron las entradas. Y hay más, la Bienal de Danzas y el Festival de Guitarras del Mundo, entre otros.

Cada semana, la oferta teatral ofrece más de 60 obras y los festivales se llenan de público

El dinero no explica lo que sucede aquí. El célebre teatro Colón alquila sus salones para fiestas y vende las escenografías usadas que antes tiraba. Después de pagar salarios muy bajos, el Museo Nacional de Bellas Artes dispone de sólo 200 euros al mes para programar sus actividades. Se trata de algo más profundo que reconstruyen las personas, vinculado tal vez al instinto de supervivencia.

El estruendoso derrumbe económico de finales de 2001 con el que acabó otra "década infame" de la historia argentina, marcada por la liquidación del patrimonio del Estado y la corrupción, fue contestada en su momento con manifestaciones masivas y espontáneas de vecinos organizados en "asambleas populares" y reunidos en la furia de una sola consigna: "Que se vayan todos". La crisis no sólo se llevó ahorros, bienes, ilusiones y proyectos que rebajaron a un estadio de pobreza a la tradicional clase media porteña, también arrastró con ella a la militancia política de partidos.

Claudio Pustelnik, director del Programa Festivales de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, coincide en que "no hay una sola causa" que explique este estado febril. En su opinión, "la gravedad de la crisis contribuyó a que la gente buscara identidad y raíces, el Gobierno estimuló esa necesidad organizando cursos, talleres y conferencias. Hubo en especial una explosión del teatro y decidimos crear Proteatro, un fondo de subsidios de hasta 1.000 euros para salas y grupos teatrales independientes".

"Buenos Aires lee", se anunciaba la pasada semana en las carteleras. El tránsito de coches de la tradicional calle Corrientes se interrumpió y las calles y los bares de la zona se llenaron de escritores, actores y personalidades de todos los ámbitos, como el entrenador de fútbol Ángel Cappa, dispuestas a leer cuentos, poemas y textos a parroquianos y transeúntes.

Fernando Esteves, director editorial de Alfaguara, traza el mapa de la industria editorial en estos términos: "El mercado se ha concentrado en menos clientes y en los principales centros urbanos. La no ficción y el autor extranjero siguen predominando sobre la narrativa y el autor nacional. La tirada media es de 3.000 ejemplares; la venta promedio de literatura es de unos 1.500 ejemplares. Creció la exportación, pero la importancia del comprador extranjero, el turista, en librerías ha disminuido desde que comenzó a recuperarse la cotización del peso con respecto al dólar. La ausencia de material importado empobrece la oferta".

A pesar de todo, Esteves es optimista porque a su juicio "la industria tiene profesionales competentes en todos los sectores y está actualizada tecnológicamente. Además hay una nueva generación de autores interesantes a los que no hemos sabido difundir en el exterior de la forma en la que lo hecho el cine, por ejemplo. Habrá que hacer una campaña para 'poner de moda' la literatura argentina. Aquí no falla la materia prima, sino el marketing".

Cada noche la ciudad es un hervidero de cartoneros que revisan la basura para recoger papeles, plásticos y deshechos de comida, y de miles de estudiantes que colman las aulas en las universidades y escuelas de cine, teatro, periodismo, fotografía, pintura, música y en los talleres donde se aprende a bailar tango. Los barrios se transforman. El tradicional Palermo es ahora un barrio "de diseño" llamado "Palermo Hollywood" por la cantidad de tiendas y bares que se instalaron en los dos últimos años. El histórico San Telmo disputa la vanguardia y el Gobierno estimula la recuperación de los barrios del sur. Los buenos aires aún no se respiran a todo pulmón, pero al menos el corazón de la gente vuelve a latir con fuerza.

Teatro Colón de Buenos Aires.
Teatro Colón de Buenos Aires.REUTERS

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