Sontag anima a luchar contra el esclavo que tenemos dentro
La intelectual estadounidense revela en Gijón la fuerza interior que le ayuda a luchar por la libertad
Anunciaban conferencia en el teatro Jovellanos de Gijón ayer por la tarde. Pero Susan Sontag (Nueva York, 1933), ganadora del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2003 con la marroquí Fátima Mernissi (Fez, 1940), la convirtió en un diálogo casi íntimo con sus lectores. Ante un auditorio abarrotado de público joven, entregado y mayoritariamente femenino, Sontag habló de literatura, de lucha, de resistencia. Pero sobre todo habló de sí misma: "No sé mucho de mí porque apenas pienso en ello, pero sí sé una cosa: que cada vez que oigo la palabra libertad me siento un poco más libre. Y sé también que todos tenemos que derrotar al esclavo que tenemos dentro si queremos vivir con libertad. Porque ese esclavo es el que nos impulsa a obedecer y a cumplir las normas".
"Éste es un teatro maravilloso, pero hoy no es el día de hacer teatro. No ser sincera es siempre un esfuerzo extra para mí, así que voy a hablar sin pensar. El día de pensar y de representar un papel es mañana [por hoy], el día de la ceremonia y de la entrega del premio. Yo no creo en los premios, hay muchos necios que los reciben y mucha gente estupenda que jamás recibe uno. Lo cual no significa que éste no sea maravilloso".
Así empezó Sontag su charla, seduciendo completamente a las 800 personas que desafiaron el agua para ir a oírla. Luego, la autora de Yo, etcétera contó muchas cosas que explican cómo fue el proceso que ha convertido a una niña soñadora en una de las intelectuales más combativas de su tiempo. Contó, por ejemplo, que se enamoró del arte y la literatura desde muy pequeña porque el mundo real le parecía pequeño y quería uno más grande. "En el cine, en la radio y en los libros el mundo se hacía más amplio. Eran sólo formas narrativas, pero te daban mucha vida interior. Te daban fantasía, lo cual era mejor que lo que yo tenía. Pero los mayores te negaban el acceso a ese mundo. Y por eso no disfruté plenamente mi niñez, porque ansiaba otra cosa".
Esa cosa era la libertad, los viajes, la creación, la utopía; ideas que, dijo, se ganan a base de luchar no sólo con los demás, sino sobre todo con uno mismo: "Yo fui una niña enferma, tuve asma, y muy solitaria. Esa soledad me dio una fuerza especial. Eso y conocer la muerte de muy joven. Eso también me ayudó a luchar contra el esclavo que todos llevamos dentro. Hay una parte en nosotros que sólo quiere obedecer, cumplir las reglas que le impone la autoridad. Yo puedo parecer muy libre, pero no siempre he sido así. Yo lucho cada día contra ese esclavo que quiere que piense y sienta como los demás".
Hay trucos para vencer esa servidumbre. Uno, fundamental, es la autocrítica. Aunque a veces pueda resultar frustrante: "Tengo 70 años, llevo 40 escribiendo y a veces pienso que debería sentarme a recoger los frutos de lo que he hecho. Cuando escribo me siento dividida. Quizá lo que hago es bueno, pero no es desde luego lo que yo quiero escribir. De joven escribía mucho más deprisa, ahora cada frase es un crucigrama, aunque es verdad que mi ambición es mucho más grande ahora. Si viviera 100 años no me daría para hacer todo lo que quiero".
El otro recurso para ser más libres, añadió Sontag, es la literatura: "Cuando somos adultos y vivimos los dramas laborales y familiares, mantener el contacto con el arte es indispensable. Es lo único que nos fecunda por dentro, lo que nos ayuda a ser realmente mejores".
Los aplausos interrumpieron varias veces las palabras de la autora de En América, su última novela hasta ahora, de la que dijo que se siente muy orgullosa. También es la favorita de la escritora asturiana Carmen Gómez Ojea, que fue la encargada de presentar a Sontag y la definió como "empática, simpática, despertador de conciencias adormiladas, generosa y compasiva", y como "una viajera tan inquieta como lord Byron, siempre entre llamas y conflictos". Sí, pero la simpatía no es suficiente, respondió Sontag. "A veces es una manera de excusarse ante uno mismo, de mirar hacia otro lado. Nosotros somos la parte privilegiada del mundo, pero somos una parte muy pequeña. El 75% del mundo vive en la mierda, y la mitad de los niños del planeta se van a la cama con hambre".
Sontag había aparecido media hora tarde con su fabulosa melena negra, pero nadie rechistó. Al final, una entusiasta ovación despidió a la escritora, que también dijo que su nuevo libro, Ante el dolor de los demás (Alfaguara), que presentará el martes a las 20.00 en la Casa de América de Madrid, es el producto de su experiencia en Sarajevo, donde vivió durante tres largos años el asedio militar serbio. "Estados Unidos no sabe lo que es la guerra. Y por eso se lo piensa poco al montar batallas. Yo sé lo que es. Viví bajo las bombas y vi morir gente todos los días. Sé lo que es el dolor de la guerra".
Sontag vino a Asturias en coche con su hijo, David Rieff, que también es escritor. Y no olvidó citar la Cumbre de Donantes de Irak que se celebra en la capital: "Estados Unidos decidió atacar Irak porque era el objetivo militar más fácil: un Estado débil con un dictador muy odiado. Era fácil de conquistar pero está siendo más difícil de gobernar. Ahora pide ayuda a Europa, y quizá sea raro, o quizá no tanto. Los países dominantes mandan y los demás obedecen sin rechistar".
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