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51º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Robert Duvall, un vaquero a ritmo de tango

El veterano actor estadounidense, de 72 años, recibe el Premio Donostia por su filmografía

Elsa Fernández-Santos

Robert Duvall asegura que si no hubiese sido actor habría sido vaquero. Por su manera de hablar y sus botas es fácil suponerlo. Pero este hijo de militar no encontró obstáculos para hacer lo que quería y muy pronto se subió a un escenario. "Quiero ser un actor muy versátil, hacer de todo", afirmó ayer en San Sebastián, poco antes de recibir de manos del actor argentino Federico Luppi el Premio Donostia. "Mi familia siempre impulsó mi carrera, tuve mucha suerte", añadió este actor, que debutó a principios de los años sesenta en una de las películas más legendarias de la historia del cine, Matar a un ruiseñor: "Me vieron haciendo de borracho en una obra de teatro y me eligieron, era un papel muy pequeño, pero desde entonces no he parado".

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Duvall asegura que Argentina (quien le ha visto bailar tangos con su mujer dice que el actor es un verdadero virtuoso) es hoy el lugar de sus sueños. Allí se ha casado y allí ha rodado una película, Assasination tango. "Buenos Aires es mi ciudad favorita, la prefiero a Nueva York o a cualquier otra. Me encantaría hacer una película con Juan José Campanella; cuando lo digo la gente me mira como si fuera un loco, pero para mí su Hijo de la novia es mejor que una película de Billy Wilder".

El encuentro de Duvall con los periodistas fue el menos concurrido del certamen. Con la sala del Kursaal medio llena, la conferencia de prensa se abrió con una pregunta sobre el anterior premio Donostia, Sean Penn. A Duvall no le hizo gracia. Con un gesto duro y los ojos apuntando, contestó: "Hace buenos trabajos, pero él no me gusta. No comparto su punto de vista sobre la guerra de Irak. Los actores no debemos provocar debates políticos, no tenemos suficiente información. Los actores de Hollywood que hacen declaraciones proféticas y profundas me hacen sentirme avergonzado. Yo no estoy aquí para cambiar el mundo ni para ser el secretario de Estado de mi país. Yo estoy aquí para hacer bien mi trabajo, nada más".

"Soy un actor de carácter y nunca me ha importado", continuó Duvall. "A veces, los actores como yo podemos sentir celos de los protagonistas, muchas veces te preguntas si podrías hacer cierto tipo de papeles para los que nunca te llaman. Pero ser un actor de carácter tiene muchas ventajas. Haces grandes trabajos y viajas por todo el mundo sin tener que llevar el peso de la película. Eso está muy bien".

Además del Premio Donostia, Duvall presenta en San Sebastián la película que hoy clausura el festival, Open range, un filme del Oeste dirigido por Kevin Costner que narra el enfrentamiento entre viejos y nuevos vaqueros. "El western es nuestra cultura, nuestro gran género", cuenta Duvall. "Los ingleses tienen a Hamlet, a Shakespeare; los franceses, a Molière; los rusos, a Chéjov, y nosotros tenemos las grandes praderas. El western es lo nuestro. Si yo no hubiese sido actor hubiera sido vaquero".

Duvall confesó ayer que siempre se arrepentirá de haber rechazado el papel protagonista de Tiburón y cómo trabajar en cuatro películas de Francis Ford Coppola (La conversación, El Padrino, El Padrino 2 y Apocalipse now) ha marcado su carrera. "No participé en la tercera parte de El Padrino porque no llegamos a un acuerdo, fue un problema de negociación. De todas formas, para mí es la peor de las tres partes. Pero mi amistad con Coppola no se ha roto; de hecho, él es el productor de mi última película. Coppola nos lanzó a todos, fue el catalizador de una generación entera de actores. Le debemos mucho".

Mientras prepara una nueva versión de la novela de Hemingway El viejo y el mar (que ya interpretó Spencer Tracy), el veterano actor disfruta "de unas vacaciones". Con una gorra de béisbol azul, logra moverse por la calle con su mujer y pasar inadvertido. Tiene una extraña frialdad que se rompe cuando habla de boxeo o de fútbol, cita un combate o un partido con pasión y las distancias se acortan.

"Me gusta llamar a los viejos amigos y hablar de deportes con ellos. Este trabajo es muy caprichoso y te aleja mucho de la gente que aprecias, pero cuando yo veo un buen partido o jugar a alguien como Michael Owen llamo a los amigos para comentarlo".

Duvall dice que ser actor es como "ser un niño que juega a las casitas". "No sé explicar qué es lo que me mueve a elegir un papel. Para mí, la diferencia es la misma que establece un crítico gastronómico con la comida o uno de cine con una película. Ellos tiene una relación intelectual con el plato que prueban. Yo establezco una relación puramente emocional, me mueve el estómago, nada más. Soy actor, escojo un papel porque me sale de las entrañas". "Me he equivocado muchas veces", añade; "lo sé, y sé que es inevitable, aunque llegues al área no siempre metes gol. Hasta los mejores atletas fallan, pero no importa, es parte del juego".

Robert Duvall, anoche, tras recibir el Premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián. 

/ JESÚS URIARTE
Robert Duvall, anoche, tras recibir el Premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián. / JESÚS URIARTE
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Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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