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51º FESTIVAL DE CINE EN SAN SEBASTIÁN

De las muy diversas cloacas del poder

Gerardo Herrero presenta 'El misterio de Galíndez', basada en la obra de Vázquez Montalbán

Ángel S. Harguindey

Por el vestíbulo del hotel María Cristina deambulaban o recibían visitas y peticiones de entrevistas individuales Harvey Keitel, Manuel Vázquez Montalbán, Gerardo Herrero, Eduard Fernández, Guillermo Toledo y Reynaldo Miravalles, es decir: una buena parte del equipo artístico, el autor del libro y el responsable de El misterio de Galíndez, el filme que se proyectó en la noche de ayer, en el marco destinado a la selección oficial aunque fuera de concurso.

Es, sin duda, el mayor empeño de su coproductor y realizador, y una de las películas mayoritariamente española más ambiciosas de la presente temporada. La sola presencia de Harvey Keitel en uno de sus papeles protagonistas, y el saber que su presupuesto superó los seis millones de euros, explica sobradamente el riesgo de la apuesta.

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Galíndez, la novela de éxito de Manuel Vázquez Montalbán sobre la que se vertebra la película de Herrero, con las inevitables y probablemente convenientes modificaciones, analiza la oscura desaparición de ese oscuro personaje histórico, destacado militante del Partido Nacionalista Vasco, exiliado tras la Guerra Civil, primero a Santo Domingo, donde colaboró con el dictador Trujillo, y después a Nueva York, donde impartió clases en una de sus universidades, colaboró con el FBI y, probablemente, con la CIA. Finalmente, fue secuestrado en marzo de 1956 y desapareció.

Las indagaciones académicas de una universitaria estadounidense (Saffron Burrows) tras el rastro de Galíndez 30 años después de su presumible muerte y la inquietante presencia de un veterano agente de los servicios secretos norteamericanos (un espléndido Keitel) permiten trascender la trama histórica para situarla en unas coordenadas más intemporales: las de las perversiones de los servicios de seguridad de los Estados que, amparados en nombre de principios grandilocuentes, desarrollan la sucia labor de eliminar a quienes molestan. Con ello, el oscuro Galíndez pasa a ser uno más de una interminable lista de víctimas que abarca todas las ideologías y banderas imaginables y que, naturalmente, llega hasta nuestros días.

Callejón sin salida

Uno de los aciertos evidentes del filme de Gerardo Herrero es su alejamiento de los maniqueísmos, por otra parte tan confortables para la pereza mental de quienes se creen en posesión de la verdad absoluta. El oscuro Galíndez no es un héroe legendario -y así lo pone de manifiesto el discreto silencio que mantienen sus conmilitantes sobre el personaje real- ni, probablemente, el gran traidor. Es un ser humano con sus pequeñas miserias y grandezas, también pequeñas, al que le tocó vivir en un tiempo y en unas circunstancias difíciles en las que las contradicciones entre el pragmatismo y los ideales le llevaron a un callejón sin salida. En realidad, como señalan con constancia el realizador y el autor del libro, la capacidad de supervivencia está de parte de quienes, como el veterano agente Robards, se adaptan impecable e implacablemente a todos y cada uno de los coyunturales ocupantes, legítimos o ilegítimos, del poder. En resumen: un notable filme en el que lo histórico se entremezcla y narra a modo de un thriller que se desarrolla en las cloacas de los Estados.

La segunda película proyectada ayer en la sección oficial, esta vez a concurso, fue la danesa Arven (Inheritance) -en castellano, La herencia-, del realizador Per Fly. Dos interminables horas de una especie de apología del calvinismo en las que se demuestran que un hijo de la gran burguesía industrial danesa proclive a disfrutar de los pequeños placeres de la vida es capaz, llegado el momento, de salvar la empresa siderúrgica familiar a costa de destruir todo aquello que le proporcionó satisfacción, desde el amor y el sexo de su espléndida primera mujer, a la gastronomía. Todo parece indicar que la sombra de Carl Theodor Dreyer no sólo es alargada sino que cuando cobija a realizadores mediocres como el citado Fly, coautor del guión, el resultado justifica sobradamente la decisión del padre del protagonista: se ahorca al poco de comenzar la película.

Eduard Fernández, Guillermo Toledo, Harvey Keitel y Gerardo Herrero (de izquierda a derecha), ayer, en San Sebastián.
Eduard Fernández, Guillermo Toledo, Harvey Keitel y Gerardo Herrero (de izquierda a derecha), ayer, en San Sebastián.JESÚS URIARTE

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