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Entrevista:Ricardo Lagos | Presidente de Chile | CHILE, 30 AÑOS DESPUÉS DEL GOLPE / 4

"Hemos logrado la subordinación del poder militar al civil"

Ricardo Lagos acompañará hoy en el palacio de la Moneda a Hortensia Bussi, la viuda de Salvador Allende, y a Isabel Allende, su hija y presidenta de la Cámara de Diputados, en un homenaje al presidente que decidiera quitarse la vida el 11 de septiembre de 1973 tras el bombardeo despiadado que prácticamente destruyó la sede del Gobierno. Aquel día 11, Lagos era "más un profesor universitario" que un político. En cambio, el presidente de Chile se siente mucho más cómodo con la fecha del 5 de octubre de 1988, cuando Pinochet fue derrotado en el plebiscito que había convocado para proclamarse dictador vitalicio, y desalojado del Gobierno, que no del poder.

De todos los presidentes de la transición iniciada en 1990, Lagos es quien ha conseguido la mayor subordinación de los militares a las autoridades civiles. Aunque perviven en Chile importantes condicionamientos impuestos por Pinochet, como el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena), en el que participan los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y el director de Carabineros -teóricamente inamovibles por el presidente-, Lagos ha conseguido vaciar su contenido. El presidente recibió a EL PAÍS la semana pasada en La Moneda. He aquí los tramos más importantes de la conversación:

"Creo que podemos terminar con una Constitución con certificado de calidad"
"Hoy existe consenso sobre el 'nunca más' a los hechos que ocurrieron en Chile"
Más información
"Tenemos una democracia coja"
Los procesos de Santiago
El 'destape' de Salvador Allende
Relato desde La Moneda
Allende eclipsa a Pinochet en el 30 aniversario del golpe militar en Chile
Nixon dio la orden de acabar con el régimen de Allende

Pregunta. Lo determinante en su historia política fue su participación en la campaña del no en el plebiscito convocado por el general Pinochet, el 5 de octubre de 1988.

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Respuesta. Los chilenos están muy preocupados con los 30 años del Once porque en el fondo han visto la otra cara de la historia. Pero lo interesante es que se produce cuando se van a cumplir en pocos días 15 años del no. El primero tiene más que ver con el pasado, el segundo con el futuro, pero no se puede construir bien el futuro sin conocer bien el pasado. Y en eso estamos.

P. Usted estaba vinculado al Partido Socialista el Once. ¿Pero cómo era su actividad entonces?

R. Yo era un académico. Inmediatamente después del golpe militar, aquello que era una militancia tranquila se transforma en un hecho complejo, ya que mucha gente se exilia o cae presa o están clandestinos. A partir de 1978 o 1979 paso a tener una mayor relevancia política.

P. ¿Qué dinámica explica la inmersión en el Once que se vive en el país?

R. Mientras usted diga "no hay detenidos-desaparecidos, no es cierto que hubo torturados", y siga en esa línea de negación, hay una mitad que dice que es cierto, otra mitad que no. Pero cuando repentinamente usted ve una televisión, periódicos que dan cuenta de lo que pasó, señores que se arrepienten y te dicen "sí, yo torturé"... En ese momento, tiene lugar la situación en la que estamos: se explica por qué se produjeron los acontecimientos. Hay un revival de las discusiones sobre las causas. Cuando la televisión retransmite las escenas del bombardeo de La Moneda hace 30 años, que no se habían visto nunca, eso produce un impacto enorme. El 50% de la población de Chile o no había nacido en 1973 o tenía cuatro o cinco años, por lo que no tenía noción de lo que sucedía. La mitad de Chile ha estado viendo en las últimas semanas algo que nunca había podido ver antes.

P. Este revival de la virulencia en los discursos, ¿no se podía haber evitado si entre los socios de la coalición gubernamental se hubieran planteado los homenajes de manera consensuada?

R. Estoy muy sorprendido porque, en efecto, yo era partidario de ese consenso. Los socialistas y demócrata-cristianos venimos trabajando juntos desde 1981 o 1982. Hoy existe consenso sobre el "nunca más" a los hechos que ocurrieron en Chile. Si esto es así, el regreso a las causas de lo que se generó nos toca a todos. Lo que hemos pretendido hacer como Gobierno no es, como se ha dicho, un acto de homenaje a un presidente. Lo que tenemos que reivindicar es el fin de un periodo y la necesidad de restablecer un sistema republicano y democrático de gobierno orientado al futuro. Y en estos 30 años hemos hecho un largo recorrido para llegar a ello. El que podamos hablar de estas cosas habla de un país que es capaz de recuperarse.

P. Hay todavía sectores políticos que defienden activamente el legado de Pinochet, ¿siguen teniendo gran peso?

R. Hay un sector muy minoritario que no acepta de verdad el Chile actual, no acepta que yo esté sentado aquí, que se da cuenta, y yo diría que es lo más grave para ese sector, que si bien la Constitución [de 1980, durante el régimen de Pinochet] no se ha cambiado, sí se modificado la relación entre poder civil respecto del poder militar. Y la que existe hoy es una relación distinta. Ese sector siente nostalgia de un mundo que se fue.

P. El general Juan Emilio Cheyre, comandante en jefe del Ejército, ha asumido desde junio pasado un gran protagonismo en la política chilena. ¿No cree que ese papel estelar es un arma de doble filo?

R. Los actuales comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas -no sólo Cheyre- se dan cuenta de que las instituciones armadas tienen también un código de conducta en el mundo. Por ejemplo, si a usted le dicen que los comandantes en jefe de un país europeo se reúnen para hacer un planteamiento al primer ministro, en Chile, hasta hace un tiempo, eso parecía normal. Ahora, no. Una comprensión por las Fuerzas Armadas de que esa conducta es incorrecta resulta un paso adelante.

P. Jueces, ministros de la Corte de Apelaciones y de la Corte Suprema albergan temores de que su Gobierno les encomiende encontrar alguna salida para dar por terminado el problema de los derechos humanos. ¿Es infundado?

R. Una ley de punto final no fue posible, no es posible. Los juicios van a continuar. Eso no quita para que uno diga "me gustaría que los juicios terminen". Los juicios eternos tampoco nos parecen adecuados. Las Fuerzas Armadas se dan cuenta, además, de que también están rindiendo examen ante el mundo.

P. El Parlamento chileno sigue sin aprobar la convención sobre imprescriptibilidad de crímenes de lesa humanidad que Chile ha ratificado. Por tanto, no puede prevalecer sobre el decreto de autoamnistía de Pinochet.

R. Claro, así es. Ahí hay un tema que los tribunales tienen que analizar. Aun en el caso de que usted pudiera derogar la ley de amnistía, muchos juristas le dirían que en presencia de ambas leyes, como hubo una ley que a usted le exculpó y otra ley que no lo exculpa, por el principio pro-reo igualmente, aunque se derogue la ley de amnistía, terminarían aplicándosela. Ésa fue la razón por la cual he planteado en la propuesta de derechos humanos el tema de la inexigibilidad de otra conducta. Hubo soldados conscriptos que fueron fusilados por negarse a fusilar en 1973. A los soldados que les reemplazaron y cumplieron la orden de fusilar, ¿los condeno? Ningún juez los va a condenar. En cambio, creo que será difícil amnistiar a los que planificaron y organizaron la represión desde el aparato estatal ejerciendo el terrorismo de Estado. En fin, eso les corresponderá a los tribunales.

P. La ley de amnistía es una espada de Damocles. ¿No cree que al final habrá que toparse con ella?

R. Así es. Quiero decir que enviamos un proyecto para derogarla en 1992. No hubo respaldo. Lo que ocurre también es que, hasta que usted no encuentra los cuerpos de las personas asesinadas, tiene dificultades para probar el delito. Pero, en fin, no vamos a entrar en eso.

P. En el meridiano de su mandato, ¿está conforme con lo que ha hecho? ¿Qué tiene en mente para los dos años y medio que le quedan?

R. A lo mejor soy muy optimista... Manejar los tiempos en política es fundamental. En Chile, los gobiernos duran seis años y no existe reelección. Usted tiene una visión del paisaje que desea tener al final de su mandato. ¿Qué cosas del paisaje ya están puestas? Está, claramente, la subordinación del poder militar al poder civil. Está la consolidación del sistema republicano. También, desde el punto de vista económico, está un país que ha sido capaz de abrirse al mundo. Ahora, lo determinante son las políticas sociales. Lo anterior, sin ellas, no funcionará. Ningún país es capaz de competir en el mundo sin un alto grado de cohesión social. Por ello, creamos un modesto seguro de desempleo, aprobamos una reforma laboral. Hay 220.000 familias en condiciones de extrema pobreza. Vamos a solucionar ese problema de aquí al final del mandato. Temas pendientes: cómo se culmina la reforma de salud -lo más complejo que tengo entre manos-, cómo se mejora el financiamiento y acceso a la educación superior, cómo incrementar fondos de ciencia y tecnología. Y todo esto en un contexto de una mayor descentralización en el país.

P. Tencha Allende dice que en Chile hay una democracia "coja". ¿Esta cojera es irreversible?

R. Yo siempre sostuve que la transición iba a terminar con una Constitución que tenga certificación de calidad. Creo que podemos terminar con una Constitución de la cual se eliminen instituciones como el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena), la subordinación de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, los senadores designados y vitalicios. Pero no va a haber acuerdo en el sistema de elección. La derecha seguirá aferrada al sistema binominal. Al margen de esto, hay un relativo optimismo de que esta democracia pueda dejar de estar coja. Dicho esto, hemos avanzado más en la sustancia del sistema democrático que en la expresión constitucional del mismo. Nunca se ha usado el Cosena, nunca dos comandantes en jefe han hecho uso de sus atribuciones para convocarlo, lo que vacía su contenido.

Ricardo Lagos, durante una visita a una escuela en Santiago, en febrero pasado.
Ricardo Lagos, durante una visita a una escuela en Santiago, en febrero pasado.REUTERS

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