El legado del editor Carlos Barral queda depositado en la Biblioteca de Catalunya
Los manuscritos del editor han vivido una travesía del desierto velados siempre por su viuda
Técnicos de la Biblioteca de Catalunya recogerán esta mañana el legado de Carlos Barral (1928-1989) de la casa de su viuda, Yvonne (Hortet) Barral. En unas cuarenta cajas se embalarán los manuscritos de Años de penitencia, Los años sin excusa, Cuando las horas veloces y Metropolitano, sus diarios, sus proyectos inéditos, sus papeles políticos, incluso sus cartillas escolares. La Biblioteca de Catalunya y el Ayuntamiento de Calafell (propietario del legado) han firmado un convenio por el que éste quedará depositado en la institución por un mínimo de tres años y un máximo de cinco.
En diciembre próximo se cumplirán 14 años de la muerte de Carlos Barral y, hasta hoy, su legado no ha encontrado depósito. Durante este tiempo ha estado al cuidado de su viuda, que ha tenido que enfrentarse a enormes dificultades, como explica ella, siempre con la ayuda inestimbale de Alberto Oliart, amigo desde la juventud de Barral.
"El Ayuntamiento de Calafell es el titular y nosotros prestamos un servicio al patrimonio cultural y lo hacemos muy a gusto", explica la directora de la Biblioteca de Catalunya, Vinyet Panyella. "
El convenio, firmado entre la biblioteca y el ayuntamiento, que lo aprobó por unanimidad, y que contó con el beneplácito de Yvonne Barral, establece que el legado del editor permanecerá entre tres y cinco años en la Biblioteca de Catalunya. "Es el tiempo que se supone será necesario para que el Centro Carlos Barral de Calafell esté en condiciones de albergarlo", afirma Panyella. ¿Y qué pasará si en cinco años no está listo? "La dos partes se pueden poner de acuerdo para prorrogarlo".
Se empezará a trabajar enseguida. "A partir de septiembre será ya accesible a los investigadores. Al mismo tiempo emprenderemos una catalogación exhaustiva, que nos llevará entre año y año y medio. Una copia será enviada a Calafell y otra a Yvonne Barral".
Todo será digitalizado y, cuando sea depositado en Calafell, una copia permanecerá en la biblioteca, como seguridad, y también para que pueda ser consultada. "Es la política que seguimos con todos los fondos de autores", dice Panyella. "Por parte del ayuntamiento todo han sido facilidades y quiero que esto quede muy claro".
Felicidad y nostalgia
Para la viuda de Barral, hoy es un día de felicidad y nostalgia. Felicidad, porque, por fin, siente que la memoria de su marido está a salvo, y nostalgia, porque se separa de esos manuscritos por los que tanto ha peleado durante 13 años.
"Lo de los papeles del Barral es una historia larga", cuenta su viuda. "Cuando murió Carlos, el entonces alcalde, Josep Maria Triadó, que por cierto ha salido reelegido en las últimas municipales, vino a darme el pésame y me dijo que estaban interesados en comprar la casa y también los manuscritos. Mis hijos y yo dijimos que teníamos que pensarlo".
Y lo pensaron. Querían que la casa -una botiga de pescadores- se conservara tal como estaba. "El padre de Carlos era un apasionado de la pesca y en los años veinte alquiló primero una casa y luego compró. Cuando nacieron sus hijos, adquirió otras dos y las comunicó por dentro. Cuento todo esto para explicar lo muy importante que esa casa y Calafell fueron para mi marido. Nació un mes de junio y ya pasó allí el primer verano de su vida. Calafell era el paisaje de Carlos, el de su infancia, el de su padre, que murió cuando él tenía siete años, el del mar, que tanto influyó en su obra. Allí nos casamos".
"Queríamos que la casa se conservara", repite. "Pero no teníamos dinero para mantenerla, estaba construida sobre la arena, tenía mucha humedad. Así que al final, decidimos que la única manera de preservarla era venderla al ayuntamiento, con una doble intención, como patrimonio del pueblo, que está perdiendosus raíces, y como memoria de Barral. Y también para darles en las narices a todos los constructores y especuladores".
Tras 10 años de negociaciones, en 1999, por fin Yvonne Barral vendió casa y legado. Le dieron 68 millones de pesetas. "En el acuerdo de compra-venta quedó muy claro que debía convertirse en un centro cultural dedicado a Barral".
Empezó un viacrucis, los ayuntamientos cambiaban, "con tránsfuga incluido y no se adelantaba nada". Hace dos años, la Generalitat dio una subvención de 120.000 euros para poner la casa en condiciones. "Sobre todo se eliminó la humedad, la verdad es que las obras estuvieron muy bien, dejaron la casa tal como estaba, pero en buen estado".
¿Y el legado? "En la casa no se podía instalar. Me propusieron la biblioteca municipal, pero había goteras, no había medidas anti-incendios, no había alarma. Dije que no. Además, Carlos les había donado ya en vida 2.000 libros y vi que algunos habían desaparecido". Luego, le ofrecieron un espacio junto a una oficina de la policía municipal. Volvió a decir no.
Mientras, el Departamento de Cultura de la Generalitat encargó un proyecto sobre una Casa Museo Carlos Barral y se lo hicieron llegar al anterior alcalde. "Ni se molestó en contestar", afirma Yvonne. Admite que en algún momento se arrepintió de haber vendido casa y legado. "Se ha perdido tanto tiempo y ha sido muy perjudicial para su memoria y obra".
Hace dos años se iniciaron las negociaciones con la Biblioteca de Catalunya. "La relación que hemos tenido con Yvonne ha sido muy bonita", asegura Vinyet Panyella. "Ha cuidado muy bien los papeles de Barral. Ha hecho lo que tenía que hacer: no ha parado literalmente hasta conseguir lo más adecuado".
Babelia
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