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Los papeles del editor que sacaba matrícula de honor

Dicen que Carlos Barral era un poco desordenado, pero hay que ver las cosas que guardó y que ahora forman parte de su legado. Por ejemplo, sus cartillas escolares de cuando iba al colegio de los Sagrados Corazones: tenía notas muy buenas y siempre matrícula de honor en lengua y literatura.

Ver los papeles de Carlos Barral resulta emocionante: están los manuscritos de libros tan imprescindibles como sus memorias: Años de penitencia y Cuando las horas veloces. En la carpeta de su novela autobiográfica Penúltimos castigos, está, además, del original y fotocopia, las fichas de los personajes y también todos los datos del proceso de la querella por injurias que le interpusieron en 1983. En la de Metropolitano (1957) se adjunta la autorización del Ministerio de Cultura: el expediente 2594. En otra carpeta, el original de la plaquete Las Aguas reiteradas (1952), lo primero que publicó.

En las cajas que hoy se lleva hoy la Biblioteca de Catalunya, están los 13 cuadernos originales de sus diarios, que durante más de 30 años escribió en maquetas de libros en blanco, de caligrafía difícil, escritos en varios idiomas (castellano, catalán, francés, inglés, alemán, latín griego). Un año antes de su muerte, Barral encargó a la escritora Carme Riera y al editor Mario Muchnik que editaran estos diarios. Aparecierón en 1993 con el título de Los diarios 1957-1989.

Están asimismo los dos primeros capítulos de Memorias de Infancia, en las que trabajaba cuando murió. Fueron incluidos en la edición de Años de penitencia que Tusquets sacó en 1990. Las carpetas dedicadas a sus poesías contienen además de los manuscritos, las múltiples versiones que hizo, apuntes, correcciones, lo que permitirá algún día hacer una edición crítica.

Inéditos

En el legado de Barral hay lo que todo el mundo espera encontrar más algunas sorpresas: Sèrgia, proyecto de novela a cuatro manos que pensaban escribir Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma. Se quedó en cuatro páginas. El libro inacabado e inédito El azul del infierno, sobre Patinir, que le encargó Plaza & Janés. Curiosamente, aunque estuviera sin terminar, se le encargó un prólogo a Manuel de Lope y Las mentiras de Ulises, un cuento que se quedó a medias.

Barral dejó una abundante correspondencia con Vicente Aleixandre, Caballero Bonald, Bryce Echenique, Giulio Einaudi, María Zambrano, Alberto Oliart, Gil de Biedma, Jaime Salinas... También material sobre su trabajo en el Senado o como eurodiputado, artículos periodísticos (algunos ya reunidos en Observaciones a la mina de plomo, Lumen, 2002), sobre sus traducciones (Sonetos a Orfeo, de Rilke, por ejemplo) o sus conferencias grabadas en cinta...

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