El muchacho que leía a Jenofonte y encontró el mar
Mucha de la sangre literaria de Arturo Pérez-Reverte está en el Mediterráneo y en los territorios hostiles. El escritor de Cartagena ha sido siempre fiel al mar y a los hombres en peligro, pero también a todos los que han buscado el agua y la tierra firme y amiga en sus letras desde el inicio de los tiempos. Ayer lo recordaba Gregorio Salvador en su discurso de contestación, cuando contaba cómo uno de los primeros despertares del autor a la literatura fue la época en la que traducía y leía con avidez a César, a Virgilio, a Horacio, a Homero y, sobre todo, a Jenofonte: "Su prosa se va haciendo con las traducciones de la Iliada y la Odisea, con la que su imaginación se va poblando de aquellos héroes del mundo antiguo. Pero es la Anábasis el libro que más lo influirá y que marcará decisivamente toda su obra", aseguró.
"Soldados perdidos en territorio enemigo, sin retaguardia que los proteja, es un tema recurrente en sus relatos, porque ésa es la gran metáfora de la vida para Pérez-Reverte. El hombre no es más que un soldado perdido en territorio hostil. Aquel muchacho que traducía el relato de Jenofonte recuerda ahora, recordará siempre, la más fuerte impresión literaria de su vida", decía Salvador, que glosó toda la trayectoria de este escritor y dejó clara la intención de la Real Academia Española de no caer en el mismo error que la francesa, "que no incorporó nunca a Alejandro Dumas, con quien tan vinculado se siente nuestro novelista, al que algún crítico ha llamado afectuosamente el quinto mosquetero".
Sujeto, verbo y predicado
Y de los clásicos toma Reverte, según Salvador, su Biblia en la escritura: "El novelista que recibimos explica así su literatura: 'Mi único secreto es muy simple y está al alcance de cualquiera: planteamiento, nudo y desenlace, las comas en su sitio, y sujeto, verbo y predicado". Unos mandamientos que Reverte, según Salvador, resume en uno: "Escribo como lector". Y los temas: "El honor, la amistad, la aventura, el mar, el peligro, el tesoro, el laberinto, el enigma", resumió Salvador.
Son los ingredientes con los que Reverte ha cocinado siempre su forja literaria, que empezó tarde, a los 35 años, tras un paso famoso por el periodismo. Desde El húsar, que se acogió con discreción y que Salvador reivindicó como alegato contra la guerra, hasta La reina del Sur, su última obra, Reverte ha forjado una carrera insólita y ha sido traducido a 28 lenguas. Gregorio Salvador repasó todas sus novelas, pasando por La tabla de Flandes y El club Dumas, y deteniéndose en la serie de El capitán Alatriste, que aún no ha terminado. "Con él, Reverte llena de alguna manera el hueco dejado por el destierro de la historia en los planes de estudio", aseguró.
Babelia
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