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Barcelona y la seguridad alimentaria europea

La seguridad alimentaria es una de las mayores preocupaciones de los consumidores europeos. Las diversas crisis alimentarias de los últimos tiempos han originado un innegable deterioro de la confianza de los consumidores en la capacidad de garantizar la seguridad de los alimentos, tanto por parte de la industria agroalimentaria como por parte de las autoridades.

La Comisión Europea, consciente de esta creciente exigencia social por parte del consumidor, ha convertido la seguridad alimentaria en una de sus prioridades. Su máximo exponente ha sido la creación de un organismo europeo, cuyo principal objetivo consiste en asegurar un elevado nivel de protección de la salud de los consumidores, europeos o no. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) debe velar por los intereses de todos y cada uno de ellos y, además, recuperar, y sobre todo mantener, la confianza de los mismos.

Para que dicha agencia pueda funcionar eficazmente tiene que estar dotada de un presupuesto y de unos recursos suficientes, pero también es fundamental que su emplazamiento sea el más idóneo. No en vano el Parlamento Europeo ha reconocido -y la Comisión Europea aceptado- la necesidad de que la sede escogida reúna una serie de condiciones que, sin interferir en la actividad diaria de la AESA, constituyan un valor añadido para la agencia y garanticen una adecuada realización de sus objetivos.

Básicamente, la ciudad que la acoja deberá ser de fácil acceso por lo que respecta a sus comunicaciones, y contar con una red de transportes suficiente y rápida ya que se ha calculado que la nueva agencia movilizará anualmente a más de 3.000 personas, una cifra nada despreciable, entre profesionales procedentes de toda la UE que configuran los comités científicos, representantes de las entidades estatales de seguridad alimentaria, funcionarios y expertos de las instituciones comunitarias responsables de la seguridad alimentaria y de la protección de los consumidores, que asistan a reuniones, conferencias, comisiones y comités de crisis.

La agencia, además, contará con una plantilla fija de más de 300 empleados. Para asegurar su adaptación y la de sus familias, conviene que la ciudad que los reciba sea hospitalaria y abierta a otras culturas, con lo que además se evitaría una excesiva rotación de personal, como ya ha ocurrido en anteriores ocasiones con algunos organismos comunitarios. Por último, si la sede definitiva dispone de una larga tradición en seguridad alimentaria, ello reforzaría sin duda la credibilidad de la agencia ante los ciudadanos de la UE.

Barcelona cumple íntegramente la totalidad de dichos requisitos y es por este motivo por el que en abril de 2000, cuando todavía estaba en proceso de debate la creación de este organismo a nivel comunitario, se propuso que la capital catalana albergara su sede. A propuesta del Gobierno de la Generalitat de Cataluña y del Ayuntamiento de Barcelona, la candidatura fue oficializada por el Gobierno español ante las instituciones comunitarias y el resto de estados miembros. Una de las principales características diferenciales de esta propuesta está en relación con las presentadas por otras ciudades europeas que han solicitado también la sede de la AESA, la candidatura de Barcelona, eficazmente coordinada por el Patronat Català Pro Europa, y es que cuenta con el apoyo incondicional de las universidades y centros de investigación, de los colegios profesionales, de la industria agroalimentaria y de los organismos sociales, económicos y culturales del ámbito alimentario que gozan de mayor tradición y prestigio dentro y fuera de Cataluña.

Por ello, los abajo firmantes no hemos desistido en nuestro empeño ante las instituciones catalanas y muy especialmente ante el Gobierno español para que sigan luchando para convertir Barcelona en la capital europea de la seguridad alimentaria, lo que, a su vez, repercutiría favorablemente en la economía de la ciudad y reforzaría su prestigio, también el de España, en Europa. Igualmente, supondría un estímulo formidable para la comunidad científica de nuestro país involucrada en la seguridad alimentaria y fomentaría el estudio y la investigación en este ámbito.

En el Consejo Europeo celebrado en Laeken en diciembre de 2001, los jefes de Estado y de Gobierno no llegaron a un acuerdo definitivo sobre la sede de la AESA, por lo que ésta debió establecerse e iniciar su actividad, aunque de forma provisional, en Bruselas. Esta decisión implica importantes dificultades en el funcionamiento diario de la agencia, que no hubieran existido de haberse escogido una sede definitiva. Los dirigentes europeos no pueden ni deben tardar mucho más tiempo en tomar cartas en este asunto y es nuestro máximo deseo trasladarles el mensaje de que Barcelona está preparada, sin duda alguna, para garantizar la seguridad alimentaria de todos los europeos. Corresponde al Consejo Europeo, del que forma parte el presidente Aznar, tomar esta decisión. Y el año 2003 sería un buen momento para ubicar la sede de Autoridad Alimentaria Europea en Barcelona.

Josep Arcas es vicepresidente del Círculo de Economía; Josep Lluís Bonet es presidente del Salón Alimentaria de la Fira de Barcelona; Lluís M. Ferrer es rector de la Universidad Autónoma de Barcelona; Arturo Gil Pérez-Andújar es presidente de la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB); Federico Mayor Zaragoza es presidente de la Fundación Triptòlemos, y Miquel Valls es presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona.

Las recientes crisis alimentarias han mermado la confianza de los consumidores en el control de los alimentos.
Las recientes crisis alimentarias han mermado la confianza de los consumidores en el control de los alimentos.AP

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