Tres semanas de libros y autores para reinventar el diálogo entre las culturas

Desde el primer momento, la reina Sofía se interesó ayer por libros que tuvieran que ver con mundos diferentes al occidental o con momentos en que nuestra cultura estuvo mezclada con otras culturas. La gran novedad de esta feria, de hecho, es el Pabellón de las Tres Culturas. Y quizá por eso, los libreros se volcaron en recomendar a la Reina títulos que se abrían a otras maneras de entender el mundo. Un libro sobre Al Andalus -La joya del mundo- de María Rosa Menocal fue el primero que compró, y más adelante, la cesta de la Reina se fue llenando con títulos que resumen claramente el talante de esta edición: un atlas de la historia del cristianismo, El harén en Occidente (de Fatima Mernissi), los poemas de Rumí, una guía de Israel y Palestina, otra visual de Marruecos, títulos sobre el Talmud, un volumen sobre iconografía cristiana, el Sefarad de María Antonia Bel Bravo, cuentos jasídicos y sufíes, y así sucesivamente. En el mundo, los cristianos se pelean contra los musulmanes, que a su vez están a la gresca con los judíos (y etcétera), pero una cita con el libro sólo puede intentar salvar las distancias que desencadena el odio y proponer un camino para aprender a conocerse a través de la lectura.

Una cita con el libro sólo puede intentar salvar las distancias que desencadena el odio

El brutal atentado de ayer, en el que ETA mató a dos policías nacionales, resonó también en la feria. La Reina cambió el plan fijado inicialmente y, casi al final del recorrido, se acercó a la caseta de la Dirección General de la Policía. Poco después, y visiblemente afectado, el subdirector del gabinete técnico del Cuerpo contaba lo que la Reina le había transmitido. "Nos ha dado el pésame por nuestros compañeros asesinados, y nos ha animado a continuar con nuestro trabajo de defensa de la sociedad".

Son estos detalles, quizá, los que desencadenan el afecto que la Reina fue despertando entre los miles de curiosos que seguían el cortejo que recorrió el Retiro. La gente aplaudió con frecuencia, gritaron algunos vivas, hubo señoras que llegaban con la lengua fuera con el único objetivo de fotografiarse con doña Sofía como telón de fondo.

Lo que sí parece imponerse como regla general es el sol demoledor, que desde el momento en que la feria abre sus puertas, a las doce de la mañana, se mantiene hasta que la delegación oficial da por inaugurada la cita dos horas después. Por eso algunos adolescentes preferían no celebrar a la Reina sino dar vivas a un puesto de helados.

Con extrema puntualidad, Fernando Valverde, presidente de la comisión organizadora, y Antonio Albarrán, su director, recibieron a doña Sofía. Una banda animaba los primeros compases del cotarro. Durante el recorrido, estuvieron acompañados por Pilar del Castillo, ministra de Cultura; el todavía alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano; el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca; Alicia Moreno, consejera de las Artes de la Comunidad de Madrid; Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española; Fernando de Lanzas, director general del Libro, y Carmen Calvo, consejera de Cultura de la Junta andaluza (en representación de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo). El cortejo recorrió impecable el paseo del parque del Retiro, jalonado por 378 casetas, en las que exponen 381 expositores, de ellos 126 librerías, 199 editoriales, 26 distribuidoras y 31 organismos oficiales. Se detuvieron en las carpas del Ayuntamiento, Telemadrid, Telefónica Movistar, Uned, en el Bibliobús y, finalmente, en el Pabellón de las Tres Culturas.

Doña Sofía también mostró curiosidad por los títulos que podían interesar a sus nietos. En la caseta de Los Libros más Pequeños se llevó una buena cantidad de minúsculos volúmenes. En SM no tuvo reparos en coger cinco ejemplares de Mi primer teléfono, que incluye un móvil de juguete, quién sabe si para iniciar a los retoños de sus hijas en la vorágine del mundo actual.

La novela El afinador de pianos (de Daniel Mason), un facsímil de Marinero en tierra, de Alberti, o la autobiografía del filósofo George Santayana, entre otros títulos, fueron las preferencias de doña Sofía, que también se interesó por libros de arte y de educación.

Sobre educación, precisamente, se pronunció Pilar del Castillo al final. Elogió la organización del evento, dijo que la lectura es la mejor forma de ocupar las horas de ocio e insistió en el desafío de iniciar a los más pequeños en el mundo de la lectura.

Todo terminó en el Pabellón de las Tres Culturas. En sus paredes cuelgan imágenes de la plaza Xemaá-el-Fná (de Marraquech) y fragmentos de textos de Juan Goytisolo. Uno de ellos dice: "Local comercial portátil: negocio ambulante reducido a su más simple expresión: alfombra raída o una pequeña estera: magras insólitas existencias".

De esos mundos tan distintos hay que tomar nota. Ésa es la invitación de esta feria.