Un domingo llamado Sontag
"Sontag" quiere decir "Domingo". Pero el día de Susan Sontag no es jornada de reposo, ni día del Señor. Es día de Luz. Y si escribo la palabra con "ele" mayúscula es porque esta mujer victoriosa, vencedora de la enfermedad, expatriada de la muerte, americana universal, pensadora insatisfecha, crítica de su patria cuando los EE UU se traicionan a sí mismos, hermana de las incontables víctimas de la violencia histórica, pensadora del pasado para entender mejor el presente, definitiva definitoria de la "interpretación" de la modernidad, es, sobre todo, novelista.
Por eso Susan Sontag aterriza en América como un ave solitaria, bella y ligeramente amenazante, para decirle a sus compatriotas:
-Recuerden.
"Mi América se llama Europa", dice la eminente ganadora del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2003 anunciado ayer en Oviedo. Esa "vieja Europa" despreciada por lo que Susan Sontag denomina, sin titubeos, el fundamentalismo imperialista del Gobierno de George W. Bush, "un presidente robot", mera figura de una sociedad movida por la fuerza, la ambición y el lucro. Lo que Sontag denuncia es la mentira como velo de la violencia. Nos pide reflexionar sobre la violencia de quienes designan y deciden la realidad de la guerra. Lloremos juntos, dijo el 11-S, pero no seamos estúpidos juntos. Los EE UU son fuertes, pero tienen que ser algo más que "fuertes". Tienen que ser una promesa con memoria, una libertad crítica, un derecho radicado en la humanidad de cada ciudadano. "Hay tanto que admirar. Hay tanto que deplorar", dice esta mujer de tiempos múltiples, la Sontag moderna que nos describe, en El amante del volcán , y En América, que la experiencia nacional sólo se intensifica mediante la experiencia universal. Y que un escritor no es lo que representa, sino lo que escribe.
Muchos domingos, Sontag.
Babelia
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