¿Y ahora qué nos espera?

El final de la guerra en Irak mejorará la confianza, pero no es la panacea que resolverá todos los problemas de la economía. Es más, algún analista considera incluso que el término del conflicto armado es "irrelevante" para conseguir una recuperación económica que los expertos dilatan en el tiempo. No será en este ejercicio, ni al principio del año que viene tampoco. Terminada la guerra, ha aparecido el mismo panorama de desequilibrios ya presentes antes de que Estados Unidos lanzara el ataque, y sin su corrreción, la economía no volverá a crecer a su nivel potencial.

Según los analistas, son varias las razones para no caer en el optimismo. Entre ellas, el hecho de que la economía mundial no haya llevado a cabo todavía el ajuste suficiente para absorber el pinchazo de la burbuja bursátil. El crecimiento no será ni estable ni sostenido tampoco mientras Estados Unidos mantenga su actual nivel de déficit por cuenta corriente y presupuestario, el dólar siga cotizando a la baja frente al euro y permanezca el riesgo de deflación.

Ni Japón, sumido desde hace tiempo en la recesión, ni Europa, pendiente de ajustes, podrán tomar el relevo a Estados Unidos, que a pesar de su debilidad continuará siendo el motor de la economía mundial. La neumonía atípica en China y el sureste asiático, con sus consecuencias sobre la actividad económica, no han hecho sino empeorar la situación.

En definitiva, persiste el panorama de escaso crecimiento -la OCDE calcula para este año un 1,9%- y volatilidad bursátil, pese a la mayor estabilidad y caída en el precio del petróleo.