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Cuentas y cuentos en el virreinato

Garner habla de ayuda desinteresada en Irak, pero EE UU reparte el botín de la reconstrucción

El general retirado Jay Garner entró por fin el lunes en Bagdad. Llegó, vio y tendió la mano. "Vamos a ayudarles mientras nos dejen", dijo a un reducido grupo de médicos en el desolado hospital Yarmuk. Garner, virrey de Washington en Bagdad, tiene la misión de poner a Irak de nuevo en pie desde su jefatura de la Oficina para la Reconstrucción y la Ayuda Humanitaria (ORHA).

"Estaremos aquí lo que haga falta", dijo también, antes de añadir algo que parecía contradictorio: "Nos marcharemos con bastante rapidez". Su misión cubre los estadios iniciales de un proceso de reconstrucción que puede mover entre 25.000 y 100.000 millones de dólares.

Garner no fue aclamado en la capital. Al contrario, mientras pasaba revista a la desolada ciudad en una caravana blindada, miles de chiíes se manifestaban con pancartas que no dejaba dudas: "No, no al colonialismo". Mejor ambiente encontró en su visita al Kurdistán , empañada la fiesta en el norte por la masiva concentración religiosa en Kerbala donde de nuevo los chiíes exigían la evacuación de las fuerzas ocupantes con proclamas de "no a Estados Unidos, no a Israel, sí al islam".

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A media luz

El general estadounidense que fue aplaudido por su intervención humanitaria en el Kurdistán en 1991 lo tiene muy difícil ahora en el conjunto del país. Un objetivo crucial y urgente es el de congraciarse con la población. Su llegada trajo la luz a Bagdad, aunque sólo fuera parcialmente, cuando a primera hora de la tarde una central del sur de la ciudad comenzó a generar electricidad y las bombillas y frigoríficos empezaron a funcionar por primera vez desde el pasado día 4. El servicio eléctrico se ha ido reanudando paulatinamente a lo largo de la semana y los militares norteamericanos pretenden que en los próximos días toda la ciudad tenga luz.

"Lo que hay que hacer a partir de ahora es alumbrar un nuevo sistema en Irak", dijo Garner al personal del hospital. "Empieza con todos nosotros trabajando unidos, pero será un trabajo duro y llevará tiempo". No dijo cuánto. Anthony Cordesman, un especialista en Irak del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, aventura que "la reestructuración de esta economía para cubrir las necesidades nacionales va a llevar, como mínimo, cinco años".

Garner estará al frente de una Administración norteamericana de Irak, bajo la tutela del general Tommy Franks, y desde la ORHA controlará el cumplimiento de un plan que pretende que Irak esté funcionando con relativa normalidad en cuestión de año y medio. Esta guerra ha sido sólo el remate de dos décadas desastrosas para el país que en algún momento fue etiquetado como la Alemania de Oriente Próximo. El caos empezó con la guerra de 1980-1988 contra Irán y siguió con la ocupación de Kuwait, la subsiguiente expulsión de los invasores y los 12 años de sanciones económicas impuestas por la ONU en 1990.

Los americanos han atacado Irak con la consigna de causar el menor daño posible en las infraestructuras y han provisto 1.900 millones de dólares para trabajos de emergencia en los próximos 18 meses dirigidos a proyectos que van desde la creación de un funcionariado civil purgado de la ideología baazista a la restauración del sistema escolar o la renovación del sistema sanitario.

La Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) ha adjudicado ya cinco contratos y espera atribuir próximamente otros cuatro que quedan pendientes. El más jugoso de todos es el de los 680 millones de dólares (de los que en una primera entrega se han liberado sólo 34,6 millones) que USAID ha concedido a Bechtel para construir, reparar o ampliar infraestructuras vitales para el país. La multinacional de San Francisco debe poner en marcha dos aeropuertos internacionales y tres domésticos, garantizar el suministro de agua potable a la población, hacer que funcionen las plantas eléctricas, dejar expeditas carreteras y ferrocarriles, arreglar o construir colegios y hospitales, dragar y ampliar el puerto de Umm Qasr y posibilitar el empleo de los sistemas de irrigación en la agricultura.

La inversión de la USAID es el catalizador de un negocio de ingentes proporciones, cuya auténtica dimensión tardará tiempo en conocerse, pero que es el mayor proyecto de rehabilitación desde los que siguieron a la II Guerra Mundial. Distintos estudios han evaluado el coste de la reconstrucción iraquí en un abanico que va desde los 25.000 a los 100.000 millones de dólares, en función de los destrozos causados por la guerra y el imprevisto saqueo y de lo que la comunidad internacional encuentre en un país que ha estado cerrado al mundo durante décadas y del que carecen de datos tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional.

Las concesiones de la USAID abren la brecha a ese negocio, del que empresas estadounidenses y británicas van a ser las principales beneficiarias. Fuera de este aporte inicial del contribuyente americano, la reconstrucción de Irak va a financiarse con cargo al petróleo que produzca el país, que ya esta semana ha comenzado a fluir de los pozos del sur. Antes de la guerra, Irak extraía del orden de 2,5 millones de barriles diarios y los expertos calculan que con la debida inversión la producción podría ascender hasta los seis millones de barriles.

Bechtel ha conseguido el mayor contrato de USAID y ahora prepara el reparto de las subcontratas en un proceso que "estará abierto a la competición internacional y que comenzará lo antes posible", según Michael Kidder, un portavoz de la compañía. Por ser dinero público, quedan excluidas de la licitación empresas de países que están en la lista negra del Departamento de Estado: Corea del Norte, Cuba, Irán, Laos, Libia, y Siria.

La diplomacia estadounidense ha pedido a los países árabes que opten a subcontratas y Frances Cook, ex embajadora en Omán que representa a un grupo de empresas árabes, ha recomendado a Bechtel que cuide las solicitudes que se le puedan plantear desde la región. "Es políticamente útil y culturalmente apropiado emplear compañías de países que nos han ayudado y quieren el trabajo", explica Cook en The New York Times. "Ayudará mucho a nuestro país y comenzará a reparar algunas de nuestras relaciones en la zona".

Francia y Alemania

La concesión oficial no deja las manos libres a Bechtel, cuyas subcontratas serán fiscalizadas por la agencia norteamericana de desarrollo. Aparte de comunicar a USAID su propósito de recurrir a mano de obra iraquí en la medida de lo posible, la compañía californiana guarda silencio sobre las cartas que piensa jugar.

Los expertos subrayan que ninguna empresa concurre a un contrato de las dimensiones del otorgado por USAID sin haber decidido previamente cómo se va a producir el posterior desglose de partidas y proyectos. Francia y Alemania -que se opusieron a la invasión y claman por un papel de la ONU en la reconstrucción de Irak mayor que el de gestor humanitario que le otorga la Casa Blanca-, poco esperan de estas subcontratas. En el caso francés, con más razón, después de que Colin Powell, el jefe de la diplomacia norteamericana, señalara explícitamente que Francia debe sufrir las consecuencias de su enfrentamiento con Estados Unidos.

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