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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La economía mundial, en la encrucijada

Ángel Ubide

Tres años después del estallido de la burbuja bursátil, la economía mundial se encuentra en una situacion difícil. Se ha avanzado en la corrección de varios desequilibrios (los mercados bursátiles han caído más del 40% y el dólar se ha depreciado un 25% con respecto al euro), pero a costa de la creación o expansión de otros (los déficit gemelos en Estados Unidos), y no se han resuelto ni el alto endeudamiento generalizado ni el exceso de capacidad productiva (que en Estados Unidos está al nivel más bajo de los últimos 20 años).

El riesgo de deflación sigue presente (la inflación subyacente en Estados Unidos, al 1,7%, está al nivel mínimo de los últimos 50 años), y la confianza en el sector empresarial no ha mejorado (a pesar de su reciente caída, los spreads de bonos corporativos están a niveles muy superiores a ciclos anteriores, y los escándalos contables siguen apareciendo). Claramente, el proceso de ajuste posburbuja todavía está en curso.

"El final de la guerra en Irak mejorará la confianza, pero no es la panacea que resolverá todos los problemas. Es más, es irrelevante"
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¿Y ahora qué nos espera?

El final de la guerra en Irak mejorará, sin duda, la confianza, pero no es la panacea que resolverá todos los problemas. Es más, es irrelevante. El aparente éxito de la estrategia de política exterior de la Administracion de Bush implica que la inestabilidad en el Oriente Próximo y en Asia continuará, y que las disputas entre Estados Unidos y la Unión Europea no mejorarán. El resultado es equivalente a un impuesto sobre la actividad económica mundial, visible en un aumento de los gastos improductivos dedicados a seguridad, una menor cooperación internacional y un aumento del proteccionismo.

El patrón de crecimiento basado en una fuerte demanda interna en Estados Unidos que compense la debilidad en Europa y en Japón no puede (y no debe) continuar. A pesar del alto crecimiento de la productividad, simulaciones econométricas indican que, sin la rebaja de impuestos de 2001, el crecimiento en Estados Unidos en 2002 no hubiera sido el 2,4%, sino negativo.

La economía mundial no puede seguir dependiendo de la continua expansión fiscal americana y del endeudamiento de sus consumidores. Con un déficit fiscal por encima del 4% y un déficit comercial cercano al 6%, el resultado será un colapso del dólar.

La neumonía atípica asiática puede ser la gota que colme el vaso. No olvidemos que China contribuyó en 2002 un tercio del crecimiento del producto interior bruto (PIB) mundial, y que es la única región del mundo que está creando demanda interna. Las drásticas medidas tomadas en China (suspensión de la semana de vacaciones del Primero de Mayo, cierre de colegios y factorías) sugieren que todavía puede haber sorpresas negativas. En el mejor de los casos, las exportaciones a la región disminuirán. En el peor, dado que más de 360.000 empresas multinacionales tienen operaciones en China, la producción mundial se verá afectada seriamente.

La niebla de la guerra se ha levantado, la incertidumbre knightiana ha desaparecido y lo que queda es la economía mundial en un estado muy frágil. El anuncio en Alemania de la creación de una agencia para adquirir préstamos del sistema bancario es la muestra más reciente de dicha fragilidad. Las autoridades económicas deben "comprar un seguro" contra todos estos riesgos. La experiencia japonesa muestra las consecuencias de no hacerlo. La Reserva Federal (Fed) hace ya varios meses que lo ha hecho: desde el pasado diciembre, la estrategia de la Fed consiste en admitir que el riesgo de deflación, aunque pequeño, existe, y en asegurar que está dispuesta a usar todo el arsenal de instrumentos a su alcance para combatirlo. En Europa, con una proyeccion de inflacion del 1,6% en 2004 -y con todos los riesgos a la baja, dada la caída del precio del petróleo y la continua apreciacion del euro- el riesgo, aunque lejano, es de deflación, no de inflación. El BCE ya tiene ganada la credibilidad antiinflacionista. Ahora ha llegado el momento de que gane credibilidad en la lucha contra la deflación.

En esta disyuntiva global, el BCE debe asumir el liderazgo que le corresponde. La economía mundial necesita urgentemente demanda interna europea para poder retornar a una senda de crecimiento equilibrado y sostenible, y el BCE es el único banco central del G-3 que aún cuenta con un amplio margen de maniobra. La alternativa es enterrar el Pacto de Estabilidad, algo que Europa no se puede permitir dado su perfil demográfico. La esperanza de una recuperación económica fuerte no está perdida, pero los riesgos son demasiado altos y el coste del seguro es mínimo. Esperemos que el BCE use su munición antes de que sea demasiado tarde.

Ángel Ubide es economista y director de Análisis de Tudor Investment Corporation, en Washingotn DC.

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