Feroz batalla entre Kerbala y Nayaf
Una tormenta de arena ayuda a las fuerzas iraquíes a frenar el avance aliado hacia Bagdad
Una severa tormenta de arena, lluvia y aparato eléctrico entorpeció ayer las operaciones aéreas de la fuerza invasora y permitió que unidades de Irak plantearan combate entre Nayaf y Kerbala, en el umbral de Bagdad. Anoche seguían los enfrentamientos en la zona, definidos por el Pentágono como "muy duros" y con numerosas bajas iraquíes. Un alto oficial estadounidense estimó que unos 500 iraquíes murieron durante la jornada. Aviones, helicópteros y artillería siguieron martilleando las divisiones de la Guardia Republicana que defendían el acceso a la capital, en los prolegómenos de un choque considerado decisivo. El conflicto se hacía cada vez más cruento y la situación en Basora, segunda ciudad del país, parecía caótica, con durísimos enfrentamientos.
La guerra no se desarrolla exactamente como habían previsto los estrategas del Pentágono y la Casa Blanca. Las bajas mortales en las filas angloestadounidenses, que ascendían ayer oficialmente a 41, al sumarse dos británicos caídos por fuego amigo, resultan relativamente moderadas, en términos de estadística histórica: un muerto por cada 15 soldados que entraron en combate. Los cálculos para este conflicto apuntan más bien a que terminará con 100 muertos como mínimo y 300 como máximo. Pero estas cifras son amplificadas por la cobertura periodística y por la histérica reacción de Washington ante la captura de prisioneros por parte iraquí.
La evidencia de que la invasión no era acogida con alborozo, la violencia de combates como los de anoche y otros indicios de que la campaña sería más larga y dura de lo que se pronosticaba sólo una semana atrás, empujaron al Gobierno de Estados Unidos a lanzar el equivalente propagandístico de un bombardeo masivo sobre sus propios ciudadanos.
Toda la Administración republicana se volcó en convencer a los estadounidenses de que la guerra se desarrollaba de acuerdo con los planes y de que la dura resistencia iraquí estaba prevista de antemano. Había que mitigar los efectos del triunfalismo anterior, que sirvió para que la opinión pública apoyara una invasión que se anunciaba fácil, y para transmitir patriotismo, paciencia y confianza.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, anunció que la campaña estaba aún "mucho más cerca del principio que del final" y utilizó el término "brutal" para definir el combate en perspectiva, atribuyendo todas las dificultades a "las tácticas pérfidas" de los iraquíes. "Se visten como civiles, utilizan ambulancias para transmitir órdenes militares, recurren a la traición", afirmó el jefe del Pentágono. Estados Unidos, en cambio, libraba una guerra "de defensa propia y de humanitarismo". El régimen del presidente Sadam Husein, dijo, seguía perdiendo control, los prisioneros de guerra iraquíes superaban los 3.500 y "miles de combatientes" habían dejado las armas y huido a sus casas. Donald Rumsfeld aseguró que las incipientes críticas a la "brillante" estrategia del general Tommy Franks eran "totalmente ajenas a la realidad".
El presidente George W. Bush anunció en la sede del Pentágono la petición al Congreso de 74.700 millones de dólares para financiar la guerra, con una partida de 35,8 millones para construir una embajada en Bagdad rodeada de grandes medidas de seguridad. Bush también formuló su mensaje de paciencia y confianza. "No podemos saber la duración de la guerra", afirmó, "pero sabemos su resultado: venceremos".
El presidente exigió al Congreso que aprobara ese presupuesto con rapidez y sin añadir partidas adicionales. Horas después, el Congreso le respondió con un bofetón político. Su plan para reducir los impuestos en 700.000 millones, en un momento en que el gasto federal se disparaba, fue definitivamente rebajado hasta la mitad. Tres senadores republicanos se sumaron a los demócratas para rechazar el "realismo mágico" de la política económica de Bush y pedir un poco de sensatez a la Casa Blanca, al menos en materia fiscal.
El presidente Bush fue informado en el Pentágono acerca de los acontecimientos bélicos, cada vez más dispersos por todo el territorio iraquí. Se había formado un incipiente Mando del Norte para coordinar ataques ligeros de tropas de operaciones especiales contra las ciudades de Kirkuk, Mosul y Tikrit, bombardeadas durante los dos últimos días; fuerzas británicas luchaban en Basora el tipo de combate preferido por los iraquíes, casa por casa y con grave daño para los civiles; y seguían sin aparecer los presuntos arsenales de armas químicas.
Lo esencial para el Pentágono, sin embargo, era la batalla que empezaba a desatarse entre Nayaf y Kerbala, tras la que podría quedar despejada la ruta hacia Bagdad.
El general Tommy Franks ordenó 1.400 salidas aéreas en 24 horas contra las divisiones de la Guardia Republicana, especialmente la división acorazada Medina, estacionadas en la llamada zona rojaprevia a la capital iraquí. Todos los ataques debían concentrarse en unos 200 objetivos, lo que daba una idea de la intensidad del martilleo que soportaban las tropas de élite iraquíes.
Aunque parte de esos vuelos no pudieron realizarse porque la tormenta forzó el aterrizaje de muchos helicópteros, los jefes militares sobre el terreno se declararon satisfechos por la efectividad del bombardeo. El comandante Kenneth Preston, de la Tercera División de Infantería de Estados Unidos, estimó que en las anteriores 48 horas habían muerto en Nayaf unos 500 iraquíes en combates previos al gran choque. Preston no especificó si en ese medio millar se contaban víctimas civiles. Fuentes del Pentágono dijeron que el 7º de Caballería, a la cabeza de la invasión, sufría continuos ataques por parte de infantería enemiga.
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