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GUERRA EN IRAK | El frente norte

El norte de Irak, escenario de una guerra invisible de bombardeos y 'comandos'

Las milicias kurdas advierten a Turquía de que abrirán fuego si sus tropas cruzan la frontera

Juan Carlos Sanz

En el norte de Irak la guerra parece invisible. Si es que se libra alguna guerra. Los bombardeos a gran altitud de los B-52 norteamericanos siguen castigando noche tras noche las posiciones militares en Mosul y Kirkuk. Pero hasta el territorio autónomo kurdo sólo llega por ahora el eco de las explosiones, sin que se puedan confirmar de forma independiente los daños y las bajas causadas al Ejército iraquí. Es probable que fuerzas especiales de EE UU estén luchando ya junto con milicianos del Kurdistán en operaciones de comando.

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El objetivo de las operaciones es el control de los yacimientos de petróleo situados en torno a Mosul y Kirkuk, según sugieren fuentes del autogobierno de Erbil. El mando estadounidense recién instalado cerca de la capital kurda insiste, sin embargo, en que su misión es ante todo "humanitaria".

Los comandantes de los más de 60.000 milicianos kurdos no ocultan sus deseos de avanzar lo antes posible hacia Kirkuk y Mosul con sus fusiles de asalto Kaláshnikov, a pesar de que el régimen de Bagdad tiene desplegados en la región más de 125.000 soldados, apoyados por carros de combate y artillería. El mando conjunto estadounidense, que por el momento sólo cuenta con dos o tres centenares de soldados de las fuerzas especiales en el norte de Irak, parece seguir jugando la baza de los ataques aéreos de desgaste contra instalaciones de la inteligencia iraquí. Mientras, prepara sin excesivas prisas un despliegue de fuerzas terrestres aerotransportadas e intenta calmar el ardor guerrero de los peshmergas. Después de hacer oficial el lunes su presencia en el norte de Irak, las tropas norteamericanas se mostraban ayer a plena luz del día en los alrededores de Erbil.

El Ejército iraquí, por su parte, parece aprovechar la inactividad del frente norte para fortificar sus defensas, ocupar posiciones estratégicas y situar a sus unidades mejor preparadas en los puntos donde previsiblemente será lanzada la ofensiva terrestre contra Kirkuk y Mosul. En Kalak, en la línea divisoria del territorio autónomo kurdo con el resto de Irak, es posible observar cómo los soldados iraquíes cavan trincheras, acondicionan nidos de ametralladoras y revisan su armamento a la vista de los teleobjetivos de las cámaras de las cadenas de televisión.

EE UU ha tenido también que ampliar el radio de acción de sus bombardeos ante la concentración de tropas iraquíes en Chamachamal, en la frontera kurda que enlaza Suleimaniya con Kirkuk, y en el límite del territorio autónomo en Majmud, al sur de Erbil, en el corazón de una llanura que da acceso a Kirkuk y Mosul.

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La creación de un mando conjunto estadounidense en el norte de Irak es vista también por los responsables kurdos como una clara advertencia a Turquía para que no envíe tropas al otro lado de su frontera, donde ha concentrado desde hace dos meses a decenas de miles de soldados del Segundo Cuerpo del Ejército, apoyados por carros de combate y helicópteros. Turquía insiste en su voluntad de ocupar una amplia franja del norte iraquí (hasta 20 kilómetros, según planes presentados dentro de la OTAN) para instalar campamentos de refugiados que huyan hasta el territorio turco. Pero los kurdos iraquíes, que escaparon en masa de sus ciudades hace una semana ante el temor a que el régimen de Bagdad lanzase un ataque con armas químicas, no acudieron en ningún caso a pedir asilo a la frontera kurda, sino que se ocultaron en las aldeas de las montañas del Kurdistán.

"Los turcos no quieren ni oír hablar de instituciones autónomas kurdas, como las que hemos creado en Irak, y acabarán intentando invadir nuestro territrorio", aseguraba ayer un portavoz del Gobierno regional de Erbil. "Pero estamos preparados, y ya se ha dado la orden a los peshmergas de abrir fuego contra las tropas turcas si cruzan la frontera del Kurdistán iraquí". En Turquía viven más de 15 millones de kurdos, para quienes un sistema de autogobierno como el establecido en Irak tras la guerra del Golfo, gracias a la protección de la aviación de EE UU y el Reino Unido, es todavía un sueño que puede pagarse con la cárcel.

Un grupo de kurdos, ayer, en un refugio al sur de Dohuk, en Irak.
Un grupo de kurdos, ayer, en un refugio al sur de Dohuk, en Irak.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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