Unas declaraciones de Berlusconi enfurecen al Gobierno francés
Las diferencias sobre Irak provocan la crisis
Las relaciones entre Italia y Francia, dos países unidos por la historia y por una no disimulada admiración mutua, atraviesan un momento de gran tensión a causa de la guerra en Irak, en vísperas de que Roma asuma además la presidencia europea. La situación ha llegado a tal extremo que el embajador francés en Roma, Loic Hennekinne, insinuó el lunes la posibilidad de presentar una protesta oficial ante el Gobierno italiano, ofendido por unas declaraciones del primer ministro, Silvio Berlusconi.
El Gobierno de Roma ha hecho malabarismos para conciliar su apoyo a EE UU con las ansias de paz de la opinión pública propia, pero en la reunión del Consejo Europeo del pasado fin de semana Berlusconi se reveló como el más fiel aliado de Washington y reprochó al ministro de Exteriores francés, Dominique de Villepin, el "error" cometido por su país al amenazar con el veto a la "única superpotencia, América". "Es culpa de Francia", vino a decir, según los medios italianos, "si Europa está dividida y si la ONU ha perdido completamente su credibilidad".
La reacción de París no se ha hecho esperar. El propio embajador en Roma, Hennekinne, lamentó con palabras muy duras la desenvoltura de Berlusconi y de algunos de sus ministros en una entrevista publicada el lunes por el diario milanés Il Corriere della Sera. "Decir ahora que Francia es la única culpable de la situación actual demuestra un análisis diplomático endeble", declaró el embajador, que acusó a Italia de buscar un "chivo expiatorio" con objeto de "no tener que interrogarse sobre los propios errores".
Detrás de esta nueva crisis diplomática, que el ministro italiano de Exteriores, Franco Frattini, intentó minimizar ayer, se esconde la preocupación de Berlusconi por tener que asumir la presidencia de la UE en un momento de tensión entre los Quince. El primer ministro italiano lleva meses (desde que ganó las elecciones en mayo de 2001) trabajando para lograr que durante el semestre de presidencia italiana se firme en Roma la nueva Carta Europea. Sería un broche de oro ideal para la ciudad en la que surgió la Unión, con el Tratado de Roma. Pero las grietas que ha abierto la guerra de Irak en la UE hacen muy difícil que eso ocurra.
El embajador Hennekinne deslizaba una frase envenenada en Corriere, que permite entrever como están las cosas. "Querríamos que la Conferencia Intergubernamental terminara durante la presidencia italiana, pero es complicado concluir deprisa los trabajos de la Convención", decía el diplomático, responsabilizando a la guerra del inevitable retraso.
Ayer, el ministro de Políticas Comunitarias, el democristiano Rocco Buttiglione, se mostró preocupado por el alcance de estas declaraciones. "No querría que se produjeran represalias en torno a una cuestión que, por el contrario, debería ser un elemento de unión de Europa". La sintonía política entre Italia y Francia ha tenido muchos altibajos desde que Berlusconi fue elegido primer ministro italiano, la primavera de 2001, coincidiendo todavía con el Gobierno de izquierdas en Francia. La entonces ministra de Cultura, Catherine Tasca, se permitió comentarios muy duros hacia Berlusconi, que provocaron enorme malestar en Roma. El reciente triunfo de la derecha en Francia parecía haber suavizado las tensiones, al menos hasta el estallido de la crisis de Irak.
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