Washington advierte de que atacará Irak sin París ni Berlín y sin la ONU
La Casa Blanca asegura que contará con el apoyo de España, Italia y el Reino Unido
El Gobierno de EE UU está dispuesto a ir a la guerra contra Irak sin el apoyo de Francia y Alemania y sin el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU. El secretario de Estado, Colin Powell, dijo ayer que el presidente George W. Bush contaría con el apoyo de "muchos países", entre ellos España, si finalmente ordenaba la invasión de Irak, y subrayó que EE UU se reservaba "el derecho a hacer lo apropiado para defender sus intereses", aunque la ONU quedara al margen. Pero a la oposición franco-alemana, de China y Rusia se suma la creciente reticencia de los ciudadanos estadounidenses.
Powell se reunió con el ministro británico de Asuntos Exteriores, Jack Straw, y ambos escenificaron tras su entrevista la unidad sin fisuras entre Washington y Londres. Comparecieron ante la prensa para expresar "un total acuerdo" que incluye el deseo de ambos de obtener una nueva resolución de la ONU antes de la guerra, y su impresión de que Sadam Husein es un caso perdido que nunca aceptaría pacíficamente el desarme de su régimen. "Preferiríamos que el Consejo de Seguridad acordara una nueva resolución, porque eso reflejaría la cohesión de la comunidad internacional y reforzaría a la ONU. Pero, si eso no es posible", explicó Straw, "en la resolución 1.441 ya se indicó muy claramente que todo incumplimiento por parte de Irak comportaría serias consecuencias, lo que significaba que se usaría la fuerza, como en su momento admitió el propio presidente Jacques Chirac".
Powell recalcó que sólo la semana próxima, después de que los inspectores de la ONU informaran al Consejo de Seguridad y se realizara un debate, podría aventurarse si sería posible o no una segunda resolución. "Si el conflicto [con Irak] no puede ser resuelto de forma pacífica y si la ONU se muestra incapaz de actuar, y espero que no sea ése el caso, Estados Unidos se reserva el derecho a hacer lo apropiado para defender sus intereses", declaró.
El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, declaró por su parte que, en caso de guerra, EE UU podía contar, ocurriera lo que ocurriera en la ONU, con el apoyo militar del "Reino Unido, Italia, España, República Checa, Polonia, los Estados bálticos, Rumania y Bulgaria". Fleischer se mostró displicente respecto a Francia y Alemania: "Tienen todo el derecho a quedarse al margen, si eso es lo que quieren". El portavoz de la Casa Blanca evitó, sin embargo, descalificar a quienes se oponen a la guerra, y opinó que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, no había querido ofender cuando, la víspera, se refirió a Francia y Alemania como "la vieja Europa".
Estadounidenses y británicos se encontrarán en minoría la semana próxima, cuando vuelva a reunirse el Consejo de Seguridad. Rusia, cuyo presidente, Vladímir Putin, habló ayer por teléfono con George W. Bush, no cree en la necesidad de una guerra en Irak. China tiene una posición "muy parecida a la de Francia", según Zhang Qiyue, portavoz diplomático de Pekín. De los cinco países con derecho de veto, tres se oponen, por el momento, a los planes bélicos de George W. Bush. Entre los miembros temporales del Consejo de Seguridad, Washington sólo puede contar, en principio, con los votos de España, Bulgaria, Camerún, Guinea, Angola y Chile, que, junto con el suyo y el británico, suman ocho. Para alcanzar una mayoría hacen falta nueve. Si París, Moscú o Pekín decidieran vetar cualquier nueva resolución que diera paso a la guerra, cualquier debate resultaría superfluo.
En vísperas de la crucial semana próxima, y a la vista de que la propia población estadounidense es contraria a una guerra sin respaldo de la ONU (el 61% de los ciudadanos quiere que se dé más tiempo a los inspectores, según un sondeo publicado ayer por The Wall Street Journal, la Administración estadounidense multiplicó ayer sus esfuerzos para explicar que Sadam Husein ya ha incumplido la resolución 1.441. La asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, publicó un artículo en The New York Times en el que aseguraba que Irak había dado pruebas innumerables de que nunca se desarmaría. Argumentos parecidos utilizó el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, en Nueva York, donde señaló que "ni con todo el apoyo del espionaje estadounidense y de otros países" sería posible que los inspectores localizaran "unas armas que son cambiadas de lugar continuamente".
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