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Reportaje:

Los 90 años de un sabio ejemplar

José Manuel Blecua recibe un homenaje rodeado de su familia, sus amigos y sus libros

"Llorando de erudición / nace Blecua en Aragón". Con esta simpática aleluya saludó el poeta Pedro Salinas, hace más de medio siglo, el nacimiento del profesor José Manuel Blecua. Hoy se cumplen exactamente 90 años de esta efeméride y el profesor Blecua, alejado desde hace unos cuantos años de la vida pública, recibirá en su domicilio barcelonés de la calle de Folgueroles el cálido homenaje de su familia y unos pocos de sus muchos amigos. Es muy probable que hacia las siete y media de la tarde, como viene haciendo desde hace muchos años, tome un whisky rebajado con agua y saboree unos anacardos, sentado frente a una sección muy especial de su caudalosa biblioteca, la que reúne una de las mejores colecciones de primeras ediciones de poesía española contemporánea y en la que tiene un lugar destacado un manuscrito único del Cántico de Jorge Guillén escrito a pluma por el poeta vallisoletano especialmente para él, con sus variantes y su fe de erratas incluidas.José Manuel Blecua es una referencia ineludible, a la par que voluntariamente discreta, en la historia de la cultura española. Cualquier estudiante de Filología, y aun cualquier buen aficionado a las letras, sabe que es imposible acercarse a las mejores páginas de Quevedo, de Lope de Vega, de Jorge Guillén o de la lírica tradicional sin pasar por Blecua, sin detenerse en Blecua, sin salir de la lectura de Blecua iluminado por la profundidad de sus investigaciones filológicas y regocijado por la delicada transparencia de sus exposiciones. Catedrático emérito de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, a la que se incorporó en 1959, y miembro de honor de la Real Academia Española, Blecua pertenece, junto a figuras como Martí de Riquer, José María Valverde o Antonio Vilanova, a la gran generación de maestros históricos de la Universidad de Barcelona, responsables de la formación de numerosas promociones de licenciados y de profesores de lengua y literatura, a quienes Blecua se empeñó en enseñar a "leer, discurrir, ordenar y no copiar". Las cualidades humanas y pedagógicas de este aragonés elegante, jovial, erudito y modesto son una verdadera leyenda entre sus ex alumnos; una leyenda hecha de rigor intelectual, integridad moral, talante cordial y amor por el trabajo que tiene en sus hijos José Manuel y Alberto, también catedráticos de lengua y literatura, su mejor continuación.

Adicto confeso y orgulloso a "ese vicio impune de la literatura", Blecua nació un 10 de enero de 1913 en Alcolea de Cinca (Aragón). Estudió Derecho y Letras (la primera por indicación de sus padres, que consideraban un disparate la segunda), fue profesor de instituto y participó en la creación de la editorial Ebro, dedicada a la divulgación de los clásicos para alumnos de bachillerato, y en la que vio la luz su trabajo sobre San Juan de la Cruz. Inició sus estudios críticos a edad muy temprana ("Apenas andar se le ve / y pone notas al pie", bromeaba en verso Salinas) y es autor de antologías como la Floresta de la lírica española (de la que Gabriel García Márquez habla a menudo como su libro de cabecera) y de la deliciosa serie dedicada al mar, los pájaros y las flores en la poesía española. Pero sin duda es su labor sobre Quevedo la que lo convierte en una figura de dimensión mundial. Ha dedicado más de cuarenta años a estudiar y editar su obra, una ingente labor de cotejo de fuentes y variantes que ha restituido, ya para siempre, al verdadero Quevedo. A Blecua debemos, por ejemplo, la supresión de una ene en el célebre verso "Cerrar podrá mis ojos...", una supresión minúscula pero que permite devolver el sentido original y trascendente perseguido por el autor: así no es el alma quien se transforma en el no menos célebre "polvo enamorado", sino sólo el cuerpo.

Hoy cumple, pues, 90 años esta leyenda viva de la cultura española. Hace un par de semanas, gracias al profesor y amigo común Jordi Llovet, subimos a la casa-biblioteca del profesor Blecua a felicitarle las pascuas. Nos permitió curiosear impunemente entre sus tesoros bibliográficos (un Garcilaso editado ¡y anotado a mano! por Herrera en 1558, el Cántico manuscrito de Guillén...) y nos invitó a un whisky. Pero sin anacardos. Se acercaba la Navidad y la familia aragonesa le había enviado el insustituible guirlache. Que tenga un feliz cumpleaños, profesor Blecua, rodeado de su familia, sus amigos y sus libros.

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