La ONU pide auxilio para salvar Etiopía
El hambre acecha a 14 millones tras una sequía peor que la que causó un millón de muertos
Más de seis millones de etíopes necesitan hoy comida y pasarán a ser entre 11 y 14 millones a principios del próximo año, cuando se agote la despensa de la ayuda humanitaria y la tierra siga sin dar frutos por falta de agua. Son los datos recogidos por el Gobierno etíope y Naciones Unidas, que se harán públicos mañana en forma de llamamiento conjunto a la comunidad internacional con el propósito de recaudar ayuda para uno de los países más pobres del mundo.
El 45% de la población de Etiopía vive con menos de un euro al día. "Durante los próximos 12 meses va a haber grandes necesidades de comida", adelantó a este diario Gregory Alex, director de la Unidad de Emergencias para Etiopía de la ONU.
"Etiopía tiene que dejar de vivir de la agricultura de subsistencia"
Los agricultores etíopes, cada vez más empobrecidos, dejan de invertir en la tierra
La situación no es nueva en Etiopía, un país azotado cíclicamente por la sequía y tristemente famoso por sus hambrunas. Pero esta vez la magnitud de la tragedia que se avecina es mayor que en anteriores ocasiones y supera incluso a la de la gran hambruna de 1984, en la que murieron un millón de personas y cuyas imágenes de niños famélicos agonizando entre las moscas dieron la vuelta al mundo y se colaron en los hogares de millones de telespectadores occidentales.
Este año, las lluvias cortas (de febrero a mayo) apenas llegaron, y las largas (de junio a septiembre) cayeron demasiado tarde y en una cantidad insuficiente para salvar las cosechas. La escasez de agua ha esquilmado los cultivos de los que se alimenta el 75% de los etíopes que vive de la agricultura de subsistencia y ha matado a miles de cabezas de ganado, que ni siquiera tienen forraje que comer, dejando a agricultores y pastores a merced de la ayuda internacional.
La sequía ha alcanzado este año por primera vez a regiones tradicionalmente excedentarias. La falta de alimentos ya ha producido niveles de malnutrición que el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) considera alarmantes. "El 47% de los niños tiene falta de peso, y en algunas zonas entre el 15 y el 20% está desnutrido", asegura desde su oficina en Addis Abeba el director de emergencias del PMA, Paul Turnbull. Las zonas rurales, repartidas entre el norte, el este y el sur del país, son las más afectadas y constituyen un 80% del territorio etíope, mayor que España y Alemania juntas. Asentados en cientos de miles de fincas de media hectárea que el Gobierno les alquila a bajo precio, los pequeños agricultores, que cultivan sobre todo maíz, sorgo y trigo, tendrán que dejar el campo a no ser que llegue ayuda internacional pronto.
Los más afortunados conservan algún camello, los menos han perdido a sus reses, muertas de sed -10.000 en los últimos meses-, o las han vendido a bajo precio para comprar grano, cuyo precio a su vez, se ha disparado.
Todo se seca poco a poco. Habrá que esperar a octubre del año que viene, cuando lleguen las lluvias largas, para recoger la cosecha. Mientras tanto, las lluvias cortas sólo ayudarán a producir el 5% del cereal del país. En un año bueno las lluvias largas dan de comer a una familia durante seis meses. Este año sólo ha dado para uno.
Algunos de los que no tienen nada que comer dejan a sus familias y prueban suerte en la ciudad, donde a falta de trabajo se entregan a la mendicidad. Se les reconoce por sus ropas y su tocado, que indican una etnia y una región: tigray, amara, oromo, afar... "Este año están viniendo mucho más a la ciudad, pero todavía no hay grandes campos de refugiados como en el 84, donde se amontonaban miles de familias enteras que habían perdido la esperanza de obtener comida", explica Turnbull. Sin embargo, sí han comenzado a asentarse grupos de desplazados internos en las afueras de las grandes ciudades.
Pero si las sequías se presentan cíclicamente, ¿por qué el Gobierno no hace nada para prevenirlas? ¿Qué otras causas nos han conducido a esta tremenda situación?, se preguntan los columnistas de la poca prensa independiente del país. Para Berhanu Nega, director del Instituto Etíope de Investigación de Política Económica, "la sequía no es la causa de la hambruna". Nega opina que el problema es estructural. "Etiopía tiene que dejar de vivir de la agricultura de subsistencia. No podemos depender sólo de las lluvias. Hay que desarrollar sistemas de irrigación y de almacenamiento de agua y hay que diversificar las fuentes de empleo. No es posible que el 85% de los etíopes vivan del campo", apunta.
A pesar de que desde la subida al poder del primer ministro etíope, Meles Zenawi, en 1991, tras derrocar a Mengistu, se haya desarrollado notablemente la red de carreteras en algunas zonas del país, las infraestructuras, entre ellas los depósitos y canalizaciones de agua, siguen siendo más que deficientes. Paradójicamente, el año pasado sobró comida en Etiopía, es decir, se produjo más grano del que se consumió. Los excedentes, sin embargo, no pudieron ser aprovechados, en parte porque según ha reconocido el propio Gobierno no tienen "dinero para comprar excedentes de producción" y distribuirlos durante las épocas de más escasez. Aunque lo tuvieran, la falta de infraestructuras básicas para distribuir, almacenar y transportar las cosechas hace inviable la puesta en marcha de una política alimentaria racional.
La falta de alternativas al trabajo en el campo complica aún más el panorama. "En este país no hay oportunidades de trabajo fuera del empleo público, el Ejército o la prostitución", asegura Alex, de la ONU. El desgaste humano y económico de dos años de guerra con Eritrea (1998-2000, en los que los principales países donantes cortaron el flujo de financiación), la caída en picado del precio del café -principal producto de exportación-, la degradación ambiental y un vertiginoso crecimiento poblacional terminan de explicar la situación a la que se enfrentarán millones de etíopes a principios del próximo año.
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