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Los iraquíes que luchan contra Sadam

Los grupos opositores en el exilio se debaten entre el odio a Estados Unidos y la necesidad de su intervención en Irak

Los grupos iraquíes de oposición en el exilio que aspiran a llenar el vacío político que deje Sadam Husein despiertan recuerdos de la Contra nicaragüense, los enemigos del régimen sandinista durante los ochenta. Los disidentes iraquíes están repartidos en numerosos grupos, desconfían a menudo unos de otros, algunos están acusados de corrupción y otros de violaciones de derechos humanos, y pugnan por la atención y el apoyo de Washington, también dividido sobre a qué grupo conviene respaldar y cómo alcanzar el objetivo común, derrocar el régimen de Bagdad.

Londres, tan poblado de exiliados iraquíes que algunos la llaman 'la Bagdad del Támesis', cuenta con toda la gama, desde comunistas hasta monárquicos, pasando por ex oficiales del Ejército iraquí y antiguos miembros de Baas, el partido de Sadam; desde los partidarios de la guerra hasta los que se oponen a ella; desde los fervientes aliados de los halcones de Washington hasta los que desconfían de EE UU. Además hay que tener en cuenta la distinción étnica entre árabes y kurdos; y, dentro de los árabes, entre el 20% de la población iraquí, formado por musulmanes suníes, y el 80% shiíes. El panorama se complica aún más por las diversas opiniones del Departamento de Estado, el Pentágono, la CIA, el Congreso y la Casa Blanca sobre la mejor forma de abordar la cuestión iraquí.

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'Las divisiones en la oposición iraquí reflejan, en gran parte, las divisiones en el Gobierno de Bush', dice Ghassan Atiyyah, un intelectual iraquí que tiene contactos con todos los sectores en Washington y no está asociado a ningún grupo político. 'Existen discusiones entre el Pentágono y el Departamento de Estado. Una cosa que produce mucha tensión entre los exiliados iraquíes es que EE UU, mientras habla de democracia, está intentando imponer ciertos grupos en un Irak post-Sadam'.

Las tensiones se deben, ante todo, a las discusiones sobre el papel del Congreso Nacional Iraquí (CNI), la organización que, pese a sus disensiones, reúne al mayor número de grupos iraquíes de oposición y ha sido la mayor beneficiaria de la ayuda norteamericana. Una analogía reciente sería la Alianza del Norte de Afganistán, pero un equivalente más exacto sería la Resistencia Nicaragüense, cuyo líder era Adolfo Calero. El CNI, que recibió 100 millones del Gobierno de Clinton en 1998, cuenta con el respaldo de los halcones civiles del Pentágono y es el medio por el que el Gobierno de Bush pretende encaminar un programa de entrenamiento militar de 98 millones de dólares.

El CNI tiene una presidencia rotatoria de seis hombres, pero la figura principal es Ahmad Chalabi, quien tiene mucho en común con el contra Calero. Es un hombre de negocios, con dinero familiar, que habla un inglés excelente y sabe cómo funciona Washington y qué botones hay que tocar para obtener el dinero y el apoyo. Asimismo, igual que con Calero en su día, flotan en el aire acusaciones de corrupción contra él, y muchos de los suyos le miran con antipatía. 'Chalabi tiene problemas tanto con los iraquíes -de dentro y fuera del país- como con EE UU', dice un miembro de la oposición iraquí, que pide que no se mencione su nombre. 'Por un lado, está conspirando con la derecha norteamericana proisraelí, cosa que será un dato en su contra a largo plazo. Por eso la gente dice que Chalabi tiene más influencia en los bancos del Potomac que los del Tigris. Por otro lado, si bien los halcones del Pentágono le miman, no cuenta con la confianza del Departamento de Estado y la CIA, que le han dado mucho dinero'.

Maysoon Pachachi, una cineasta iraquí, cree que la relación del CNI con la CIA le desacredita a ojos de su pueblo, que ha sufrido enormemente debido a las sanciones impuestas desde la guerra del Golfo de 1991. Pachachi, miembro de un grupo denominado Mujeres contra las Sanciones en Irak, está en contra de que haya guerra porque cree que supondrá nuevos sufrimientos para el pueblo iraquí y desconfía de las intenciones de los estadounidenses. 'No creo que el bienestar de Irak sea lo que más les importa a los norteamericanos, lo que les preocupa es que haya petróleo barato', dice. 'Tengo miedo de que, aunque Sadam se vaya, el país acabe desgarrado por una guerra civil'.

Una carta abierta, escrita en agosto por varios intelectuales iraquíes en Gran Bretaña, y que Pachachi firmó, decía que 'otra guerra aplastará una sociedad vulnerable y puede suponer un conflicto civil, con repercusiones imprevisibles por todo Oriente Próximo y la posible desestabilización de Europa y el mundo en general... Pedimos a todos que se opongan a los peligrosos e irresponsables planes bélicos de Estados Unidos'.

Es posible que ésta sea la opinión de varios individuos iraquíes que viven en el exilio, pero desde luego no la comparten los grupos políticos organizados, pertenecientes o no al CNI, la mayoría de los cuales se reunieron en Londres, en julio de este año, en una asamblea a la que asistieron 70 ex oficiales del Ejército iraquí y 230 opositores civiles a Sadam. El consenso entre todos estos grupos es que la caída de Sadam no puede sino ser beneficiosa, y que la única forma de lograrla es con ayuda exterior.

D. J. Kadhim, miembro del consejo político del Pacto Nacional Iraquí, discrepa en muchas cosas con el CNI, pero está de acuerdo con la opinión común entre la oposición en el exilio de que la reacción del pueblo iraquí a la caída de Sadam sería 'el júbilo generalizado'. Pero no tiene fe en que eso vaya a ocurrir desde dentro. 'Es un tipo de régimen que gobierna el país con seis sistemas de seguridad, mata a la menor sospecha, asesina a miembros de su propia familia', explica Kadhim, antiguo miembro de Baas, el partido de Sadam, que lleva 33 años en el poder. 'Sería muy difícil derrocar el régimen mediante un golpe, igual que no hubo forma de deshacerse de Hitler o Mussolini desde dentro. Hace falta la ayuda internacional. Conozco la brutalidad del régimen y sé con seguridad que el pueblo iraquí no tiene forma de librarse de él; y, como tal, mi postura consiste en apoyar el esfuerzo internacional para ayudar a los iraquíes a acabar con Sadam'.

Ghassan Atiyyah, que también conoce la brutalidad del régimen, después de haber sido encarcelado y torturado por él, dice que lo que no está tan claro -y éste es el objeto de la mayoría de las divisiones entre los exiliados iraquíes y dentro de la Administración estadounidense- es qué hacer después de que caiga Sadam. 'Los norteamericanos tienen un gran problema', dice Atiyyah, que viaja con frecuencia a Washington para hablar con miembros del Gobierno de Bush, pero no es insensible a algunas de las opiniones que sostienen los detractores de Bush y de la guerra. 'En la época de Clinton, llevaron a cabo una política de contención que consistía en encerrar a Sadam en una caja, pero también pusieron en la caja al pueblo iraquí, y eso le dio ventaja política a Sadam. La gente se olvidó de las libertades y se centró en los alimentos y las medicinas. Además, los iraquíes se han dado cuenta de que Estados Unidos sólo empezó a pensar en el cambio de régimen para Irak después del 11 de septiembre. La combinación de las sanciones y el recuerdo de que, en 1991, los norteamericanos no aprovecharon la oportunidad para derrocar a Sadam, hace que se haya disipado gran parte del sentimiento proamericano que existía dentro del país'.

La opinión de Atiyyah, que dirige un periódico independiente en lengua árabe, titulado Iraqi File, se resume en esta paradoja: 'No podemos vivir con los norteamericanos; pero tampoco podemos vivir sin ellos'. 'Necesitamos a los americanos', dice. 'Sin ellos, no creo que cambie nada en Irak. Los necesitamos, pero ésa es nuestra condena, sobre todo los halcones, que tienen ideas absurdas de que va a haber una democracia instantánea en cuanto desaparezca Sadam y que el cambio se extenderá al resto del mundo árabe. Nuestro dilema es que la gente más sensata en Washington no quiere cambiar el régimen porque es consciente de los tremendos problemas que surgirán a continuación'.

Según Atiyyah, que representó a Irak en Naciones Unidas hace muchos años, para que las cosas no sean un desastre después de Sadam, para evitar las visiones apocalípticas que muchos comparten en Estados Unidos y Europa, lo que se necesita es que la oposición iraquí elimine sus diferencias en una causa nacional común y que Estados Unidos no imponga nuevos líderes a Irak, sino que deje que salgan del pueblo. 'En otras palabras, es vital que Estados Unidos considere a los partidos políticos iraquíes como socios, y no como colaboradores'.

¿Vuelta a la monarquía?

Una opción para resolver las divisiones entre los opositores es la restauración de la monarquía. Hassan Atiyyah fue uno de los que se manifestaron contra la monarquía que gobernó Irak desde 1920 hasta 1958 y fue uno de los que aplaudieron la caída del régimen monárquico, una desgracia, en retrospectiva, porque desembocó en un golpe militar tras otro hasta que se hicieron con el poder el partido de Baas en 1968 y Sadam 11 años después. 'Esas tendencias políticas que surgen a veces no le dejan a uno ver lo que tiene', reflexiona Atiyyah con nostalgia. Un joven que desea ver la restauración de la monarquía es Ahmad al Rikaby, la voz de Radio Irak Libre, financiada por EE UU. 'Ahora la gente ve que los tiempos de la monarquía fueron el mejor periodo de Irak', dice Rikaby. 'Todo el mundo tiene buenos recuerdos de aquella época. Había una gran libertad de prensa, por ejemplo. Era el paraíso, comparado con la actualidad'.Rikaby es un entusiasta partidario de las reivindicaciones de Sharif Alí, primo del rey asesinado en 1958 y uno de los tres pretendientes actuales al trono. 'Sharif Alí es sunní, pero es hachemita y por tanto descendiente del Profeta, por lo que cuenta con el respeto de los shíies'. Rikaby, que cuida de entrevistar a Sharif Alí con frecuencia en Radio Irak Libre, dice que ya es tan conocido dentro del país que han empezado a aparecer imágenes suyas en paredes de algunos barrios de Bagdad.¿Es Sharif Alí el salvador de Irak? 'No', sonríe Rikaby, que está a favor de la presencia de EE UU 'durante los 20 o 30 años' posteriores a Sadam. 'No, no. Sharif Alí no es el salvador de Irak. El salvador es George W. Bush.'

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