Irlanda opta hoy entre dar el 'sí' a Niza o abrir una crisis en la UE
Partidarios y detractores del tratado europeo apelan al voto del miedo
Los irlandeses deciden hoy entre ratificar el Tratado de Niza y abrir las puertas de la ampliación de la UE o provocar una crisis de dimensiones impredecibles. Lo mismo los detractores del tratado que sus padrinos han apelado al miedo. Los primeros, miedo al dominio de los países grandes, a que Irlanda se diluya y pierda su neutralismo, a la llegada de trabajadores del Este. Los segundos, a quedar aislados, a perder inversiones y empleos.
La previsión apunta buen tiempo para bien de los europeístas, que defienden la urgencia de aprobar el tratado. El Gobierno asocia lluvia con abstención y abstención con victoria del no; el sol aumentará la participación y el voto del sí, sostiene el ministro irlandés para Europa y alma mater de la campaña oficial, Dick Roche. Si la participación no llega al 40%, las posibilidades de triunfo del no son reales, pese a ir muy por debajo en los sondeos: sólo un 29% de intención de voto frente al 42% del sí. Si la mitad de los votantes va a las urnas, parece seguro que el Tratado de Niza será ratificado. El resultado no se sabrá hasta media tarde del domingo.
Tras el chasco de hace un año, una segunda victoria del no abriría las puertas a una crisis europea. El Tratado de Niza quedaría definitivamente descartado para Irlanda, y los Quince tendrían que buscar fórmulas para salir del atolladero. Muchos creen que la única solución sería renunciar a Niza y acelerar la Convención sobre el Futuro de Europa, aunque sea a costa de retrasar la ampliación.
Otros sostienen que hay espacio jurídico para aplicar el tratado a 14 en las partes afectadas por el referéndum irlandés y seguir adelante a 15 con las que no exigen la modificación de la Constitución de Irlanda. Sería el caso, por ejemplo, de la modificación de los votos en el Consejo de Ministros y la ampliación. Pero no se podría obligar a Irlanda a renunciar a su comisario y no prosperarían ni la defensa europea ni el impulso a las cooperaciones reforzadas.
En Dublín, los partidarios del sí alertan contra una catastrófica pérdida de confianza en Irlanda, tanto de los demás socios como del mundo de los negocios. 'El éxito económico de Irlanda se debe a su vinculación con Europa', recuerda Arthur Forbes, director asistente de Asuntos Europeos de la IBEC (Confederación Irlandesa de Negocios y Empresarios), la CEOE local. 'Sin ella no hubiéramos recibido la inmensa inversión extranjera que ha llegado a Irlanda. Si ahora le damos la espalda a Europa, los inversores se preguntarán si tiene sentido apostar por un país que se aísla de la UE', denuncia.
Irlanda no sólo perdería los barcos; también la honra. ¿Qué prestigio le quedaría si después de haberse beneficiado de inmensas ayudas europeas le cierra las puertas a países tan pobres como casi todos los candidatos cuando llega la hora de pagar? ¿Qué prestigio le quedaría a un país emigrante como pocos si reniega de los trabajadores del Este?
Pero algunos defensores del no sostienen que está en juego la independencia política frente a los grandes países de la UE. Que no hacen más que defender valores sagrados para los irlandeses como la neutralidad.
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