Ni ideologías, ni doctrinas
Estimado secretario de Estado Kaiser, señoras y señores, querido Sr. Röder, queridos amigos,
Hace algunas semanas, cuando recibí noticia de que me había sido concedido el premio Hans-Sahl de este año, aún no sabía demasiado sobre el personaje que da nombre a este noble galardón. Ahora bien, me sentí identificado de inmediato con su principio rector. No fiarse de ideología alguna, ni de ninguna doctrina redentora, ser pacientes con nuestros semejantes y no seguir recetas sino analizar las cosas por uno mismo paso a paso. Así que, a pesar de no conocerlo, yo también seguía la antireceta de Hans Sahl.
Como él, yo también he aprendido a vivir la realidad de la emigración, aunque en mi caso haya sido en lo que se suponía que era mi patria, pero que para mí nunca ha podido ser una patria verdadera.
Aprendí a conservar la independencia en un entorno dominado por las banderas de victoria y los conformistas. Un amigo que me felicitó por haber recibido el premio y que incluso había llegado a conocer personalmente a Hans Sahl, me aseguró con la amabilidad que le caracteriza que Sahl habría aprobado esta elección sin lugar a dudas. Su observación me conmovió profundamente. Ojalá mi amigo tenga razón.
En cualquier caso, espero que no parezca que peco de inmodestia si me adhiero a la exhortación de Hans Sahl: 'Somos los últimos, pregúntanos, somos competentes'.
Agradezco este premio que considero un gran honor y me alegro de poder pasar a formar parte del círculo de autores del premio Hans Sahl.
Texto de Imre Kertész que leyó el pasado día 8 al recibir el Premio Hans-Sahl [escritor alemán, 1902-1992], que concede desde 1995 el Círculo de Autores de Alemania y que distingue a escritores cuya obra defienda la libetad de expresión.
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