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La economía del miedo

El mayor efecto económico del 11-S fue el psicológico. Los ataques contribuyeron a aumentar el temor de los inversores y consumidores en un momento que económicamente ya era malo

Andrés Ortega

El ataque del 11 de septiembre llegó en un momento que económicamente era ya malo, y aunque provocó reacciones de política económica y monetaria coordinadas y adecuadas, su mayor efecto económico es probablemente psicológico: contribuyó a aumentar el temor de inversores y consumidores. El 11 de septiembre no sólo echó abajo el World Trade Center, sino que aumentó la desconfianza en la economía -una crisis de confianza que creció con los posteriores escándalos contables- y puso de relieve la vulnerabilidad de un país ante un ataque terrorista, realizado esta vez no con armas habituales, sino con aviones comerciales secuestrados y convertidos en bombas volantes.

El 10-S la desaceleración económica mundial era ya un hecho, como recuerda el catedrático de Economía de Empresa Emilio Ontiveros. Japón llevaba años en recesión. A partir de la fuerte purga de los mercados de acciones de marzo de 2000, la economía de Estados Unidos empezó a frenarse, y, según revelan los últimos datos, entró en recesión en el segundo trimestre de 2001.

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En Europa, el 10-S la mala situación de las economías centrales era también evidente. Si el ataque hubiese venido antes, estiman algunos economistas, probablemente hubiera causado más destrozos, pues hubiera pillado a EE UU antes de la purga de muchas de sus empresas de la nueva economía.

Para Ontiveros, la principal consecuencia del temor generado fue un aumento en la prima riesgo, y la huida del dinero hacia refugios, con un aumento del precio de los bonos públicos de países avanzados, del precio del oro y una nueva caída de la Bolsa. Pero la guerra que no acaba en Afganistán, el peligro de un nuevo ataque terrorista, la evolución del conflicto de Oriente Próximo o la posibilidad de una guerra contra Irak, añaden preocupantes factores de incertidumbre.

Algunos sectores, como los seguros, el turismo y el transporte se han visto seriamente afectados. Pero al mezclar los efectos del 11 de septiembre con la crisis económica, la bursátil y la inseguridad general, es difícil deslindar qué corresponde a una causa y qué a otra, en un ambiente general de desconfianza, incertidumbre e inseguridad.

VULNERABILIDAD

Durante una semana, los mercados financieros permanecieron cerrados en Nueva York, y durante varios días también lo estuvo el espacio aéreo de EE UU, una situación sin precedentes. Pero el sistema aguantó. Y la descentralización de las comunicaciones que supone la nueva economía no sólo permitieron que otros mercados, como el de Chicago, siguieran funcionando, sino que el de bonos de Nueva York reanudara sus actividades cuatro días después, y el de acciones en siete días.

LOS DAÑOS DIRECTOS

Además de las pérdidas en vidas humanas, desde un punto de vista estrictamente económico, el cálculo del NIPA (US National Income and Product Accounts) estima la pérdida de bienes derivada del 11 de septiembre en unos 16.000 millones de dólares, o 0,15% del PIB estadounidense, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), unas pérdidas de propiedad menores que en el terremoto de California de 1994. Hay que añadir que las muertes y heridas causadas por el atentado pueden ascender a unos 5.000 millones de dólares más. Las quiebras de Enron o WoldCom han supuesto pérdidas superiores. Según el World Economic Outlook (octubre y diciembre de 2001), del FMI, incluso con los daños humanos, el terremoto que sacudió Kobe en Japón en 1995 tuvo un impacto económico mucho mayor: unos 120.000 millones de dólares o 2,5% del PIB anual japonés, a lo que hay que sumar los daños de la paralización de la economía de la región.

REACCIONES DE POLÍTICA ECONÓMICA

Para Emilio Ontiveros, fueron 'las adecuadas'. Hubo una coordinación de los bancos centrales, de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo para salir en defensa del dólar e 'inyectar liquidez para que el sistema siguiera funcionando', además de una reducción coordinada de los tipos de interés. Por parte de Estados Unidos, casi de inmediato hubo un apoyo público de 16.000 millones de dólares a las compañías aéreas, reducciones impositivas adicionales y un aumento extraordinario del presupuesto del Pentágono.

El programa electoral de Bush ya prometía un aumento del gasto militar, pero el 11 de septiembre lo disparó. La Administración, con el Congreso, inyectó 48.000 millones de dólares adicionales. Este rebrote del gasto militar puede servir para impulsar la ventaja tecnológica de Estados Unidos de sus aliados europeos. Y como apunta el Servicio de Estudios del BBVA y varios expertos, el incremento en gasto militar puede detraer fondos de otras inversiones más productivas.

La necesidad del Gobierno de financiar los gastos militares saca capital del mercado privado en unos momentos en que era necesario par reforzar la economía a medio plazo, como estima el economista Martin Carnoy. Según la OCDE, citada por el BBVA, un incremento en el gasto público militar y de seguridad del 1% del PIB y de 0,5% de seguridad privada podría reducir el PIB de EE UU en un 0,7% en los próximos.

DÉFICIT DE EE UU

La recesión, la guerra contra el terrorismo y otras operaciones militares, además del pinchazo de la Bolsa, han reducido los ingresos del Gobierno. En abril pasado, ya estaban un 30% por debajo de un año antes. La recesión, en principio breve, el aumento en gasto militar que siguió al 11 de septiembre y la previa reducción de impuestos ha hecho entrar a Estados Unidos en déficit presupuestario por vez primera en cinco años, al optar el Gobierno por financiar estos gastos por medio de deuda pública, una situación contra la que previno ayer el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. El Gobierno se vio obligado a empezar a buscar en mayo pasado 33.000 millones de dólares, dos terceras partes para alimentar nuevos gastos y otro tercio para devolver deuda antigua. Con todo, el año puede acabar con un déficit total de Estados Unidos de unos 80.000 millones de dólares, menos de un 1% del PIB, lo que es poco comparado con los déficit de los setenta o los ochenta, o incluso de muchos países europeos (Alemania puede superar el 3%) o Japón (7%).

MOVIMIENTOS DE PERSONAS

Pese a lo que apuntaron algunos observadores, el 11 de septiembre no ha cerrado la era de la globalización. Pero la reacción de Estados Unidos buscando una mayor seguridad puede contribuir a frenar la velocidad de expansión de los mercados que se estaban integrando, en tres dimensiones básicas: movimiento de personas, de capitales, de bienes.

El 11-S se ha venido a sumar a los problemas económicos y bursátiles con un efecto negativo sobre el turismo. Según Chris Donnelly, asesor del secretario general de la OTAN, el sector del turismo habría perdido globalmente unos 50.000 millones de dólares. Por vez primera desde 1982 (cuando a la segunda crisis del petróleo se sumó la imposición de la ley marcial en Polonia y las guerras de las Malvinas y de Líbano), el número de turistas internacionales ha decrecido en la mayoría de los países: 0,6%, o 4 millones menos, en 2001 que en 2000.

El descenso en los viajes de recreo o de negocios provocó una crisis en las compañías aéreas, en Estados Unidos -con más de 100.000 despidos en el ramo- y en Europa, donde se produjeron varias quiebras, como la de Swissair o Sabena.

La lucha contra el terrorismo global ha introducido también un mayor control de la inmigración en Estados Unidos y en Europa. Aún es pronto para saber fehacientemente si ha afectado a los crecientes movimientos migratorios. En todo caso, sí ha llevado a tomar en EE UU y en Europa medidas contra la inmigración ilegal y a afrontar ésta aún más desde la perspectiva policial.

MOVIMIENTOS DE CAPITALES

La cooperación en el control internacional de los movimientos de capitales, en la lucha contra las redes de financiación del terrorismo y otras formas de crimen organizado, también se ha incrementado aunque con resultados inciertos. Incluso después de los ataques, la industria bancaria sigue dudando de la necesidad de nuevas normas para combatir el blanqueo de dinero. Antes del 11 de septiembre, el Tesoro de Estados Unidos había vetado propuestas de la OCDE para limitar el secreto de cuentas y lavado de dinero.

Un último informe de Naciones Unidas, que ha sido filtrado, viene a reconocer que las redes de financiación de Al Qaeda están prácticamente intactas. Los terroristas han apostado por Internet y otros métodos informales, como el hawala, de transacción de dinero para mover los fondos sin ser detectados. De hecho, el intento de seguir la pista del dinero del grupo de Osama Bin Laden comenzó de forma seria cuando el presidente Bill Clinton firmó una orden clasificada el 21 de octubre de 1995. La orden secreta, Directriz de Decisión Presidencial 42, ordenaba a los departamentos de Justicia, Estado y Tesoro, al Consejo Nacional de Seguridad, la CIA y otras agencias de espionaje que incrementaran y unificaran sus esfuerzos contra el blanqueo internacional de dinero por parte de terroristas y criminales. No impidió que Al Qaeda organizara el ataque del 11 de septiembre.

También se va imponiendo de forma general la exigencia de Estados Unidos, plasmada en ley, de que los operadores de Internet y las empresas conserven durante dos años, y no sólo tres meses como era hasta ahora la norma, copias de los correo electrónicos y páginas de Internet visitadas por sus clientes.

COMERCIO MUNDIAL

Según Conelly, se han perdido 75.000 millones de dólares en comercio a consecuencia del 11 de septiembre. Sin embargo, según otros analistas, como Moises Naim, director de Foreign Policy, el comercio mundial no sólo no ha disminuido, sino que ha aumentado: se calcula que puede crecer en un 8% en esta segunda mitad del año, y 10% en el próximo semestre. Pero en 2000 había crecido en un 12%.

Hay el peligro de que, por razones de seguridad, el intercambio de bienes se frene. En su temor a que en los contenedores o en los productos importantes se esconda algún tipo de ataque terrorista, la Administración de Bush está diseñando un perímetro de seguridad, no ya en sus fronteras nacionales -han entendido que la globalización las ha hecho demasiado porosas-, sino que puede ir desde las fábricas en México de productos que luego van a Estados Unidos, hasta la vigilancia en zonas portuarias de los contenedores que se embarcan en Rotterdam, Hong Kong o Algeciras con destino a Estados Unidos, un plan de seguridad que deberá aprobar, o no, en diciembre la Conferencia Internacional sobre Seguridad Marítima, parte de la Container Security Initiative lanzada por Washington, una especie de defensa global adelantada que se ha de concentrar en 20 megapuertos.

Ésta demanda nuevas normas de tráfico marítimo por parte de Estados Unidos, que ya cuenta con inspectores de aduana en algunos puertos, puede no sólo causar fricciones con sus socios comerciales, sino también aumentar los costes de los transportes. Así, los nuevos escáneres para Rotterdam pueden suponer un coste de 14 millones de euros.

El 11 de septiembre alimentó no sólo el unilaterialismo, sino también el proteccionismo por parte de Estados Unidos, que tomó medidas para proteger su acero y prácticamente doblar (80%) las subvenciones a sus agricultores. A pesar de esto, sin embargo, el 11 de septiembre probablemente facilitó el acuerdo en Doha (Qatar) para lanzar la ronda del desarrollo en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La ronda, sin embargo, no bastará para impulsar un desarrollo que suprima esa pobreza, que es caldo de cultivo y refugio para criminales, como en Afganistán.

Frente a la guerra fría, que tenía el eje Este-Oeste en su centro, la actual época vuelve a estar marcada por las diferencias entre Norte y Sur. El 11 de septiembre debería haber servido para prestar una mayor atención a las desigualdades económicas en un mundo en el que 1.200 millones de personas viven con menos de un dólar diario, el 46% de la población mundial vive con menos de 2 dólares diarios y el 20% de la población mundial disfruta del 80% de sus rentas.

De hecho, ha llevado a la UE y sus Estados miembros a comprometerse en la cumbre de Monterrey en marzo pasado a aumentar su ayuda oficial al desarrollo hasta el 0,39% del PIB en tres años, la mitad del anterior compromiso. Sin llegar a esos niveles, Estados Unidos también ha decidido el mayor aumento de su ayuda exterior en 40 años.

EL PETRÓLEO

El impacto sobre el aumento o reducción del precio del petróleo tiene mucho más que ver con los avatres de las perspectivas de un posible ataque contra Irak que con lo ocurrido el 11 de septiembre. El precio del crudo cayó a partir del 19 de septiembre, ocho días después del ataque terrorista, al observar que no siguió ningún otro atentado ni que tuvo consecuencias directas en el Golfo. La mayor inseguridad que se cierne a corto o medio plazo sobre el precio del petróleo es la perspectiva de una guerra contra Irak.

Un policía y un perro adiestrado vigilan la entrada del edificio de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street. PLANO GENERAL - PAISAJE URBANO
Un policía y un perro adiestrado vigilan la entrada del edificio de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street. PLANO GENERAL - PAISAJE URBANOREUTERS

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