Roberto Verino sorprende con un desfile lleno de sensualidad y sugerencia
La segunda jornada de Cibeles tuvo un aire rutinario tras la euforia de la inauguración
La segunda jornada de la Pasarela Cibeles discurrió entre la rutina y el desencanto, tras la euforia del día de apertura. La moda española navega en la incertidumbre. Los que saben lo que hacen son singulares excepciones, y es un sentir colectivo que la corrección técnica a la hora de ejecutar los diseños no basta ni justifica Cibeles. La excepción fue ayer Roberto Verino, con un desfile lleno de sensualidad y sugerencia que mira, con escala humana, al placer del viaje y la aventura. Duyos, Ángel Schlesser, Elio Berhanyer, Lemoniez y Javier Larrainzar completaron la pasarela.
¿Es suficiente la corrección estilística para justificar la presencia de un diseñador o una firma en una pasarela oficial? ¿Son algunas de estas colecciones muestrarios de oficio venidos a más por mor de una promoción eficaz? ¿Tiene algún sentido que políticos ajenos al sector opinen sobre la moda y sus salones? ¿Hasta dónde seguirá la estéril pugna soterrada entre Madrid y Barcelona?
Surgen muchas preguntas y no hay respuestas inmediatas. Y lo que se ve es más de lo mismo. Hasta la llegada de Roberto Verino a media tarde, poco se mostró de interés y nada que realmente motivara al escaso auditorio.
Con la mitad de las sillas vacías y notables efectos especiales, Duyos abrió su desfile con un homenaje a las antiguas azafatas y a las turistas solitarias. Los antiguos uniformes de las tripulaciones de Iberia (que en su día firmó Elio Berhanyer) han sido la fuente de inspiración de Duyos, que se remitía en otros momentos hasta el lustro 1945-1950. Ha sido una colección en voz baja, razonablemente bien cosida y con guiños al baño en crochet. Lo más interesante fueron las faldas-pantalón y unas graciosas esclavinas ligeras y los trajes de topos blanco sobre negro y viceversa. Duyos arremete contra las chicas monas entronizándolas desde una cierta transgresión muy atemperada por la necesidad de vender, y rápido.
Convencional
Ángel Schlesser recortó de su trabajo cualquier destello airado. El resultado es políticamente correcto además de convencional. Muy bien hecho todo desde la óptica del buen gusto frío, pero dejando una cierta ausencia de búsqueda. En su desfile se vieron muchos blancos, detalles de acusada sastrería y algo inusitado en él: ¡lazos!
Toda decadencia es un crimen. La propuesta de Elio Berhanyer es barata. No queda casi nada de su grandeza en la costura, antaño, cuando era capaz de deslumbrar con la perfección del venerado maestro que fue en el ramo. Apenas unas saharianas blancas o un traje de piqué corto se salvaban de tan enojoso pase donde las modelos fueron transferidas a señoritas de bien venidas a menos.
Roberto Verino presentó una colección centrada en el estrecho cromático del blanco, el negro, el marfil, arena y los marrones. Los dibujos de las prendas tenían dos bases: las flores (calas, rosas silvestres) de la pintora Georgia O´Keeffe y los huesos del desierto: la osamenta de la cabeza de vaca que luego encuentran su respuesta en los complementos: hueso africano tallado, aros, cuero rústico, metal bruñido.
Étnico
Roberto Verino borda el algodón y el lino con una seria voluntad de resaltar lo artesano y sus gruesas texturas hiladas; hombres y mujeres liberados en la tierra del fuego luciendo un arrojo capaz de seducir. Kaftanes, pantalón bereber, túnicas, chaquetas de colono, y un punto que se escurre sobre la piel: todo un concierto que remite a la leyenda de que es posible trasladar a la prenda, y en consecuencia al consumidor potencial, un regusto por lo étnico mucho más interno y consciente de lo que significa ese concepto que quedarse simplemente en lo epidérmico del dibujo.
También desfilaron ayer Lemoniez y Javier Larrainzar con propuestas que despertaron bastante poco interés. El primero rozando lo cursi; el segundo, en un complaciente desdoblamiento entre la clientela tradicional y los reclamos de la pasarela.
En los pasillos de la segunda jornada de la Pasarela Cibeles brillaron con luz propia la checa Carolina Kurkova, Nieves Álvarez y el italiano Salvatore Riva.
Babelia
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