Las discrepancias en política exterior, pesca y energía debilitan a la Comisión Europea
Cinco comisarios airean sus diferencias entre ellos o con el presidente del Ejecutivo comunitario
La difusión de las discrepancias internas en la Comisión Europea sobre aspectos de relieve como las políticas exterior, pesquera, energética o de competencia, han fomentado estas semanas la imagen de desunión entre los 20 comisarios y, sobre todo, han dañado aún más la autoridad del presidente del Ejecutivo comunitario, Romano Prodi, cuando éste ha echado un pulso a los Gobiernos al proponer que la institución que preside gane más poder a costa del Consejo de la Unión Europea. Al menos cinco comisarios se han intercambiado cartas expresando con dureza sus diferencias, y todas ellas han sido aireadas públicamente por sus autores o, lo que se considera más grave, por sus destinatarios.
El último ejemplo se registró ayer mismo cuando el diario Financial Times, habitualmente empleado por las autoridades británicas para difundir sus puntos de vista, contó que el comisario de Exteriores, Chris Patten, ha escrito una carta a Prodi en la que le explica su radical oposición al documento aportado por la Comisión a la Convención sobre el futuro de Europa. Concretamente, Patten considera que el Ejecutivo comunitario va demasiado lejos cuando propone que la política exterior europea acabe estando bajo control de la Comisión, lo que, según el comisario, afectaría negativamente a la soberanía de los Estados. Pese a que el informe, una vez aprobado por la Comisión, debe ser defendido por todos los comisarios como integrantes de un mismo colegio, Patten advirtió en su carta, enviada antes de la discusión del mismo, que él no podrá intervenir en apoyo de las tesis allí contenidas.
El dato se suma al hecho de que, cuando la Comisión Europea debatió ese documento la pasada semana, el también británico Neil Kinnock, vicepresidente del Ejecutivo encargado de la reforma administrativa, protagonizó una airada intervención de 15 minutos en la que criticó con dureza la parte del informe dedicada a la política exterior, en línea con posiciones mantenidas por el Gobierno británico.
En semanas anteriores, la comisaria de Medio Ambiente, la sueca Margot Walstrom, hizo saber por carta que estaba en contra de las opiniones expresadas por su colega Loyola de Palacio, vicepresidenta encargada de Transportes y Energía, a favor de la energía nuclear. En los mismos días, mientras la española enviaba al comisario de Agricultura, Franz Fischler, una misiva crítica con su propuesta para reformar la política pesquera, la comisaria sueca le remitía otra a Fischler de apoyo al plan que establece la reducción de la flota de los Quince, pidiéndole incluso que fuera más radical al exigir mayores recortes en la capacidad de la flota europea.
Una segunda carta de Loyola de Palacio a Fischler esta misma semana califica de 'provocación' el plan del comisario de Agricultura, aprobado finalmente por la Comisión el martes pasado con la oposición, entre otros, del comisario de Asuntos Económicos, el español Pedro Solbes. Con anterioridad a esta serie de cartas, los comisarios alemanes Michaele Schreyer, de Presupuestos, y Günter Verheugen, de Ampliación, escribieron al de Competencia, el italiano Mario Monti, contándole sus preocupaciones ante la reforma del sistema de distribución de automóviles que, según el canciller Gerhard Schröder, dañará gravemente a la industria alemana.
Pero los intercambios más recientes de cartas se han producido en un momento táctico especialmente delicado, una vez que la Comisión, al aprobar la pasada semana su aportación a la Convención europea, había lanzado un pulso a los Estados, como lo definieron varios dirigentes del Parlamento Europeo, y, por tanto, intentaba marcar unas líneas políticas más firmes y valientes. A su vez, y como ponen de relieve varias fuentes consultadas, incluida alguna próxima al presidente de la Comisión, lo que ocurre revela que 'no hay la mínima disciplina que debe haber en una institución', y al respecto señalan que 'no hay piloto en el avión', en referencia a que Prodi no es capaz de imponer esa disciplina.
Fuentes oficiales de la Comisión señalaron ayer que es 'normal' que haya discrepancias y que los 20 políticos que integran el Ejecutivo europeo 'tengan puntos de vista diferentes', pero enseguida añadieron que esas misivas son 'confidenciales', algo que evidentemente no se está respetando.
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