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Más allá de la 'tercera vía'

Conocido por el gran público como teórico de la tercera vía de Tony Blair, el profesor Anthony Giddens es mucho más que eso. Sus análisis sobre las consecuencias de la primera modernidad y las características de la actual modernidad reflexiva ofrecen herramientas de conocimiento de nuestra sociedad que trascienden sus propuestas concretas sobre la socialdemocracia. Sin embargo, es en eso en lo que quiero centrarme.

Quizá porque nunca fui un entusiasta defensor de la tercera vía -muy ligada a la situación política británica y descubridora de algunos Mediterráneos por los que ya navegaban, con menos alharaca, partidos socialistas como el español-, tampoco me sitúo ahora en la moda exagerada de criticarla desde la izquierda por su supuesta connivencia con valores ideológicos más cercanos a la democracia cristiana clásica que a la socialdemocracia.

Los antecedentes teóricos más directos de la tercera vía hay que encontrarlos en el magnífico libro, precisamente de A. Giddens, Más allá de la izquierda y la derecha, habría que añadir, tradicionales. De hecho, la tercera vía era un intento de situarse entre la derecha neoliberal thatcheriana y el viejo laborismo británico todavía comprometido en su programa con la necesaria nacionalización de los medios de producción. Recordemos que eliminar esta cláusula fue la batalla interna más importante que ganó Blair, y en la que habían fracasado sus predecesores, antes de las elecciones que le impulsaron al Gobierno, de manera parecida a lo que aquí significó a finales de los años setenta la eliminación de la filiación marxista en el programa del PSOE antes del triunfo de 1982.

Del libro de Giddens retengo tres cuestiones importantes que se trasladaron a la tercera vía y cuya vigencia no creo necesario resaltar. En primer lugar, que los problemas sociales no son de derecha o de izquierda, sino, en todo caso, lo son las soluciones a los mismos. Desde Gran Bretaña y de manera retrospectiva, era evidente que el éxito arrollador de Thatcher se había forjado desde el reconocimiento explícito de algunos problemas derivados de décadas de Estado de bienestar a los que la dama de hierro ofreció soluciones de derechas mientras el laborismo se negaba a reconocer, incluso, la existencia de dichos problemas.

Algo parecido podría pensarse ahora cuando algunos pensadores de izquierda plantean que cuestiones como la inseguridad ciudadana, los desafíos de la inmigración o el apoyo a las familias son asuntos que la izquierda no debe tratar por formar parte de la agenda política de la derecha. Mire, no, viene a decir Giddens. Los problemas existen, los problemas son de los ciudadanos, afectan más a los sectores desfavorecidos, y si la izquierda no es capaz de percibirlos y de ofrecer una solución propia, se está alejando de su base social, del conjunto de los votantes y dejando el espacio libre para la derecha.

Segundo apunte, la primera modernización que arranca del siglo de las luces ha dado lugar a una nueva etapa en la que se ha evidenciado que no tenemos apenas control sobre las consecuencias de la acción humana, lo que da como resultado la aparición de problemas nuevos, que no existían antes y para los cuales no son válidas las soluciones tradicionales ni de la izquierda ni de la derecha.

Las cuestiones ecológicas y la posibilidad de deterioro grave del mundo como consecuencia de la acción humana irresponsable; los avances en la incorporación de la mujer a la vida laboral, social y política en igualdad con el hombre con sus repercusiones sobre la compatibilidad entre vida familiar y laboral, reducción en la natalidad, o alteración en los roles tradicionales de cada sexo; el envejecimiento de la población en el mundo desarrollado y sus implicaciones no sólo sobre las pensiones, sino sobre el modo de vida, de producción, consumo, ocio y vivienda que conlleva la globalización y sus resultados en forma de mayor incertidumbre generalizada sobre los resultados de nuestra vida en lo que U. Beck, que tanto ha trabajado con Giddens, ha llamado la sociedad del riesgo, son problemas nuevos, realmente existentes y sobre los que no existen recetas antiguas que se puedan aplicar ni en la derecha ni en la izquierda.

Tercer asunto, incorporar el valor y la importancia de la responsabilidad y el esfuerzo individual en las políticas de la izquierda tendentes, con demasiada frecuencia, a que el papa Estado provea a los ciudadanos 'desde la cuna hasta la tumba', generando con ello redes de protección que acaban atrapando en lugar de liberando. Esta idea, que algunos marxistas analíticos como Roemer consideran hoy esencial para la izquierda, obliga a replantear el contenido de las relaciones entre Estado e individuos y, de manera más instrumental, entre sector público y sector privado.

Sin duda, otros más cualificados que yo podrán hacer un balance más riguroso de las aportaciones académicas de A. Giddens. Pero el socialismo democrático, más allá de la tercera vía, tiene que responder a estas tres cuestiones políticas planteadas por él si quiere ofrecer soluciones de hoy, a los ciudadanos de hoy, frente a los problemas de hoy. Y en ningún lado está escrito que esas soluciones tengan que ser las mismas que ofrece la derecha. Pero, seguro, tendrán que ser distintas de las ofrecidas por la izquierda en el pasado. Entre otras cosas, porque algunas líneas de separación se han movido para situarse en otro sitio y porque otras, sencillamente, no existían antes.

Jordi Sevilla es secretario de Política Económica y Ocupación del PSOE.

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