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La Kunsthalle de Viena recupera la ironía de los 'Cuadros vivos'

La exposición reúne obras de Duchamp, Man Ray, Magritte o Pasolini

La Kunsthalle de Viena dedica, hasta el 25 de agosto, una exposición a un género casi olvidado, pero todavía vigente: los así llamados Cuadros vivos (Tableaux vivants), que reproducen pinturas en escenas con personajes reales. La muestra reúne obras de unos treinta artistas, desde Marcel Duchamp, Man Ray y Magritte hasta Pier Paolo Pasolini, Piero Manzoni, Hiroshi Sugimoto, Arnulf Rainer, Liza May Post y Karl Valentin.

A primera vista, el conjunto de las fotografías de poses teatrales que imitan a las artes plásticas resultan como una parodia de la imagen solemne que el ser humano tiene de sí mismo. Pero más allá de la caricatura se abre un vasto campo de exploración.

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Es muy vieja la idea de representar en vivo obras maestras de la pintura. Se sabe que Goethe era asiduo a este ejercicio, que no tuvo testimonios gráficos hasta que surgió la fotografía, hasta que se puso de moda entre la alta burguesía dejarse fotografiar imitando en sofisticados requisitos y gestos a personajes retratados por célebres artistas, de ser posible clásicos, con una cierta preferencia por Rafael. También el cine se muestra desde sus comienzos atraído por la realidad reproducida en lienzos, como en la película muda El libro genealógico encantado (1907), de los hermanos Pathé, que se puede ver al inicio de la exposición, o en el cortometraje de Pasolini La ricotta (1962), en el que Orson Welles hace el papel de un director que filma una crucificación de Jesucristo.

Otro espacio no falto de ironía está dedicado a los innovadores del concepto de arte, René Magritte, Marcel Duchamp y Man Ray. A Duchamp le gustaba entrar él mismo en poses alegóricas y dejarse fotografiar por su amigo Man Ray, quien, por otro lado, también utiliza mujeres de modelo en expresivos cuadros que parecen 'dibujados' por la cámara.

Con el auge del género del performance hacia fines del siglo XX han reaparecido los cuadros vivos, pero suele pasar inadvertida su dimensión histórica, salvo excepciones como la obra de Tom Hunter. Sus fotografías La copa de vino (1999) o The art of squatting (1997) muestran personas de nuestro tiempo en situaciones caseras cotidianas en claroscuros al estilo del pintor Vermeer. Un lugar destacado en la exposición ocupa la serie de fotografías de grandes dimensiones en las que Eleanor Antin reproduce escenas de Los últimos días de Pompeya, con personajes petrificados en trajes de época y colores chillones que recuerdan a pinturas historicistas del siglo XIX. La austriaca Valie Export se fotografía a sí misma vestida con ropa de casa en gestos patéticos copiados de cuadros renacentistas o barrocos. Es una de las más claras en su intención de desvelar con ojos críticos el significado de poses establecidas a través de siglos de representación pictórica.

Según los comisarios de la exposición, Sabine Folie y Michael Glasmeier, los cuadros vivos, al filo de la navaja entre realidad e imaginación, entre el movimiento y lo estático, pertenecen a un género artístico 'bastardo', difícil de calificar, ya que pueden ser reconocidos como puestas en escena o como performance, pero también pueden camuflarse en la publicidad, en la moda y en cualquier rincón de la vida cotidiana.

El artista italiano Piero Manzoni, firmando unas <b></b><i>esculturas vivas</i> (1961).
El artista italiano Piero Manzoni, firmando unas esculturas vivas (1961).EPA

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