Crece la polémica en Austria por la privatización de la gestión cultural
Dimisiones e indignación entre los responsables de museos e instituciones
La orientación mercantil de la nueva política cultural en Austria está provocando una ola de indignación entre gestores de museos y de otras instituciones culturales. 'La actual situación es una catástrofe con muy pocas excepciones', según el director de la Casa de la Literatura, Heinz Lunzer. 'Que los directores de museos se conviertan en gerentes de empresa puede resultar divertido y sexy, pero no tiene sentido', dijo Peter Noever, director del Museo de Artes Aplicadas. Lóránd Hegyi dimitió en enero de su cargo de director del Museo de Arte Moderno-Fundación Ludwig.
En un gesto de resistencia, Peter Noever cerró sus salas de exposiciones los primeros cuatro meses del pasado año, convirtiéndolas en sede de debates filosóficos para cuestionar el futuro de los museos, con participantes como Baudrillard o Sloterdijk. Por su parte, Gerald Matt, director de la sala de arte de vanguardia Kunsthalle, se retiró el pasado febrero del consejo de administración del nuevo Barrio de los Museos por discrepancias con el estilo de gestión. Según su opinión, 'si el trato que se da al arte sirve de barómetro para evaluar lo abierta y pluralista que es una sociedad, podemos afirmar que el clima ha empeorado'. El dimisionario Lóránd Hegyi considera que esta nueva estrategia cultural sólo 'podría conducir a Disneylandia'.
Son las repercusiones de la nueva ley -entró en vigor hace dos años- que reduce la presencia del Estado para el sector cultural en un país que ha vivido el último medio siglo arropado en un sólido sistema social de tono paternalista. El inicio de la reforma -lanzada por el Partido Popular y el Partido Socialdemócrata- coincidió con el ascenso al poder de un partido declaradamente adverso a los artistas: el Partido Liberal (FPÖ), guiado por el derechista Jörg Haider.
Desde el año 2000, los museos, bibliotecas y teatros estatales -como el Museo de Historia del Arte, el teatro de la Opera de Viena, la Biblioteca Nacional, el Museo de Artes Aplicadas o el Burgtheater- gestionan de forma autónoma sus propias finanzas, su personal, su sede y sus actividades. Funcionan como empresas privadas pero siguen perteneciendo al Estado, el cual les garantiza una subvención fija cada año que cada institución debe completar con sus propias ganancias.
Este sistema da buenos resultados, por ejemplo, al Museo de Historia del Arte, la pinacoteca de las magníficas colecciones heredadas de los Habsburgo, que constituye uno de los mayores puntos de atracción turística en Viena. Del Estado recibe ahora el 60% de su presupuesto, el resto proviene de la venta de entradas, de las tiendas, patrocinadores y hostelería. El director, Wilfried Seipel, está satisfecho con la reforma, porque 'confiere mayor eficiencia y libertad creativa'. Cuando todas las decisiones eran dependientes de los ministerios y los empleados tenían el estatus de funcionarios, él lamentaba la falta de motivación. Ahora, para atraer público pero no perder calidad, Seipel es partidario de combinar actividades de alto nivel pero interés minoritario -'como la nueva exposición sobre la naturaleza muerta en el arte flamenco'- con eventos de atractivo multitudinario como la exposición de El Greco, a la que asistieron 373.000 personas, o la del Oro de los faraones, con 300.000 visitantes.
Muy diferente es el caso del arte contemporáneo, porque las instituciones sin atractivo comercial no pueden generar ganancias en un país donde no abunda el mecenazgo privado. A esto se suman los recortes condicionados por el plan de austeridad del Gobierno, que apunta a alcanzar el cero de inflación. Varios gestores como Noever o Matt, en un principio entusiastas de la nueva autonomía de los museos, se muestran ahora escépticos debido a la falta de presupuesto y están convencidos de que el Estado es irreemplazable para garantizar el pluralismo cultural.
Estandarización
Noever, conocido por su visión del arte como experimento catalizador, protesta contra un proceso de comercialización que lleva a una 'estandarización del espíritu'. Lunzer opina que la idea de que una obra de arte no vendible no merezca existir responde al 'credo reaccionario de los partidos del actual Gobierno derechista-conservador'. Y Matt sostiene que la actual política cultural supone 'un retroceso a los años cincuenta del culturalismo representativo'. Su Kunsthalle recibe únicamente apoyo del municipio (socialdemócrata) de Viena desde que el Estado le cortó su parte de subvenciones, debido, según Matt, a haberse pronunciado 'contra la participación en el Gobierno del partido FPÖ, el cual discrimina el arte y a los artistas'.
Peor suerte han tenido otras pequeñas organizaciones culturales, que se ven obligadas a cerrar al quedarse sin apoyo alguno, como el caso de Public Netbase, un foro cibernético de jóvenes artistas poco convencionales, o el foro cultural de mujeres Cosmos Frauen Forum.
El modelo se extiende
El Ministerio de Arte y Educación austriaco está dándose cuenta de su error. A partir de 2003, tendrá que ampliar los fondos destinados a los museos, según dijo Reinhold Hohengartner, encargado de arte y medios de comunicación. El sistema es extremadamente complicado en un país que ha separado en diferentes ministerios la administración de educación y arte, por un lado, y por otro la cultura, que se refiere a artistas vivos y a actividades culturales generadas hoy, y que es donde más se padecen las restricciones presupuestarias y, según los críticos, también las ideológicas. Por el contrario, el municipio de Viena, desde hace más de medio siglo dominado por los socialdemócratas, ha aumentado su presupuesto para actividades culturales, según informó el concejal de Cultura, Andreas Mailath Pokorny. La transformación se extenderá asimismo a las universidades, que muy pronto comenzarán a funcionar al estilo de entidades privadas. Mientras que varias organizaciones de estudiantes se muestran contrarias a la nueva política, el rector de la Universidad de Viena, Georg Winckler, considera que 'una cierta orientación de mercado para la universidad no es necesariamente una desventaja, siempre y cuando la reforma universitaria no se incluya en la estrategia de ahorro presupuestario'.
Babelia
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