Arafat visita Belén pero suspende su recorrido en Yenín
Decepción en el campo de refugiados atacado por Israel por el plantón del líder palestino
Yasir Arafat abandonó ayer por primera vez en cinco meses la ciudad de Ramala, donde se encontraba confinado desde el pasado 3 de diciembre. Con el permiso del Gobierno israelí, el presidente palestino efectuó un viaje relámpago por tres ciudades de Cisjordania -Belén, Yenín y Nablús-, que debía culminar con una visita al campo de refugiados de Yenín, el símbolo de la resistencia palestina. Pero su helicóptero sobrevoló las casas destruidas, eludiendo el contacto con los habitantes y sumiendo en la desesperanza a los supervivientes de la mayor ofensiva del Ejército israelí.
No fue un viaje triunfal. El campo de refugiados de Yenín -15.000 habitantes- esperó ayer durante toda la mañana, en medio de una nube de calor, sudor y polvo, encaramados en lo alto de las montañas de escombros, la llegada del presidente palestino, Yasir Arafat.
El aparato del partido gubernamental Al Fatah lo había preparado todo: banderas, guirnaldas, altavoces, pintadas patrióticas en las paredes, pancartas y octavillas. Los preparativos incluían además una masa enfervorizada de público leal compuesto por funcionarios y escolares, que habían sido llevados desde las escuelas del centro de la ciudad a los aledaños del campo en formaciones disciplinadas y compactas, dispuestas a vitorear sin cesar el nombre de Yasir Arafat.
La dirección de Al Fatah había previsto incluso el reparto de centenares de botellas de agua mineral entre los millares de sedientos seguidores y la construcción en el extremo del campo de un podio de madera cubierto, desde el que el presidente palestino debía dirigirse a la multitud, en lo que debía ser un discurso de exaltación nacional, dirigido a todo el pueblo palestino, pero en especial a los vecinos del campo de refugiados, los más castigados por la última ofensiva de los tanques y la infantería del Ejército de Israel.
El comité popular y espontáneo del campo de Yenín, configurado esencialmente por los familiares de los shahid (mártires) y de los detenidos, había preparado los detalles de una recepción alternativa, en la que se pensaba plantear una lista de reivindicaciones, quejas y lamentos, que en el fondo podía quedar resumido en una sola denuncia: haber aceptado la libertad y el fin de su encierro en Ramala a cambio de ayudar a sepultar la comisión de investigación que iba a poner en marcha Naciones Unidas sobre lo sucedido en el campo de Yenín.
El temor de las reivindicaciones de los refugiados y el estruendo aislado de algunos cohetes, que en la imaginación de los funcionarios de la seguridad de Arafat eran disparos de fusiles, llevaron en un último momento al helicóptero de Yasir Arafat a remontar el vuelo, efectuar una suave pasada por encima de las ruinas y dirigirse después con velocidad de un relámpago hacia el oeste, hasta perderse en el horizonte. La visita había sido cancelada. El campo de refugiados de Yenín se sintió ayer más solo y abandonado que nunca. Unos jóvenes quemaron en un ataque de ira el podio desde el que Arafat debía pronunciar su discurso, mientras arrancaban con odio las pancartas de las paredes.
'Que se vaya, que se vaya, no lo necesitamos para nada', musitaba desde la puerta de su colmado, Mohamed, de 41 años, antiguo prisionero político en las cárceles israelíes, donde asegura haber recibido descargas eléctricas en los testículos, mientras regresaba al interior de su comercio para repasar de una sola mirada las paredes destrozadas y las estanterías vacías, por el expolio y las balas del Ejército israelí.
Quejas en Belén
La visita frustrada de Arafat al campo de refugiados de Yenín fue un fracaso para la causa palestina, casi tanto como había sido horas antes su periplo por el corazón de Belén, seguido por poco menos de tres centenares de vecinos, quien sin mucha convicción y con desánimo repitieron el nombre de guerra del presidente: 'Abu Amar, Abu Amar...'.
El eco de las voces le acompañó en su visita a la basílica de la Natividad, a la iglesia de Santa Catalina e incluso a la gruta donde la tradición dice que nació Jesús. Luego atravesó la plaza del Pesebre para dirigirse a la mezquita de Omar, no sin antes tener que escuchar las quejas de las madres y esposas de los 13 expulsados, que le increparon pidiéndole que no olvide 'a los deportados de la iglesia'.
Sólo en el punto final de su viaje, en Nablús, el presidente palestino alzó el tono de su voz, para exclamar desde los altavoces del Ayuntamiento que 'iremos a Jerusalén con millares de mártires'. Sólo entonces los palestinos gritaron con convicción y vitorearon a su líder: 'Siempre estaremos contigo Arafat'.
Antes de comenzar su minigira por Cisjordania, Arafat hizo unas breves declaraciones en las que afirmó que la decisión del partido derechista israelí Likud de oponerse a la creación de un Estado palestino suponía 'la destrucción de los acuerdos de paz de Oslo' de 1993.
[Por otra parte, el ministro palestino que se ocupa de las relaciones con las ONG, Hassan Asfuret, y su guardaespaldas, fueron golpeados ayer en Ramala por un grupo de hombres enmascarados, indicó su esposa a la agencia France Presse. El ministro tuvo que ser atendido en un hospital después de la agresión, que se produjo cerca de su domicilio.]
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