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El feliz colapso de Sant Jordi

El centro de Barcelona fue tomado ayer por los ciudadanos en busca de libros y rosas en la 'diada' más masiva

Parece casi imposible, pero la Diada de Sant Jordi cada año va a más. Bajo un sol de verano y en un festivo ambiente prefutbolístico Barcelona-Madrid, los ciudadanos de Barcelona se lanzaron ayer masivamente a la calle en busca de su libro y de su rosa. El centro de la ciudad quedó prácticamente colapsado desde las once de la mañana hasta bien pasadas las siete de la tarde. El desembarco de escritores fue impresionante.

La jornada empezó con el tradicional desayuno del hotel Regina, en el que participaron más de setenta escritores. Y desde allí iniciaron el periplo de la sacrosanta firma, al que se fueron uniendo cientos de autores llegados de toda España y, en menor número, del extranjero. 'Cuando esto sale bien es como un acto organizado por Comediants', afirmó Manuel Vázquez Montalbán antes de empezar la peregrinación.

Cercas, Gala, Vázquez Montalbán, Almudena Grandes y Millás, entre los más vendidos
Las ventas de libros crecieron un 6% y se compraron más de cinco millones de rosas
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Los libreros intentaron marcar rígidos horarios a toque de campana, de once a doce en tal librería, de doce a una en tal otra, pero en más de una ocasión quedaron desbordados. Por ejemplo, a Joaquín Sabina casi se le rompe la mano de firmar ejemplares de su libro de poemas Los ciento volando de catorce (Visor) en la Fnac Triangle, pero llegaron las doce y seguía la cola. Y a las doce tenía que firmar en Crisol. ¿Qué pasó? La cola se fue tras él en una divertida procesión laica. Chus Visor era el más feliz: 'Lo publicamos en noviembre pasado y lleva vendidos 100.000 ejemplares. ¡Para que luego digan que la poesía no vende!'. Y otro más: Vázquez Montalbán llegó, acalorado, con tres cuartos de hora de retraso, al almuerzo organizado por Random House Mondadori -su Erec y Enide ha sido editada por Areté, una de las editoriales del grupo-, porque sus lectores no le dejaron abandonar la caseta donde firmaba.

Otro escritor que sufrió los rigores del sol de justicia fue Álvaro Pombo cuando firmaba ejemplares de El cielo raso (Anagrama) en la Librería del Raval. No se paró en chiquitas y lo solucionó rápidamente: se hizo un sombrero con las páginas de un suplemento literario. 'Es que la piel del cráneo es muy fina'.

Tomás Eloy Martínez, que vivió deslumbrado su primer Día de Sant Jordi, no paraba de repetir su asombro ante el espectáculo. Al autor de El vuelo de la reina, premio Alfaguara 2002, le tocó compartir caseta con Sabina en dos ocasiones. '¿Pero cómo me van a llegar lectores a mí con este hombre a mi lado?', dijo con humor. Pero le fueron llegando. Entre el mogollón de gente que se aglomeraba en la caseta de Crisol había, además, muchos argentinos interesados en su libro y en hablar con él. 'Lo del premio ha sido fantástico y espero que este ciclo de buena suerte que estoy viviendo llegue también a Argentina, mi país'. Martínez tiene previsto presentar su novela en Buenos Aires el 5 de mayo, día que se clausura allí la feria del libro. 'América Latina vive una gran efervescencia y creo que, destruidas las estructuras políticas y económicas, el único oxígeno que respiramos nos llega de la literatura, de la pintura, de las artes...'.

Terenci Moix no estuvo durante mucho tiempo -su salud no se lo permite-, pero firmó sin parar. Entre su clientela, muchos fumadores, ex fumadores y otros que lo intentan. Cerca de él, Juan José Millás, premio Primavera con Dos mujeres en Praga (Espasa), estaba encantado 'como escritor y como espectador'. 'Sant Jordi es un híbrido de domingo y lunes. Una mezcla imposible de laborable y festivo, y esto es fantástico'.

Prueba de que lo de Sant Jordi es una cita obligada es que Ana Botella, que por la mañana estuvo en Alcalá de Henares en la entrega del Premio Cervantes, viajó escapada a Barcelona en cuanto pudo para firmar Érase una vez (Martínez Roca), una antología de cuentos comentados por ella. Cuando llegó a la caseta de la Casa del Libro, con media hora de retraso, la esperaban más cámaras que lectores. Había bastantes nervios. Fernando Sánchez Dragó, que estaba a su lado, se puso a gritar buscando a alguien de la librería para que cobraran uno de sus libros que acababa de firmar. Los de seguridad aconsejaban calma, y Antonio Gala, inmutable, seguía firmando en plan factoría; un poco más allá, Eduardo Mendoza atendía a sus lectores con su afabilidad habitual.

Y, como siempre, la lista de los más vendidos. En castellano: Soldados de Salamina (Tusquets), de Javier Cercas; Los invitados al jardín (Planeta), de Antonio Gala; Erec y Enide (Areté), de Manuel Vázquez Montalbán; Los aires difíciles (Tusquets), de Almudena Grandes; La citación (Ediciones B), de John Grisham, y La flor y nata (Plaza & Janés), de José Luis de Vilallonga.

Y en catalán: Allò que dèiem (Columna), del televisivo Andreu Buenafuente; Societat limitada (Columna), de Ferran Torrent; Certes mentides (Columna), de Joan Barril, y No miris enrere (Proa), de David Castillo.

Las ventas de libros se incrementaron un 6% respecto al año anterior (unos 18 millones de euros) y se vendieron más de cinco millones de rosas.

Tomás Eloy Martínez, firmando ejemplares de <b></b><i>El vuelo de la reina.</i>
Tomás Eloy Martínez, firmando ejemplares de El vuelo de la reina.JOAN SÁNCHEZ

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