Ensayos clínicos para dolencias de pobres
La Unión Europea financiará con 200 millones de euros estudios médicos en sida, malaria y tuberculosis
El sida, la malaria y la tuberculosis matan cada año a más de cinco millones de personas. Cerca del 90% de esas muertes ocurren en los países en vías de desarrollo y, sin embargo, no existen todavía vacunas y medicamentos eficaces capaces de evitarlas. La Unión Europea, consciente de la magnitud de la catástrofe, ha decidido invertir 200 millones de euros en cinco años para la realización de ensayos clínicos que permitan investigar vacunas y tratamientos para las tres enfermedades más extendidas en los países pobres. Para ello ha creado un programa de cooperación entre Europa y África en el que se establecerán las prioridades en la investigación, se reducirá la duplicación de esfuerzos y se cubrirá el vacío existente en determinadas áreas de estudio.
Los científicos buscan fármacos que acorten el tratamiento y que no den lugar a resistencias
La existencia de diversas cepas dificulta el desarrollo de vacunas eficaces
'La industria farmacéutica no investiga estas enfermedades porque, excepto el sida, ninguna de ellas tiene una incidencia importante en los países ricos, y los países en desarrollo no constituyen un mercado rentable', explica Peter Kind, director del Área Europea de Investigación de la Comisión Europea. 'Lo que pretendemos con este programa de cooperación es abrir el camino, que el sector público asuma parte del riesgo económico para conseguir que la industria se acabe implicando en la investigación de remedios para las enfermedades olvidadas'.
A la poca atención que reciben el sida, la malaria y la tuberculosis por parte de la industria farmacéutica se une la ineficacia de los escasos tratamientos existentes. Los agentes que causan cada una de las tres enfermedades han comenzado a desarrollar resistencias a los fármacos que se utilizan como tratamiento, de modo que dejan de ser eficaces. Además, la existencia de diferentes cepas del virus del sida, del parásito de la malaria y de la bacteria de la tuberculosis dificultan todavía más el desarrollo de vacunas y medicamentos, ya que cada una de esas cepas puede responder de forma diferente a ellos.
¿Qué margen de actuación les queda a los científicos? La ingeniería genética puede ser la puerta que conduzca al sometimiento definitivo de los agentes infecciosos que mantienen a algunos países sumidos en la pobreza. Pero dadas las condiciones de estos países, se trata de encontrar fármacos que sean eficaces en tratamientos cortos, para abaratar el coste y para que el virus, el parásito y la bacteria no tengan tiempo de desarrollar resistencia. Por supuesto, encontrar una vacuna preventiva con efectos duraderos contra la malaria o el sida es también un objetivo prioritario.
Pero, ¿en qué punto se encuentran las investigaciones? Desde que entra en el organismo hasta que ataca a las células rojas, el parásito de la malaria cambia de forma en diferentes ocasiones, mostrando diferentes antígenos en cada momento. Así es muy difícil que el sistema inmunitario desarrolle defensas eficaces contra el parásito. 'Estamos convencidos de que la vacuna ideal utilizará diversos antígenos para desarrollar varios tipos de inmunidad al mismo tiempo. Además, es muy posible que se utilicen sustancias coadyuvantes que aumenten la eficacia de la vacuna. Pero de momento no sabemos qué antígenos y qué coadyuvantes utilizar y cómo presentarlos', explica Regina Rabinovich, directora de la Iniciativa para una Vacuna contra la Malaria.
Las mismas incógnitas se plantean respecto a la inmunización contra los agentes infecciosos que causan el sida y la tuberculosis. 'El virus VIH es muy inteligente, y la única forma de engañarlo es enseñar al sistema inmunológico a reconocerlo y protegerse contra él antes de que ataque a los linfocitos T4', afirma Hans Wolf, de la Universidad de Regensburg (Alemania). 'Y esto lo conseguimos mostrando a las defensas diferentes partes del virus. Por ejemplo, mostrando su ácido nucleico, que es un plano de cómo se estructura el virus pero no el virus en sí mismo. Así, el organismo puede identificar el agente invasor e inmunizarse contra él'. Finalmente, la tuberculosis es una enfermedad que azota a los países pobres pero que Occidente no puede dejar de tener en cuenta porque resurge en los países ricos con inmigración y comienza a extenderse también por los países del Este de Europa.
'Para encontrar una vacuna contra la tuberculosis debemos buscar los componentes de la bacteria que nos pueden ayudar a causar la respuesta inmune protectora del organismo. Para ello, es imprescindible tener la información sobre el genoma de la bacteria', asegura Brigitte Gicquel, del Instituto Pasteur de Francia.
Pero más allá del desarrollo de una vacuna para prevenir la malaria, el sida y la tuberculosis, es importante encontrar fármacos que curen a los pacientes ya infectados. El medicamento actúa interrumpiendo algún proceso metabólico del agente patógeno sin el cual no puede actuar. 'En el caso de la malaria, hasta ahora la dificultad era que todos los fármacos utilizados no sólo afectaban al parásito, sino también al organismo del paciente', explica Peter Kremsner, del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad de Tübingen (Alemania). 'Nosotros hemos desarrollado, junto al hospital Clínic de Barcelona, la sulfadoxina-pirimetamina, que no tiene efectos sobre el organismo y que, tomada de forma intermitente, actúa como una vacuna'.
En cuanto a la tuberculosis, los investigadores han encontrado fármacos que atacan a la bacteria cuando la infección ya está activa. Pero no es eficaz mientras el bacilo está en fase latente en los pulmones, una vez se ha producido el contagio. 'Estudiamos los mecanismos que permiten al bacilo sobrevivir en los pulmones con el fin de diseñar fármacos capaces de interrumpir su desarrollo', explica Timo Ulrichs, del Instituto Max Planck de Alemania.
Las pandemias en cifras
Los datos de la Dirección General de Investigación de la Comisión Europea muestran el gran abismo entre la enorme incidencia del sida, la malaria y la tuberculosis y la diminuta inversión de la industria farmacéutica en su tratamiento. En el año 2000 el sida mató a unos tres millones de personas, de las cuales 500.000 eran niños. El continente más azotado por esta pandemia es África, donde el VIH mata cada año a dos millones de personas y donde ha dejado 11 millones de huérfanos. En algunos lugares del sur de África la mortalidad infantil ha aumentado en un 25% y la esperanza de vida ha pasado de 64 a 47 años en un periodo de apenas tres tres años por el impacto del sida. La malaria no se queda atrás. El parásito del paludismo cada año termina con la vida de un millón de personas e infecta a 500 millones más. El 90% de los casos ocurren en África y el 40% de la población mundial vive en condiciones de riesgo de contraer la infección. La malaria está resurgiendo en los lugares donde se había controlado o incluso erradicado. Por último, la tuberculosis mata a dos millones de personas cada año, y el 95% de esas muertes ocurren en los países en desarrollo, aunque la enfermedad comienza a resurgir en países en que había retrocedido. En algunos países africanos la incidencia de la tuberculosis se ha multiplicado por cuatro en la última década. A pesar de estos datos tan alarmantes, de los 1.223 fármacos puestos en el mercado entre 1975 y 1997 sólo un 1% se destinó a epidemias tropicales, según la Organización Mundial de la Salud. De ese 1%, la mitad era para usos veterinarios. Y de la otra mitad, un porcentaje considerable correspondía a la investigación de las fuerzas armadas de Estados Unidos destinada a las propias tropas desplegadas en esos países.
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