_
_
_
_

'Si sales a la calle, te disparan'

Una cooperante española narra desde Ramala el paisaje de muerte y desolación del asedio de la ciudad

Por primera vez en cinco días, el pasado martes 2 de abril, salí a la calle, aunque sin distanciarme más de cinco minutos andando de la puerta de mi casa, ya que se oía algún disparo. La destrucción y desolación se pueden percibir en cada tramo de las calles de Ramala. Una tienda quemada por allí, farolas derribadas por allá, aceras destrozadas, coches aplastados por los tanques, carteles de los comercios rotos por los suelos y depósitos de agua de los tejados derribados en las aceras.

En estos días sólo he podido llegar hasta la casa de mis vecinos porque había una tanqueta militar israelí al lado de mi portal. Ahora han tomado la zona que está detrás de mi casa. Hay soldados en todas las esquinas de la calle que veo desde la ventana de mi cocina. Este barrio se llama Qadura.

En muchas zonas, los médicos no tienen acceso ni a los heridos ni a los enfermos.
Más información
El Ejército israelí cerca la basílica de Belén donde se refugian 200 palestinos
'Si nos vamos todos, no habrá testigos de lo que está pasando'
Los palestinos y los franciscanos acusan a Israel de atacar la basílica de Belén
El Ejército registra Belén casa por casa y dispara contra los depósitos de agua
Israel intensifica su ofensiva en Cisjordania
Participación:: Israel ocupa los territorios palestinos
Entrevista Digital:: Ángeles Espinosa, enviada especial de EL PAIS

El temor de los habitantes dede Ramala, una ciudad donde viven unas 40.000 personas, es tal que nadie se ha atrevido a salir a la calle hasta una hora después de haberse iniciado el levantamiento del toque de queda de cuatro horas establecido por el Ejército israelí. Han sido cinco días de bombardeos con tanques y helicópteros, incursiones en las viviendas, saqueos, detenciones de ciudadanos (adolescentes y hombres) y de personal sanitario, muertes, ejecuciones, heridos abandonados sin poder recibir asistencia por el bloqueo al que están sometidos los servicios de urgencias médicas.

Desolación, miedo, confusión, apenas dos o tres palabras cruzadas entre los vecinos, un rápido saludo, algún comentario sobre los productos que están agotados en la tienda: 'Ya no queda leche en el supermercado', para poder regresar cuanto antes a casa. Los supermercados todavía tenían productos básicos, aunque algunos se acabaron rápidamente. Desde que empezó la invasión, no ha habido ningún suministro, ya que toda la ciudad está completamente bloqueada, bajo estado de sitio, tomada por el Ejército, y no se puede salir ni entrar. Ni siquiera se ha autorizado a los cónsules de la Unión Europea la entrada a Ramala.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Algunas tiendas de comestibles y farmacias han abierto, apenas la puerta entornada, el espacio justo para que una persona pueda pasar y la gente se ha aglomerado en ellas para comprar lo que queda. A partir de las 18 horas volvemos a comunicarnos por teléfono para contarnos cómo está la situación, qué noticias tenemos, qué tal están nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos. Pasaré a comer o cenar con mis vecinos palestinos que, como todos los días y a pesar de la necesidad de racionar las provisiones, insisten en invitarme a comer con ellos. Como siempre, su generosidad, hospitalidad y solidaridad volverá a sorprenderme una vez más.

Hay gente a la que ni siquiera conozco personalmente. Isabel, otra española que está residiendo también en Ramala; Mohammad, un palestino que trabajó en España durante un tiempo en la Delegación de la OLP y que se ha enterado de que estoy en la ciudad y me ofrece ir a vivir con su familia a una zona de la ciudad más o menos segura durante los días que dure la invasión; Carmen, una periodista española, que me avisa si recibe alguna noticia sobre algún suceso importante para que esté alerta... De una forma u otra, hemos contactado y todos los días nos llamamos varias veces.

Desde hace cinco días no hablamos de otra cosa. '¿Te has enterado de la mujer que han asesinado esta mañana a 200 metros del hospital? Iba a que le quitasen la escayola de la pierna y le han pegado un tiro en el cuello', 'Han liberado al presidente de la Media Luna Roja Palestina y a los nueve que trabajan como médicos, que han sido detenidos esta mañana. Los han tenido durante horas esposados, con los ojos vendados, en cuclillas y a la intemperie, con el frío, viento y lluvia que estamos teniendo hoy, están en un estado lamentable, pero al menos han regresado'.

Si le hicieron esto al presidente de la Media Luna Roja, no quiero ni pensar que estará ocurriendo con el resto de los detenidos, entre ellos 10 personas de los servicios de urgencias (cinco detenidos desde el día 30 de marzo), de los que no se tiene ninguna noticia.

Pero, en realidad, estar comunicados es lo único que podemos hacer, ya que no se puede salir a la calle. Todo está cerrado: comercios, cafés, cines y edificios públicos. Nadie circula por las calles, bajo el toque de queda disparan a cualquiera que vean por las calles, todo está lleno de tanques y francotiradores, es imposible continuar el trabajo, toda la ciudad está ocupada y no hay ninguna posibilidad de hacer nada, con los largos cortes de suministro de luz; es imposible trabajar con el ordenador.

Ni siquiera dejan acceder a las ambulancias, hay muchas zonas donde el personal sanitario no tiene acceso ni a los heridos ni a los enfermos. Hoy, a mediodía, han pasado cuatro camiones de comida para hacer distribuciones entre los más necesitados, pero, como estaba la tanqueta, se han tenido que detener, han empezado a disparar, supongo que al aire. En ese momento, desde la casa de mis vecinos no teníamos visibilidad para ver la tanqueta. Sólo oíamos los disparos, aunque yo había visto el carro de combate cuando intenté salir para regresar a mi casa. En mi bloque, sólo mi apartamento está habitado. Hay calles que están bloqueadas por los tanques, en otras han destrozado las calzadas creando barreras físicas para que los vehículos y las ambulancias no puedan pasar.

El toque de queda se ha levantado para permitir salir por sus propios medios de la ciudad a los extranjeros que no tuvieran residencia permanente en Ramala y para que la población pudiese salir a la calle y comprar suministros. El hecho de limitar la posibilidad para salir de Ramala a los extranjeros sin residencia permanente significa que, por ejemplo, las 70 personas palestinas, y sus familias, que tienen pasaporte español no tienen el privilegio de elegir si desean permanecer en Ramala o salir, aunque posiblemente no tendrían ningún sitio al que ir.

La tensión, los ataques, la situación de incertidumbre tienen un efecto paralizante sobre toda la gente. Es muy difícil concentrarse en nada. Al terminar el levantamiento del toque de queda, todos volvemos a nuestro obligado encierro para ver pasar las horas con la tensión constante de seguir las noticias, intentar confirmar las informaciones, bajo el ruido infernal de la maquinaria de guerra en acción.

De nuevo se escuchan los tanques que retoman sus posiciones, los disparos, el cautiverio... La pesadilla para todos los habitantes de Ramala ha vuelto a empezar. Ahora no puedo escribir más, ha empezado un ataque muy fuerte y cerca. Me tengo que retirar de las ventanas, donde tengo el ordenador.

Gema Otero es la representante en Palestina de la Asamblea de Cooperación por la Paz.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_