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ISRAEL OCUPA LOS TERRITORIOS PALESTINOS

El Ejército registra Belén casa por casa y dispara contra los depósitos de agua

'Esto no tiene nada que ver con la lucha contra el terrorismo' , se queja un sacerdote

Ángeles Espinosa

Calles desiertas, tiendas vandalizadas, coches aplastados... '¿Es Israel una democracia?', increpa una mujer señalando los destrozos. La basura se pudre al sol mientras el agua corre desbocada calle abajo. Es el último ultraje. En una región donde el agua es un bien tan escaso y preciado como el petróleo, las balas han agujereado los depósitos de las azoteas y los blindados han arrancado las tuberías a su paso, dejando secos los grifos de la ciudad vieja de Belén. El Ejército israelí intensificó ayer en ese sector su registro casa por casa en busca de terroristas.

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Desde las siete hasta las diez de la mañana, los soldados estuvieron metiendo las narices en todos los edificios de la zona, según cuentan varios vecinos. 'Los que ya han registrado los marcan con una cruz verde', indica uno de ellos mostrando la pared manchada. Muchas tiendas tienen los cierres metálicos reventados. También algunas casas.

'Los forzamos porque estamos buscando armas y terroristas, y cuando llegamos no hay nadie para abrir la puerta', explica el oficial al mando de la compañía que tiene tomado el centro de Belén. En esos registros, asegura, sus hombres se han incautado de dos docenas de armas de fuego, cien cajas de munición y un par de bombas. 'Las tienen muy bien escondidas: debajo de la cama, en los cuartos de los niños, en agujeros en el suelo...'.

¿Y los terroristas? 'La mayoría se refugió en la iglesia', afirma en referencia a la basílica de la Natividad, 200 metros a su espalda, 'aunque aún hay un par de ellos en estas casas', dice. Según él, los milicianos tienen retenidos a los monjes y otro personal del convento, en total unas sesenta o setenta personas. Anoche, algunos de éstos lograron salir del recinto y el Ejército les escoltó fuera de Belén. 'No disparamos contra los lugares sagrados', subraya cuando se le pregunta por las informaciones de que habían volado la puerta trasera. Imposible de comprobar. El militar, un reservista de 34 años que no facilita su nombre, se encontraba de vacaciones en Washington cuando fue llamado a filas. 'Regresé en 24 horas', admite resignado. También reconoce que, en la vida civil, se dedica 'a cosas mejores': trabaja en una empresa de alta tecnología. Su amabilidad se esfuma de repente cuando un rato más tarde descubre que los periodistas han llegado a la plaza de Manger, justo en la acera de enfrente de la basílica.

Confiados ante la presencia de extranjeros, unos vecinos cruzan el umbral de su casa por primera vez en cinco días. 'No hay más Belén, lo han destrozado todo', denuncian mientras muestran a la periodista los daños que un proyectil ha causado en un domicilio particular. 'Tenemos miedo', confiesa una mujer, 'están matando a nuestros hijos'. 'Son unos bárbaros', apostilla una vecina que se une al corrillo en el patio de la casa. Poco después, el Ejército levantó durante un par de horas el toque de queda.

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'Esto no tiene nada que ver con la lucha contra el terrorismo. Se trata de acabar con la esperanza y la ilusión de un pueblo', asegura el reverendo Mitri Rahem, de la cercana iglesia de Navidad (luterana). 'Estuve implicado en el Programa Belén 2000 y miren en que ha quedado todo. En dos días se ha perdido una inversión de 200 millones de dólares', explica. 'Esta calle está levantada con dinero de los contribuyentes alemanes', añade como si quisiera despertar la conciencia de quienes la han pagado. 'Para Israel no habrá líneas rojas mientras la Unión Europea y Estados Unidos le sigan dando su autorización', concluye desanimado por el resultado de la visita de la delegación europea (compuesta por Josep Piqué y Javier Solana) el día anterior.

'Vivimos aquí y no nos vamos a ir. Es nuestra tierra. No van a echarnos', manifiesta con vehemencia el doctor Ahmed, un pediatra que ha desafiado el toque de queda para atender una urgencia. 'No se puede diagnosticar a un niño por teléfono', añade como si hiciera falta una explicación.

Quien sí ha tenido que ejercer por vía telefónica es Peter Qumri, el director del hospital general de Belén (situado en la localidad de Beit Yala, en puridad un barrio de esa ciudad palestina). El martes trató de evitar, sin éxito, que un hombre muriera desangrado en la calle. La noche pasada, uno de los encerrados en la basílica de la Natividad le llamó para pedirle instrucciones sobre cómo tratar una pierna con herida de bala y fractura.

'Me dijo que se le está poniendo oscura, así que hay poco que se pueda hacer mientras no nos dejen enviar una ambulancia', relata impotente este cirujano. Su hospital sólo ha recibido cuatro heridos en estos cinco días. 'Los trajimos debajo de unos cadáveres que nos autorizaron a recoger', explica antes de aclarar que tienen registrados otros 37 heridos más, pero que los israelíes no les permiten atenderles.

Según su testimonio, las ambulancias de la Media Luna Roja sólo están autorizadas a trasladar enfermos ajenos al conflicto (y tras un complejo proceso de coordinación) y a recoger muertos. Ocho se amontonan ya en la morgue del hospital. 'La Cruz Roja Internacional está completamente politizada', denuncia Qumri. 'Ayer me llamaron para ver qué necesitaba, pero me dijeron que no pueden mandar un equipo médico y comida a la Natividad, entonces para qué sirve la Convención de Ginebra; les respondí que sus simpatías no son suficiente'.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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