Monterrey: hambre y financiación del desarrollo
La Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que se celebra en Monterrey desde hoy hasta el viernes 22 de marzo, constituye una oportunidad fundamental para avanzar hacia el objetivo de reducir a la mitad, a más tardar en 2015, los 800 millones de personas que sufren actualmente de hambre en el mundo, tal como se comprometieron los jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996.
Han pasado más de cinco años desde entonces y los compromisos adoptados por 186 países no han producido los resultados esperados. Pese a los progresos en algunos países, el número de personas que se van cada noche a la cama sin comer no se reduce al ritmo necesario. En América Latina y el Caribe, aunque los esfuerzos realizados recientemente han conseguido reducir esa cantidad en un 9%, el problema afecta a 54 millones de personas, casi el 11% de la población. La movilización de suficientes recursos financieros, junto a una renovada voluntad política de parte de todos los sectores y todos los países, son esenciales para poner en práctica las soluciones técnicas, que están al alcance, y hacer así efectivo uno de los más elementales derechos humanos, el derecho a la alimentación.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) lleva a Monterrey un mensaje muy claro: no habrá paz sólida y duradera ni un desarrollo sostenible si el mundo no aborda, de modo firme y decidido y otorgándole la máxima prioridad, la lucha contra el hambre, que es la manifestación más cruda de la pobreza.
Para vencer la pobreza es imprescindible desarrollar de modo sostenible la agricultura y la producción alimentaria y mejorar así los ingresos y las condiciones de las poblaciones rurales, que albergan el 70% de las personas pobres de nuestro planeta. Y para ello hay que movilizar recursos necesarios.
Precisamente con estos fines la FAO ha convocado en Roma, del 10 al 13 de junio de este año, la Cumbre Mundial sobre la Alimentación cinco años después de la anterior, donde los jefes de Estado y de Gobierno deberán abordar estas cuestiones esenciales
La Conferencia de Monterrey debe representar un paso importante en esta dirección y abordar la cuestión de la inversión en el desarrollo agrícola y rural. En el conjunto de los países en desarrollo existe una brecha del 12% entre la formación bruta de capital efectivo en la agricultura y lo que sería necesario invertir para que el sector pueda jugar su papel en el cumplimiento de los objetivos de la Cumbre Mundial de la Alimentación. Dicha brecha es del 14% en América Latina y el Caribe y se amplía al 38% para el África subsahariana. No es casualidad que las mayores tasas de desnutrición se registren precisamente en aquellos países en los que el gasto público en agricultura no se corresponde con las necesidades reales y la importancia de la agricultura.
Monterrey constituye también una oportunidad única para invertir la tendencia decreciente de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) y el apoyo de las instituciones financieras internacionales al sector agrícola de los países en desarrollo, que ha caído un 23% durante la década del noventa.
La FAO recordará en Monterrey que la lucha contra el hambre es un presupuesto básico de la lucha contra la pobreza. El hambre arrebata a las personas su potencial de trabajo y reduce al mínimo la capacidad de aprender. Sólo niños y niñas suficientemente alimentados pueden convertirse en esos recursos humanos esenciales para el crecimiento y el desarrollo de sus países. Sólo personas bien nutridas pueden trabajar con eficiencia, mantenerse sanas y educarse provechosamente para beneficio de sus familias, de sus comunidades y de sus países.
A pesar de que la situación es inaceptable, como bien lo proclamaron los jefes de Estado y de Gobierno en 1996, no es irreversible. Los medios técnicos existen. Hacen falta voluntad política y movilizar recursos financieros y humanos conmesurados a la tarea.
Para contribuir a este objetivo, la FAO ha creado un Fondo Fiduciario para la Seguridad Alimentaria y la Seguridad Sanitaria de los Alimentos, al que algunos países han realizado ya importantes contribuciones voluntarias. Es de esperar que la Conferencia de Monterrey represente un aporte en el camino de la financiación para el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria, facilitando la tarea de los jefes de Estado y de Gobierno que se reunirán en junio en Roma a fin de establecer sólidas bases para reducir el hambre y la desnutrición.
Jacques Diouf es director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
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